Haz algo por las personas menos
Afortunadas que tú, aun sean unas
Palabras de aliento.
H.Jacson B.
He tratado, inútilmente, de conocer la diferencia –si es que existe-, entre el que pide en un semáforo y el que anda de oficina en oficina del Estado –preferiblemente-, porque el real empresario no suelta “lana” fácilmente para hacer que le escriban artículos laudatorios y por esa razón es que buscan las víctimas deseosas de enaltecer su ego en las oficinas públicas, aunque al final, ya nadie los lee, por conocer el origen y la intención del mismo, siendo además conocido, lo desacreditado de esas plumas, donde en incontables ocasiones, hasta tienen que pagar espacios para publicarlos; o, el miserable Juez o Fiscal, que extorsiona por medio de intermediarios o “lobistas” para presionar a quien sea, con el fin único de respetarle un tanto sus derechos, aun y parezca increíble; entonces, ¿cuál es la diferencia entre uno y otro, si es que existe?
¿Cuál es la diferencia, con relación a un Policía que “macutea” para dejar libre al “maleante” en cualquiera de sus indefinidas categorías cuando infringe alguna ley; o del “Amemao” que abusa de su condición y autoridad en cuestiones de tránsito ante cualquier desposeído, mientras mira a otro lado ante aquel que posee poder, llámese como se llame, comenzando por los “pobres” padres de familia del concho y que por migajas no cumple con su deber; o del “Líder” político que vende hasta su alma por una posición o por un voto, utilizando su ya conocido ingenio mordaz y ese refinado y astuto Don para el engaño, cuál es la diferencia?
Sera acaso, que esta banalización por la que están transitando los principios morales y éticos, sea la confirmación de la tesis escrita por José Ortega y Gasset, de que la sociedad estaba degenerando a consecuencia del crecimiento del hombre-masa, el individuo anónimo alienado de la sociedad de masas, lo cual se debía en gran medida a los avances científicos, en donde para él, la verdadera democracia, tenía lugar cuando el poder era elegido por una minoría selecta. ¿Sera cierto, que nuestro pasado reciente y el presente jugando a ser democracia, es la mejor muestra de la referida tesis?
Y ¿es una realidad ineludible que desde el mismo instante en que los lideres tradicionales y, por demás, con gran arraigo dentro de la sociedad, se percataron de que no iban a poder acceder al poder con las reglas que estaban establecidas, forzaron establecer una Constitución que incluyera a esas masas a las cuales se refirió Ortega y Gasset? ¿Acaso es pura ilusión comparar la situación política actual con aquella opinión expresada por este distinguido y reconocido profesor de filosofía cuando publicó su libro “La rebelión de las masas”, publicado en el año 1930, donde decía: “Lo que se estaba dando en realidad era una democracia extrema en la que el hombre medio, el hombre mediocre, buscaba el poder, odiaba a todo el que no fuese como él y fomentaba, por lo tanto, una sociedad de miembros hueros y homogéneos”?
Quisiera no creerlo pero, son tantas las semejanzas escritas en esa época por Ortega y Gasset con nuestra situación actual, que el simple desdeñarlas, siendo creyente o no, sería aparte de una irresponsabilidad ciudadana, hasta un pecado mortal, porque como bien dijo, esta situación al igual a su época, ha llegado hasta el punto de convertir estos individuos en sabios ignorantes, que sabían y saben mucho acerca de muy poco y se centraban y centran en sus diminutas áreas de interés en detrimento de un conocimiento o interés más generalizado.
Tantos hechos no pueden ser simples coincidencias. El 50 más uno, es la aberración más descarada y abusiva que padece nuestra demacrada democracia. Es la imposición de los intereses de las agrupadas minorías sobre las grandes mayorías, y es la razón principal de la creación de tantos ventorrillos políticos, que cual parásito, solo aspiran a chupar las mieles del poder al través de un partido mayoritario. ¡La mayoría simple, es la mayoría! ¡Si señor!