Recientemente, los dirigentes oficialistas se han rasgado las vestiduras ante el reprochable comportamiento de algunos de los funcionarios municipales perremeístas que acaban de tomar posesión. Es innegable que estos perremeístas son cínicos. Pero los funcionarios peledeistas, al criticarlos, lo son aún más: en nuestro país, el hambre de puestos es universal.

Los peledeistas siempre han sido los mejores guardando las formas. Pero su comportamiento es, en el fondo, exactamente igual. Lo demostraré con dos ejemplos concretos, con dos vivencias personales.

La primera vivencia da ganas de reír.

Fungí como diplomático en Paris y Bruselas durante el cuatrienio 2000-2004. Al final del mismo, luego de que el partido oficialista perdiese las elecciones, el teléfono de la embajada no paraba de sonar. Se trataba de peledeístas que solicitaban, no precisamente con cortesía, que le cuidásemos los escritorios, las sillas y demás mobiliarios de la sede diplomática. Se trataba de “latas”, pero detrás de cada broma hay mucho de verdad. Los peledeistas no se preocupaban de los muebles, sino de los cheques que ya contaban cobrar. Trabajar, por cierto, era harina de otro costal.

La segunda, en cambio, da ganas de llorar, y mucho.

Si hablo públicamente de mi paso por la función pública es porque no tengo nada de qué avergonzarme: trabaje cada día de sol a sol, tal como lo he hecho en el sector privado, durante diez años antes y durante quince, después.

A pesar de ello, fui cancelado, naturalmente. En mi lugar fue nombrado un dirigente que, según me enteré, tenía mucha hambre, y no solo de puesto. Mi sucesor no solo devengó un jugoso salario en dólares que, al no haber puesto nunca un pie en Europa, resultaba aún más jugoso en nuestro país. Pero sus bellaquerías no terminaron ahí. Aprovechando las cuñas de que gozaba con el Canciller de entonces, montó un negocio aún más jugoso. El mismo se basaba en tres puntos. El primero era el cobro del primer sueldo de todo funcionario nombrado en el servicio exterior. El segundo era el cobro de una comisión por cada salario adicional. Y el tercero, la celebración de “ferias de electrodomésticos” en los pasillos de Cancillería, en la que los empleados estaban obligados a comprar. Todo basado en un sistema que deducía los “ honorarios” del poco honorable funcionario.

El funcionario fue finalmente destituido. Imagino que poco le importó: El negocito le debe haber dejado mucho dinero. Estimo que varios cientos de miles de dólares. Y cuidado si millones. Corría el año 2014. El procurador lo era Francisco Domínguez Brito ¿Lo sometió a la acción de la justicia?¿Hizo las gestiones para que restituyera la tajada del que había sustraído del erario?¿O para que la pagara en la cárcel? ¿Buscó inhabilitarlo para que ocupara de nuevo un cargo público y repitiera los mismos desmanes? Por su puesto que no. Tampoco lo exigió José Tomás Pérez ni ninguno de los que ahora se escandalizan.

Lo he advertido en otro artículo: es peligroso imaginarse que un gobierno de Abinader será la panacea universal contra los males que nos aquejan. Pero es preferible a un nuevo gobierno del PLD. Los hechos recientes lo demuestran. Tanto Abinader como Paliza se han pronunciado públicamente contra las acciones de sus compañeritos. En 2014, en cambio, nadie dijo ni esta boca es mía: ni Danilo, ni Domínguez Brito, ni José Tomás Pérez. Es más, hace apenas unas semanas, en una conversación con nosotros, el entonces procurador evadía olímpicamente el tema. Si entonces el caso fue conocido por la opinión pública, lo fue gracias al excelente trabajo investigativo que llevó a cabo el diario digital ACENTO.

Los dominicanos, tienen todos hambre de justicia. Y esa hambre es difícil de saciar, porque los políticos tienen todos, hambre de puestos. Es preciso elegir inteligentemente. A un malo conocido es preferible un bueno por conocer. Ha probabilidades de que un gobierno de Abinader no sea bueno; pero que un gobierno de Danilo, perdón, de Gonzalo, es, perdón, será malo es una realidad que no precisa demostración.