No conozco al señor Hecmilio Galván. Sobre su actividad profesional y política, solo sé lo que he leído en los periódicos. Sé, por lo que se ha publicado, que desde muy joven ha participado en la política dominicana vinculado a la izquierda y que ha tenido una participación destacada en varios de los grupos o movimientos que han surgido en República Dominicana en los años recientes, con demandas específicas frente al gobierno.

También sé que anteriormente fue empleado del gobierno y que fue cancelado por haber cuestionado aspectos del funcionamiento de la institución para la que laboraba.

Leer su “Mi aporte al debate”, un texto en el que trata de explicar por qué aceptó un nuevo empleo, me dejó la impresión de ser una persona atormentada por la decisión tomada. Me pareció un joven inteligente y “preparado”; una persona, que sobre las bases de sus estudios de la situación dominicana, y su actividad política, ha arribado a su propia visión de lo que debía ser el Estado dominicano.

Quisiera, corriendo el riesgo de pecar de ingenuo o ignorante, tomarle la palabra al señor Galván. Dada la penosa (por describirla de alguna manera) situación dominicana, no deja de llamar la atención que un destacado joven profesional dominicano siquiera se atormente y se detenga a reflexionar públicamente sobre su aceptación de un trabajo en el gobierno.¿O será que el cinismo no tiene límites?

Aceptar o no un empleo en el gobierno es un lujo que sólo una minoría de dominicanos se puede dar.
Atormentarse por ese “dilema” es todavía mas raro.

Quisiera entender las acciones  del señor Galván, de pensar y luego detenerse a escribir públicamente sobre este “dilema”, como un signo de auto respeto y de respeto hacia el país.

Me niego a aceptar que sea solo una justificación por haberse doblegado ante la práctica habitual de los gobiernos dominicanos, llevada al extremo por los gobiernos del PLD, de querer comprar toda voz disidente o a todo aquél que tenga algún auditorio.

La cuestión no debía ser si se acepta, o no, un empleo en el gobierno; sino qué va una persona a hacer al gobierno, qué tipo de trabajo se va a realizar a cambio de un sueldo.

Debía estar claro que hay empleos o “puestos” que no se pueden aceptar de ninguna manera, ni a ningún precio. Existen trabajos, tanto en el sector público como privado,que ningún ser humano “decente” o que siquiera tenga un mínimo de auto respeto, debía aceptar.

Esta cuestión, “filosófica”, si se quiere, no es una opción para la mayoría de los empleados del gobierno dominicano (realicen una función real o sean puras botellas). Primero, aunque la generalidad gana muy poco, este “muy poco” es su principal o único sostén para la supervivencia; segundo, en su trabajo, no decide nada. Solo una minoría de los empleados del gobierno gana mucho (de hecho, algunos, ganan exageradamente mucho, dada la condición de “país pobre” de República Dominicana).

Solo esta minoría puede decidir políticas que tengan trascendencia en el país. También solo esa minoría puede traficar en grande con sus puestos.

Cualquier dominicano tiene derecho a trabajar en el gobierno. En el sentido más simple y suponiendo que las reglas para obtener un trabajo en el gobierno dominicano fueran las mismas para todos sus ciudadanos, la cuestión debía ser resuelta por la demanda y oferta: una demanda (cuando se necesita un empleado) en un organismo X del gobierno, debía ser satisfecha con la primera oferta (primera persona que solicite dicho empleo y que reúna las condiciones requeridas para el mismo). La cuestión es más compleja, ya lo lo se, pero lo inadmisible es la abultada nómina del gobierno (más de 600 mil “empleados”), el empleo como recompensa por filiación política, el empleo para callar voces disidentes y que cada nuevo gobierno quite y ponga empleados a su antojo.

Podría ser que el empleo del señor Galván sea uno de esos en los que se toman decisiones importantes y no corresponda al de una botella más de las que abundan.

El señor Galván, citando a Martí, se ha auto colocado en el “bando” de los que “aman y construyen”. Propongo que le tomemos la palabra, esperando que si, pasado el tiempo, él se “descubre” en el “bando” de los que “odian y destruyen”, su actual vehemente reflexión tenga una segunda parte, acompañada de una carta de renuncia a su empleo, igualmente vehemente.

La historia dominicana reciente, incluida y sobre todo, la historia de los gobiernos del PLD, conoce de numerosos cambios de “bando”. Muchos están en los niveles medios y bajos. Algunos desempeñan funciones técnicas. Otros incluso han llegado a ser jefes de ministerios y por lo menos uno, a ser considerado “superministro”, tras bambalinas.

Pero no todos los antiguos comunistas, revolucionarios, intelectuales progresistas que han pasado o están en el gobierno del PLD,  se han cambiado de “bando”. Hay algunos casos, notables, muy raros, de buen trabajo, con ética, decoro, profesionalidad y eficiencia, desempeñado en un empleo del gobierno. Es el caso, por ejemplo, del historiador doctor Roberto Cassá, al frente del Archivo General de la Nación.

Por desgracia, la incorporación al gobierno de sectores políticos con formación, o al menos con discurso de “izquierda” no se ha traducido en políticas públicas que mejoren las condiciones sociales de las mayorías. Todo lo contrario. El sistema suele tragarse la sensibilidad social, la vocación de servicio, la integridad y hasta las buenas intensiones.

Los gobiernos debían constituirlos y construirlos los ciudadanos de cada nación. Los dominicanos no somos “malos” por “naturaleza”, pero hemos tenido una azarosa racha de gobiernos malos, que solo representan los peores intereses, en los que la vida se ha empobrecido y envilecido a todos los niveles.

Esa azarosa racha, en la que todos nos hemos empequeñecido, crea una atmósfera en la que se respira un aire de perversión y codicia, desde arriba hacia abajo y lo envuelve y arrastra todo.

No estoy de acuerdo con el decir de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen: Ningún pueblo se merece el gobierno que tenemos los dominicanos.

Aún en contra de este fondo sombrío, real o imaginario, el señor Galván puede hacer un trabajo valioso, con ética y honradez, dentro del gobierno del PLD (pobre, profesor Bosch, si pudiera, se revolcaría de rabia y vergüenza en su tumba).

El señor Galván ya reflexionó sobre su pasado y habló de sus planes futuros. Solo falta mostrar con sus hechos que no se trata de un discurso hueco. El futuro dirá si practica lo que predica o si es solo otro encantador de serpientes o, más propiamente, aspirante a pastor de borregos.

En otras palabras, ya el señor Galván tuvo la palabra, ahora que la ponga en práctica.