Tengo constancia de que el trato personal entre el expresidente Mejia y Luis Abinader es de respeto y familiaridad. Del mismo modo su relación política en lo formal es propia de dos compañeros de partido. Pero Hipólito y Luis aspiran a la misma posición: ser el próximo candidato presidencial del PRM.

Es imposible que en una contienda donde dos líderes se disputan el mismo espacio no se generen algunas heridas. En toda lucha para ganar hay que golpear. La diferencia está en que se den o no golpes bajos o si en cambio el pleito se lleva con decencia y en cumplimiento de las normas disciplinarias.

Hasta el momento el proceso entre Mejia y Abinader se ha llevado con decoro y los perremeistas no deben dejarse azuzar por agentes ajenos a ese partido que pretenden inocular una distensión inexistente. La disputa, hasta el momento, es la que se espera en estos casos  la cual le da vida a las agrupaciones póliticas.

Mejia ha demostrado que sabe ganar y que sabe perder. Cuando le ha tocado admitir que ha sucumbido dentro y fuera de su partido lo lo ha hecho con la debida gallardía por tanto no hay razón para aprehensiones.

Los rumores sobre alguna reacción distinta se justifican en boca de los adversarios no entre los adeptos al PRM. En cuanto a Luis, su demostrado  espíritus democrático no deja lugar a dudas de que frente a un eventual revés lo aceptaría como el demócrata que es , no obstante que todas las mediciones lo dan como seguro y aventajado ganador en la elecciones internas que habrán de celebrarse el seis de octubre de este año.

Ser demócrata implica,entre otros comportamientos, aceptar la voluntad de la mayoría. Mejia y  Abinader han demostrado que lo son.