Desde antes de su arribo a la Casa Blanca, después de su inesperada y sorprendente victoria electoral sobre la favorita Hillary Clinton, el presidente Donald Trump dejó clara evidencia de que combatir el cambio climático no figuraba como tema en su agenda de gobierno.
No solo recortó de manera significativa los fondos de la agencia ambiental de los Estados Unidos sino que se apresuró en dejar establecido que su gobierno no ratificaría el “Protocolo de Kioto”, mediante el cual su país se comprometía conjuntamente con China Continental, ambos como las naciones de más impacto ambiental, en hacer los mayores aportes al fondo común de 100 mil millones de dólares prometido para adoptar medidas y financiar a los países de economía más débil en un vasto programa conjunto de acción destinada a reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera.
Ahora, con motivo del paso sucesivo de los devastadores huracanes Harvey e Irma que provocaron decenas de muertes en los estados de Texas y la Florida, así como cuantiosos daños materiales, el destacado periodista Andrés Oppenheimer, en un artículo publicado localmente en Listín Diario, llama la atención del mandatario estadounidense sobre el hecho de que ambos eventos catastróficos, de inusitada intensidad destructiva, debieran hacerlo reflexionar nuevamente sobre la abrumadora evidencia del calentamiento global.
La apelación de Oppenheimer figura apuntalada por el testimonio concluyente de un noventa y siete por ciento de los científicos climáticos de que el efecto invernadero es un hecho innegable y que no obedece a cambios normales que ocurren de manera periódica, como alegan quienes se empeñan en negarlo, sino que es resultado de los gases tóxicos que producimos los seres humanos, sobre todo por el estilo de vida prevaleciente en las sociedades más avanzadas y de las industrias que operan sin equipos de control de emisiones contaminantes.
Durante su agotado itinerario de entrevistas en radio y televisión el día antes del esperado paso de Irma por la costa norte del país, el destacado geólogo Osiris de León, dedicado conocedor del tema, advirtió que tanto su rápida evolución de tormenta a huracán y la inusitada fuerza de los vientos de ese, como antes de Harvey, eran consecuencia precisamente del cambio climático.
Es un peligro avisado de manera reiterada que se producirá otra serie de alteraciones sin precedentes en el comportamiento de la Naturaleza por esa misma razón. Esos cambios negativos se están sintiendo y continuarán manifestándose de manera creciente afectando la agricultura, el turismo, la construcción, el transporte y demás actividades económicas así com nuestra seguridad y hábitos de vida, que nos obligan a prepararnos con suficiente anticipación a fin de minimizar sus efectos.
¿Acogerá Donad Trump las evidentes señales que envían estos graves desórdenes naturales para entender que el efecto invernadero es una realidad cada vez más palpable, y anteponer esa realidad a la codicia y los intereses de sectores empeñados en frenar las medidas de preservación del medio ambiente?
¿Entenderá de una vez y por todas que ratificar el Protocolo de Kioto y honrar los aportes prometidos resulta una inversión de mayor importancia y de la más elevada rentabilidad para el mundo y los propios Estados Unidos?
De esperar que así sea. Pero en todo caso, por nuestra parte, tenemos que seguir avanzando en ese propósito con nuestros medios y recursos. No olvidemos que nuestro país figura en la lista de los que pudieran ser más afectados por los cambios que ya se están registrando y estamos sintiendo. Y frente a esa realidad debemos aplicar la sabia sentencia de que “alerta no mata soldado”.