Se trata, pues, de una aventura trágica, diurna y selenaria por donde las diferentes vidas cruzan conformando una travesía, a la vez que iniciática, destructiva, demónica y particular en sus decisiones. Al momento de entender al personaje, el autor se coloca como testigo de aquellas vidas asumidas como claves de una representación trágica del mundo y de aquellas imágenes que se desprenden de un eje humano, alterado, justificado y pronunciado como centro y margen del mundo de la vida. Alteridad y otredad son dos figuras que nacen allí donde cada gesto, cada movimiento y cada actitud ayudan a variar y a concentrar los diferentes estados vitales, sociales y existenciales del personaje.

En tal sentido, lo que ocurre en Taria es lo que le sucede a los personajes en diferentes direcciones, contradicciones y acciones del mundo sensible. Los traslados, las mutaciones psicológicas y existenciales de José Asencio, José Avaricio y José la sombra Deambula, ocurren como alegoremas y funciones imaginarias donde lo que se vive y permanece es aquello que se reconoce como oscuridad y luz, símbolo-presencia y símbolo-ausencia; de tal manera que Ana Rosa, Florany y Flora argumentan a favor de un movimiento subterráneo del mundo natural y de un vínculo ancestral cuyo poder incide en el personaje José Asencio, pero determinan a su vez los diferentes rumbos de un personaje que espera el recado de un padre, ya desaparecido, perdido en los laberintos de una invención mítica y que es activado y actualizado por el mensaje tardío de José la sombra Deambula, personaje este cuya sospecha parece remitir al mismo padre de José Asencio.

Por otro lado, José Avaricio, hombre sospechoso de muchos estados diabólicos, recibe la acusación de su contraparte o contravoz José -la sombra- Deambula. Cuando este descubre a José Avaricio, huye despavorido imaginando que ha visto de pronto al Diablo.

Todos los indicios que aparecen en la vida de José Avaricio se podrían explicar por el resguardo del bacá, esto es, ese enorme perro cuyos dos elementos más visibles son los colmillos y los ojos azulosos, principalmente en las noches, pues el personaje-perro de día duerme debajo de rejones y de noche cuida pero no ladra estando siempre atento a todo, a lo que se ve y a lo que no se ve.

El decir como personaje colectivo, el “se dice” como boca de pueblo que habla por lo bajo, es un agravante y un argumento que se explica también como voz colectiva que acentúa los diferentes momentos en HIPNAGEDÓN. Lo que se sabe y lo que no se sabe se narra en esta novela que puede ser denominada relato de grutas, laberinto, historia real e irreal, relato de vivos y de muertos, cuento misterioso de días y de noches, de rupturas y de contrarrelatos, de bordes y de nudos que conforman la artisticidad misma de la palabra novelesca. El cronotopo de esta novela conforma también los diferentes núcleos posicionales de lo narrativo y los narradores.

¿Qué sucede con las diversas entradas y salidas de mundo, huevo, escritura, espacios imaginarios, rutas imaginarias y estados fantásticos? El diseño técnico de la novela HIPNAGEDÓN, asimila rupturas en el orden simbólico y espectral de la novela. El cifrado cabalístico de HIPNAGEDÓN se teje como suma de momentos, narratemas de inicio, desarrollo y cierre y de temperaturas imaginarias que hacen posible y visible una textualidad polifónica propia de la novela altomoderna y sus rompientes zonas de significación y designificación, hecho este que produce los diversos estados y mundos seductores de la novelación y de los ejes novelables que propone el autor de esta historia.