[Cuando cursaba el sexto nivel de la escuela primaria me obsequiaron un libro maravilloso que con el correr del tiempo perdí de vista, desapareció virtualmente de las librerías hasta el día de hoy (salvo en Cuba), pero lo he mantenido siempre vivo en la memoria.

 

Su autor es Herminio Almendros (1898-1974) un escritor y maestro español que desarrolló una brillante labor pedagógica durante su exilio en Cuba. Aparte de su obra, dejó como legado para la humanidad al laureado cineasta Néstor Almendros.

(De él dijo Mario Cremata Ferrán, periodista de Juventud Rebelde : “Hay mortales que no debieran morir nunca, como tampoco aquello que en su tiempo de vida hicieron por el mejoramiento de sus semejantes. Esa idea da vueltas cuando se piensa en hombres como Herminio Almendros”).

El título de la obra es “Pueblos y leyendas”, uno de los libros más editados en Cuba, y contiene un total de 26 relatos pertenecientes a las más variadas culturas de la geografía del planeta, que el autor adaptó, con el concurso de sus alumnos.

El ambicioso proyecto incluye a Japón, China, India, Rusia, países escandinavos, del Rin y de las islas Brítánicas, Francia, Africa, negros de Usamérica.

Almendros escribía libros para niños, pero ya se sabe que los libros para niños también están destinados a los adultos.

“El mundo de la fantasía – afirma Horacio Calle Restrepo- es el recurso más necesario, desde el punto de vista emocional, en la existencia de toda persona ya sea a nivel individual o como miembro de un grupo social mayor. Los mitos de los pueblos son productos de esta realidad fantasiosa y por eso se ha dicho con sobrada razón que si el sueño es el mito del individuo, los mitos son el sueño de los pueblos.”

Entre las leyendas que recoge el libro de Almendros, hay algunas cómicas y otras que te parten el alma, alguna es picaresca, una habla del sueño de libertad y redención de un pintor, otra de los abusos del poder y todas en general de la complejidad de la humana existencia.

Como botón de muestra se ha escogido a la primera, “El viejo guardián”, por lo que tiene, trágicamente, de actual. PCS]

El libro

Este libro ha sido escrito y se publica con el deseo de responder al marcado interés que los niños sienten por las narraciones; sin el propósito de administrar enseñanzas ni de infundir en el niño, como es costumbre, repertorios de normas en comprimidas moralejas.

Por eso el libro se ofrece cargado de narraciones recogidas y adaptadas al margen de la habitual intención docente y adoctrinadora.

La tarea del autor ha consistido sólo en la búsqueda y adaptación de leyendas y cuentos. En la selección ha sido asesorado por niños de escuelas de España. Niños de diez, de once, de doce, de trece años. Ellos fueron los que, después de la lectura de seis cuentos y leyendas de cada país, elegidos entre muchos, decidieron cuáles habían de figurar en la selección definitiva.

Se ha comprobado así que este haz de lecturas tiene un singular atractivo para el gusto y las preferencias de la infancia. También puede afirmarse que en este libro se ha conseguido reducir la inadaptación a la inteligencia verbal de los escolares en las edades indicadas.

Si los niños decidieran con su simpatía el acierto de esta colección de cuentos y leyendas, procuraríamos completarla con nuevos trozos antiguos del alma popular, que no han tenida aquí ocasión ni cabida.(Los Editores).

Japón

En el mapa aparecen las islas japonesas, recortándose como una guirnalda sobre el limpio azul del Océano Pacífico.

Sobre ellas reina un cielo puro de finas nubes plateadas. La tierra está salpicada de jardines y frondosos árboles por entre los que asoman las casitas de madera con graciosas cubiertas rizadas.

El suelo se extiende en suaves colinas y anchos valles y picos volcánicos que se reflejan en los lagos tranquilos.

Pocos países del mundo tienen tan bellos paisajes. En pocos lugares del mundo el hombre ama a la naturaleza como aquí, y la cuida y dispone como un escenario maravilloso.

Pueblo de hombres pequeños de estatura, pulidos y corteses, nerviosos y enérgicos, patriotas y guerreros.

Mujeres graciosas y afables, de color de marfil.

Hermoso país de las flores y de las sedas, del té y de los extensos arrozales, de las porcelanas finísimas, de los pintados vestidos, de las ciudades adornadas con papeles y sedas y luces amarillas, verdes, rojas…

Las costas del Japón han sufrido siempre los terribles efectos de sacudidas sísmicas o de erupciones volcánicas submarinas. Olas gigantescas han barrido las costas japonesas produciendo

tremendas catástrofes que arrasan regiones enteras, destruyendo muchos pueblos y ciudades.

