Por más que al talentoso director de Diario Libre,  Adriano Miguel Tejada,  le asiste gran parte de razón cuando advierte que la comunidad internacional se ha cansado de prestar ayuda a Haití, que es tanto como  echarla a un barril sin fondo, no deja de ser un grave error la decisión de retirar los últimos efectivos de la MINUSTAH, apenas mil 300 hombres que compartían labores policiales de prevención y control de la seguridad ciudadana y el orden público para sustituir su presencia por asistencia política.

La propuesta partió de los Estados Unidos, seguramente bajo el criterio externado en más de una ocasión por el presidente Donald Trump, de que se trata de países, más bien núcleos humanos, de ínfima categoría, en los cuales no vale la pena gastar un solo dólar.  En este sentido, salvo las abstenciones de Rusia, cuyo interés de penetración en el continente es más que palpable, y la República Dominicana por razones sobradamente obvias, la propuesta estadounidense obtuvo pleno respaldo.

El problema planteado por la decisión adoptada en la ONU, tiene al menos dos vertientes de análisis de mayor importancia.

La primera es que los Estados Unidos, a nuestro juicio erradamente,  siguen obstinados en enfocar la solución de los problemas de Haití a base de imposibles soluciones políticas bajo el modelo de su funcional sistema de elecciones democráticas que sirve de sostén político a su sociedad altamente desarrollada, pero de ilusorios resultados en un conglomerado humano donde el desorden, la ausencia de institucionalidad,  proliferación de las bandas criminales y rampante corrupción son males que males que comparten y la extrema desigualdad social que mantiene a su población en permanente estado de crónica miseria extrema, inseguridad atraso, ignorancia, insalubridad y falta de todo posible horizonte de esperanza.

Esta decisión se adopta además en uno de los momentos más críticos por los que ha atravesado Haití en las décadas más recientes.  Las manifestaciones de protesta masiva donde el reclamo inicial de aclarar el destino de los más de 3 mil 500 millones de dólares de PETROCARIBE que al parecer se han volatilizado y el sometimiento de doce ministros y ex ministros, presuntamente involucrados en el monumental desfalco, han adquirido un giro político reclamando la renuncia del presidente Jovenel Moise.  Las protestas han dejado como trágico saldo decenas de muertos y una peligrosa atmosfera de latente insurgencia.

Si bien de momento la presión popular parece haber amainado dándole un respiro temporal al presidente Moise, este pudiera seguir sentado en realidad sobre un barril de pólvora que pudiera estallar en el momento más inesperado, bastando que un acontecimiento cualquiera le sirva de detonante.

La retirada de la fuerza policial de la MINUSTAH es evidente que debilita aún más el precario estado del orden público en Haití.  Y dado que todo lo que acontece al otro lado del territorio de que somos obligados ocupantes se refleja en este,  es obvio que en la medida en que se agrave su estado de inseguridad interna, la presión sobre la frontera para tratar de pasar hacia nuestro territorio  será mucho más fuerte.

De ahí que el acuerdo que comentamos representa un muy grave peligro potencial para el cual, tal como sugiere el propio director del Diario Libre, opinión que compartimos,  debemos estar preparados.  Que ese peligro lo sea en mayor o menor grado dependerá sobre todo de nuestra responsabilidad y sentido de alerta y previsión.