Hay democracias que son tan peligrosas como cualquier dictadura. Son lobas vestidas de ovejas. Tienen constitución, parlamento, partidos y sistemas judiciales. Reciben préstamos y ayudas internacionales. Van a las importantes reuniones de países democráticos. Participan activamente en la ONU. Hacen bellos discursos enarbolando los principios de la revolución francesa y sus valores derivados. 

Hay democracias que son para consumo externo. Se exportan con la belleza de un poema. Se anuncian con trompetas de triunfo. Sin embargo si como los arqueólogos buscamos vestigios en las bases, no encontraremos más que intentos y buenos deseos. 

Hay democracias que han ido muy lejos con sus mañas, se han constituido con las apetencias de los políticos, quienes les han inyectado las leyes del deseo y del lucro. 

Hay democracias que han apagado en sus ciudadanos la sed de justicia, de solidaridad, de equidad, valores esenciales en cualquier democracia incipiente. Por el contrario, a través del clientelismo han fomentado el individualismo y la pasividad. 

Hay democracias que son el opio del pueblo. Son para soñar por un mundo mejor en otra vida. Son para  creernos que todo está bien o que por bonitos rezos y persuasivas palabras todo se va a arreglar. 

Hay democracias que  no cuentan con las multitudes, para ellas hay PIRAMIDES: los de arriba van enseñando a engañar a los de abajo, hasta que por fin los de abajo abajo quedan descorazonados sin nadie a quien engañar. 

Actualmente existen movimientos en nuestro país y en otras latitudes que claman  por democracia: educación de calidad para todos, participación política y social, libertades ciudadanas, equidad, derecho a la salud, transparencia en el manejo de los fondos públicos, sistema judicial veraz, respeto a la diversidad. 

Los países árabes que llegan tarde a la historia democrática de las naciones  jóvenes, quizá 40 años tarde,  tienen derecho a hacer su propio recorrido y a mirar a estas naciones fracasadas en verdadera democracia solo como contraejemplos. 

Espero que esos países  no se les ocurra mirar para esta isla. Lamentablemente nosotros no podemos enseñarles nada acerca de cómo constituirse democráticamente. Otros países latinoamericanos con trayectorias más exitosas en materia democrática pueden servirles de ejemplo tales como Costa Rica, Uruguay, Chile, quienes con mucho esfuerzo, austeridad  y con algunos fracasos han armado con seriedad su proyecto democrático. 

Y nosotros, aquí en esta media isla debemos  acelerar. Nos hace falta un movimiento que convoque a cada vez más ciudadanos, que luchemos sin miedo por los derechos que rezan en toda constitución que se precie de sustentar una  verdadera democracia.   

La nuestra es una democracia peligrosa porque nos hace creer  que ya llegamos cuando apenas estamos calentando los motores.