Estoy reflejando mi sesgo de profesor universitario de larga data, al hacerme la pregunta del título. Pero vale el albur de dilucidar si la “nueva” política se puede avanzar en un ambiente dominado por la “vieja” politiquería. Lo llamaría el “Dilema del nuevo Cambio”, porque desde la instauración de la democracia, hemos tenido varios “cambios” iniciados desde que Juan Bosch venciera con su sietemesino gobierno a las trullas remanentes del “trujillato”.

Desde entonces se alternan los estribillos de permanencia: “Borrón y cuenta nueva”, “No se cambia de montura en medio del río”, “el camino malo está cerrado"; mientras que los de renovación: “los siete látigos”, “Vergüenza contra dinero”, “Primero la Gente” y “El cambio va”, entre los muchos desafortunados que no impactaron en la memoria de los electores.

Todos oscilan entre la “permanencia” y la “sustitución” de las políticas implementadas y de los implementadores. En ninguna ocasión se ha postulado la continuidad de la institucionalidad del Estado y el régimen de salvaguardia del bien común (según la tradición social católica) o el bienestar colectivo (según el lenguaje más tecnócrata de los profesionales politológicos).

Este es el argumento base de mi apreciación hecha sobre la escaza quincena del Gobierno del Presidente Abinader Corona: ¡está gobernando solo!, porque no tiene equipo ante la aparente parcelación en grupúsculos a su alrededor, que me provoca preguntar ¿cuáles son los hombres del Presidente (según el libro de los reveladores del Watergate de Nixon)?

Las respuestas probables marcan desde ya el curso de la Administración Abinader. Si él lo sabe, está echando una batalla quijotesca con sólo la ayuda de un Sancho peregrino. Sus ministros como que no han sido convocados por el programa de Gobierno (o simplemente, por las promesas de campaña que tocan a sus “parcelas de poder”), y nos muestran los vicios de la “vieja política”: el puesto por el puesto para ver cómo me las arreglo. Aquí entra el concepto de “desaprender” que usamos en la formación de los nuevos paradigmas del conocimiento. Los paradigmas son “constructos mentales” y cuando hay descubrimientos que nos cambian la compresión de la realidad, debemos desaprender el viejo paradigma para asimilar con nuevas actitudes y aptitudes al nuevo. Es el principio de la Teoría de Kuhn sobre el cambio de paradigmas. Lo más importante es que estos paradigmas se están desarrollando a una velocidad tal (en la magnitud de la velocidad límite que es la de luz), que el impacto no nos deja asimilar el cambio.

Esto sucede, porque no desaprendemos a tiempo y asumimos los cambios sin asimilar las implicaciones profundas del cambio. Lo mismo pasa en la “lucha por el poder” a veces llamada “política”, ya que crea “una ética del bandolero” en los “apandillamientos” conocidos como partidos («Todos para uno», de los Mosqueteros de Alejandro Dumas) en vez de la “ética del caballero” en la conformación altruista de la Nobleza («Uno para todos», la otra parte del eslogan de los mismos Mosqueteros, conformando la dualidad de la naturaleza humana representada por el Ying/Yang de los chinos ancestrales).

Me parece, y deseo estar equivocado, que la parte del juramento de los caballeros de los Mosqueteros no se ha hecho en el equipo fragmentado en sus lealtades en el Gobierno del Cambio para que la meta sea el cambio de la sociedad, de una vez por todas. Porque me parece, que en el otro lado,  en el Comité Político de la Corporación político-empresarial sí se hizo la parte del juramento de los bandoleros. Entonces, parece que se cumple aquello de que “los hijos de la tinieblas” son más sagaces que “los hijos de la luz”. Si no vayan a comprobarlo en la Biblia de los Cristianos.

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En República Dominicana hubo “educación política mientras las fundaciones de los partidos políticos alemanes estaban dispuestos a financiar esas actividades aquí y en el resto de nuestra América morena. Desde que hace tres décadas se fueron a "sembrar" en las nuevas democracias de Europa del Este (fue la excusa de la Fundación Naumann con la que trabajé), aquí se devaluó la formación política de los cuadros militantes. Quedamos con la formación que ofrece la vida y que ha sido moldeada por un populismo de derecha e izquierda, cuál más nefasto, para la institucionalidad democrática.  De ahí la necesidad de “desaprender” las malas “mañas” del “lumpen” –sea proletario o burgués, porque dondequiera se cuecen habas.

Mi advertencia al Presidente Luis Abinader Corona, cuente con los que cuentan con usted para lograr una República Dominicana como la soñamos combatiendo el corporacionismo político-empresarial de todas las tendencias ideológicas, porque no hay santos y demonios, sino hombres y mujeres hechos a imagen y semejanza del Dios Padre. ¡Hay que desaprender para poder gobernar!