Releo con entusiasmo La Condición humana de Hannah Arendt (Paidós, 2005). Es para muchos la gran filósofa del siglo XX cuyas reflexiones sobre la política, el totalitarismo y la banalidad del mal marcaron el pensamiento en Occidente. Arendt construyó un discurso generador de discursos y ello no siempre es frecuente en Filosofía…
Un paréntesis: en esta relectura me he convencido de dos cosas. Primero, las lecturas siempre son condicionadas e interesadas, por lo tanto, son fragmentarias. Regularmente leemos los libros con un interés tácito lo que obliga a focalizarnos en determinados contenidos que resultan relevantes en función del valor cognoscitivo que prefiguramos. Me explico: dependiendo de las lecturas previas, los esquemas mentales dominantes en el momento y cercanos al área de interés cognoscitivo, la apropiación de los sentidos expuestos en un texto será priorizando aquellos contenidos afines a la particular cosmovisión. Hay una labor de discriminación y selección de significados en la actividad lectora que muchas veces subestimamos, pero que es una muestra de la importancia no solo del hábito lector, sino también de la intertextualidad.
Tiene razón Louise M. Rosenblatt cuando afirma que la lectura es un proceso de transacción de significados entre lector y texto. Ahora bien, como lo propuso Julio Cortázar, en este proceso de transacción podemos jugar a imponer nuestros sentidos al texto o bien podemos dejar que los sentidos del texto nos invadan. Aquí tiene cabida el segundo descubrimiento en esta lectura: los buenos libros funcionan como una matriz de significados o, si se quiere, como una fuente inagotable de sentidos. Esta es la riqueza que descubro en Hannah Arendt y sus obras.
Volviendo a La Condición Humana, un aspecto que me resulta relevante en esta segunda lectura es el análisis de la autora sobre la modernidad y la sociedad de masas. Este análisis no se restringe a subrayar el auge de la esfera social, sino que es una radiografía de la “condición humana” en la modernidad occidental.
La modernidad ha impuesto una normativización de lo social que a juicio de Arendt subsume la acción (propia a la esfera política o pública) a la conducta (propio de la esfera privada y al mundo de la labor). La sociedad de masas ha fabricado una sociedad de consumidores en donde el ideal del animal laborans, la abundancia y el consumo, restringe los ideales del homo faber, del hacedor de mundos, de cosas que permanecen.
La especialización del trabajo en el siglo XX, recordemos el filme de Charles Chaplin Tiempos Modernos, se hizo en función de la efectividad en la producción para el consumo masivo. En este tenor, una sociedad de consumo requiere no individuos con sentido crítico que establezcan un mundo en común, sino de consumidores cuya preocupación fundamental sea la abundancia y el consumo como expresión de felicidad.
Está claro hoy que el proyecto civilizatorio de la modernidad americana, que es el que culturalmente se ha impuesto en suelo quisqueyano, está sustentado por una vida de consumo sin límites para el que se requiere una enorme riqueza que materialmente no poseemos. De ahí la eterna insatisfacción y desilusión que acompaña nuestro marcado sentimiento de una vida feliz.
El desahogo, la chercha, el bullicio, el jolgorio constante están redirigidos hacia la canalización de una fantasía de felicidad en términos de goce o consumo insaciable de productos de caducidad instantánea. Note usted cómo el “crecimiento” económico se mide en términos de productividad para el consumo o cómo nos convertimos en una sociedad de hoteles, resorts, restaurantes, supermercados y plazas comerciales; pero no de industrias.
Hannah Arendt es una autora actual que puede perfectamente darnos luces sobre nuestra “condición humana” como sujetos modernizados, construidos bajo la mirada del mercado y la esfera social. Su prosa clara, firme y documentada es un buen modelo de los aportes que ha hecho la mujer pensadora a la filosofía en todas las épocas. Leer a Arendt en estos tiempos de consumo exacerbado es una obligación intelectual que lejos de complicar la existencia la vuelve más ligera y sabia.
En los próximos números iré compartiendo mi acercamiento personal a una de las mujeres filósofas más importantes del siglo XX y un referente clave cuando de actividad pensante se trata.