La leyenda del viejo guardián es la tradición de una de estas catástrofes ocurridas en tiempo inmemorial.

El viejo guardián (tradición oral japonesa)

¡Qué gusto daba mirar desde lo alto los barcos que resbalaban sobre el mar como en un espejo! El pequeño Yon se sentía feliz en la cima de aquel monte. Sin padre, había ido a vivir con su abuelo en aquella casita de la montaña, en medio de los campos de arroz, dorados como el oro. Gozaba allí de aire puro y sol y libertad como los pájaros. Podía correr y jugar alegremente. ¡Qué bien se vivía en aquella paz campesina!

El pueblecito estaba allá abajo, a lo largo de la costa, frente al mar incendiado de sol. Yon veía las casas, pequeñitas, blancas, limpias; todo el pueblo como un lindo juguete. Y a los hombres y a los niños los veía como hormigas grandes y hormigas pequeñas. Entre el monte y el mar solo había una estrecha faja de tierra, donde los hombres construyeron sus casas.

Los campos cultivados estaban en aquella planicie de la montaña, húmeda y fértil, donde vivía Yon. El abuelo era el guardián de los extensos arrozales del pueblo. El niño amaba los grandes campos de arroz. Siempre estaba dispuesto a ayudar en el trabajo de abrir las acequias de riego, y nadie como él ahuyentaba los pájaros en la época de la siega.

Yon se sentía feliz. Su abuelo lo quería mucho. Vivían los dos en la casita menuda y limpia, y estaba seguro de que los otros niños le tendrían envidia. Aquel viejo fuerte y serio era el mejor de todos los hombres.

Un día en que las espigas amarillas brillaban al sol, el viejo guardián miraba a lo lejos, al horizonte del mar. Su mirada era fija y llena de sorpresa. Una especie de nube grande se elevaba en el confín como si el agua se revolviera contra el cielo. El viejo seguía mirando fijamente. De pronto, se volvió hacia la casa y gritó:

-¡Yon!, ¡Yon!, trae del fuego una rama encendida.

El pequeño Yon no comprendía el deseo de su abuelo, pero obedeció al momento y salió corriendo con una tea en la mano. El viejo había cogido otra y corría hacia el arrozal más próximo. Yon lo seguía sorprendido. ¿Sería posible? Y al ver horrorizado que tiraba la tea hecha llamas en el campo de arroz, gritó:

-¡Qué haces, abuelo! ¡Qué quieres hacer!

-¡De prisa, de prisa, Yon, prende fuego a los campos! Yon quedó inmóvil. Pensó que su abuelo había perdido la razón, y todo su cuerpo se llenó de espanto. Pero un niño japonés obedece siempre, y Yon tiró la antorcha entre las espigas.

Primero fue una lumbre débil donde se retorcían los tallos resecados; después se extendió el fuego en llamaradas rojas, y bien pronto fueron los arrozales una inmensa hoguera. La montaña se elevaba hasta el cielo en una columna de humo.

Desde allá abajo, los habitantes del pueblecito vieron sus campos incendiados y, dando gritos de rabia, corrieron desesperados, trepando por los senderos tortuosos del monte; subiendo, subiendo hasta agotar las fuerzas. Nadie quedaba atrás. También las mujeres subían con los niños a la espalda.

Al llegar al llano y ver los extensos arrozales desvastados, la indignación se oyó en un grito de furia: -¿Quién ha sido? ¿Quién es el incendiario?

El viejo guardián se adelantó a los hombres y dijo con serenidad:

-¡Yo he sido!

Yon sollozaba. Un grupo los rodeó en actitud amenazadora, gritando:

-¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué?

El viejo se volvió severo y extendió la mano señalando al horizonte.

-Mirad allá –dijo.

Al fondo, donde unas horas antes la gran superficie del mar era plana como un espejo, se levantaba ahora hasta el cielo una espantosa muralla de agua. Una ola oscura y gigantesca avanzaba desde el confín. Hubo un momento de horror.

Ni un grito… Los corazones latían con fuerza. La muralla de agua avanzó hasta la tierra con un ronco bramido, se volcó y fue a romperse, en un trueno, invadiéndolo todo, y fue a romperse en un trueno desgarrado y furioso, contra la montaña… Una ola más. Después otra más débil… Luego, el mar se fue retirando con un rugido sordo.

La tierra apareció revuelta y socavada. El pueblecito había desaparecido, desecho y arrastrado por aquella ola inmensa.

El viejo guardián miró satisfecho a todos los habitantes bien seguros en la cima del monte. Su presencia de ánimo los había salvado de la invasión del mar.