Odebrecht -¡sí! otra vez la muchacha aquella- instaló su centro de operaciones, para todos los países sobornados, en República Dominicana por una razón muy sencilla: nuestro país ofrecía TODAS las garantías, ¡las mejores! para operar con libertad. Este hecho, esta verdad tan grave, tan tremenda, pero por sobre todo tan vergonzosa, parece escandalizar a pocos. Pocos parecen detenerse en este detallazo. Odebrecht no es nuestro problema, nuestro problema ha sido todo lo que este escándalo ha dejado al descubierto. Somos una estructura que luce completa, pero por dentro estamos carcomidos. Un solo puñetazo y no hay un solo segmento que resista. Odebrecht ha sido el puñetazo… ¡qué vergüenza, carajo!
Y llega a mis oídos el tema Hipocresía, de Rubén Blades. Que sea este ayuntamiento de palabras que cuente lo que ya no me animo a reiterar.
"La sociedad se desintegra. Cada familia en pie de guerra.
La corrupción y el desgobierno hacen de la ciudad un
infierno. Gritos y acusaciones, mentiras y traiciones,
hacen que la razón desaparezca. Nace la indiferencia,
se anula la conciencia, y no hay ideal que no se desvanezca.
Y todo el mundo jura que no entiende por que sus sueños
hoy se vuelven mierda. Y me hablan del pasado en el
presente, culpando a los demás por el problema
de nuestra común hipocresía.
El corazón se hace trinchera. Su lema es sálvese quien pueda
Y así, la cara del amigo se funde en la del enemigo.
Los medios de información aumentan la confusión, y la
verdad es mentira y viceversa. Nuestra desilusión crea
desesperación, y el ciclo se repite con más fuerza.
Y perdida entre la cacofonía se ahoga la voluntad de un
pueblo entero. Y entre el insulto y el Ave María, no distingo
entre preso y carcelero, adentro de la hipocresía!
Ya no hay Izquierdas ni Derechas: sólo hay excusas y
pretextos. Una retórica maltrecha, para un planeta de
ambidiestros. No hay unión familiar, ni justicia social,
ni solidaridad con el vecino. De allí es que surge el mal,
y el abuso oficial termina por cerrarnos el camino.
Y todo el mundo insiste que no entiende por que los sueños
de hoy se vuelven mierda. Y hablamos del pasado en el
presente, dejando que el futuro se nos pierda,
viviendo entre la hipocresía."
Mañana el Este se reverdece; nos vemos en San Pedro de Macorís.