La obstinada negativa de los grupos radicales palestinos de negociar un tratado de respeto mutuo con Israel es hoy en día la fuente principal de inestabilidad en esa región. El hecho de que Tel Aviv negociara con la ANP un acuerdo es una prueba contundente de su reconocimiento a la formación de un estado palestino. Pero es obvio que eso sólo  podrá sostenerse si los líderes de la Mukata reconocen a su vez el derecho de los judíos a existir como nación. La mayor parte de los países árabes así ya lo reconocen e incluso dos de ellos, Jordania y Egipto, tienen relaciones diplomáticas plenas y formales con el estado hebreo.

Al enjuiciar el radicalismo de Hamás,  el dirigente de Al Fatal, Nabit Shaat, dijo al diario  español El País:” Este movimiento se encuentra donde estábamos nosotros hace 35 años”. Y recalcó que no sería posible un acuerdo con Hamás si no abandona la violencia, se suma al proceso de paz y promueve un estado secular. “Podemos alcanzar la paz con ellos, pero no integrarnos en una coalición”, dijo.

El problema radica en la imposibilidad de los moderados de desmantelar las milicias de Hamás y  la Yihad Islámica. Shaat dijo en aquella oportunidad que para lograrlo se requerían de tres factores: “Primero tenemos que reconstruir las fuerzas de seguridad, disponer de más armas y munición y planificar un mejor entrenamiento de la policía y el ejército. Esto llevará tiempo. En segundo lugar, tenemos que desarrollar la economía palestina y reducir el paro, que  entonces alcanzaba el 65%, para que la gente no se sumara a Hamás y Yihad Islámica. Con empleos, se unirían menos a la resistencia. Y el tercer factor es que esos grupos no desean sumarse al proceso de paz. Se necesitaría mucho tiempo para que estos tres requisitos se cumplan”.