Para el día de ayer la sociedad latinoamericana, y quizá parte del mundo, estaba expectante ante un hecho sin precedentes que iba a ocurrir: la muerte por eutanasia de Martha Sepúlveda, una colombiana diagnosticada con esclerosis lateral amiotrófica (ELA)

En toda la semana el tema había sido la felicidad que tenía Martha por saber que iba a morir y se libraría de los insoportables dolores que padecía por su condición de salud y que no quería esclavizar a su único hijo de 22 años quien también se mostraba tan feliz como su madre.

Esta es una práctica que la Iglesia condena y me hizo traer a colación la reflexión que ha hecho el teólogo católico más controversial que ha tenido la Iglesia y es el suizo Hans Küng en su libro una Muerte Feliz.

“Me gustaría morir consciente y despedirme digna y humanamente de mis seres queridos. Morir feliz para mí significa una muerte sin nostalgia, ni dolor por la despedida, sino una muerte con una completa conformidad, una profundísima satisfacción y paz interior”.

Küng quiere morir con la dignidad que ha vivido, siendo plenamente un ser humano y sin verse reducido a una existencia vegetativa. Todos tenemos una responsabilidad sobre nuestra vida. ¿Por qué vamos a renunciar a ella en la etapa final?,

En la consideración del principio y del final de la vida humana se está produciendo un cambio de paradigma bajo el signo de la autonomía personal. Una opción por la eutanasia no requiere apelar a la dimensión religiosa del ser humano, reconoce Küng, quien aporta, además, como argumento a favor su fe religiosa: la convicción de que no termina en la nada, sino que va hacia una última realidad, hacia la realidad más profunda donde encontrará una nueva vida.

El teólogo suizo da un sí fundamentado a la vida eterna como consecuencia de su fe en Dios eternamente vivo y como confianza racional en él. Para él, el seguimiento de Jesús y eutanasia no se excluyen. La misión de las personas cristianas y de las Iglesias es luchar contra la pobreza, el hambre, el sufrimiento, las injusticias sociales, la enfermedad, la muerte.

Con su definición pública favorable a la eutanasia, lo que pretende Küng es contribuir al desarrollo de un debate permanente en torno a la cuestión, aportar la voz de un teólogo cristiano afectado existencialmente por esta problemática y conseguir el cambio de actitud de la Iglesia oficial.

Para Küng una “buena vida” bien merece una “buena muerte” (eso significa etimológicamente “eu-tanasia”). La “humanidad vivida” con plena conciencia por Hans Küng también merece “una muerte feliz”.

Evidentemente es un tema que falta por debatir en nuestra Iglesia pues muchas personas se alegraron de que se haya detenido el proceso de la eutanasia y entre los argumentos es que Dios puede hacer el milagro de sanarla, de eso no tenemos duda pero mientras tanto ¿qué hacemos con una persona que no soporta el dolor de su enfermedad ni el de ver a su hijo de 22 años concentrar su vida solo en ella cuando podría concentrarla en otras cosas? Simplemente hago la pregunta para animar el debate mostrando las dos caras de la moneda.