El titular y la noticia principal del periódico Listín Diario, del pasado 18 de junio, le creó tremendo lío al gobierno dominicano. “Medidas drásticas contra Haití”, decía el titular, que acompañado de la correspondiente reseña periodística, ocupaba más de la mitad superior de la primera página de ese día.

El lío fue tal, que apenas un par de horas después de que el Listín comenzara a circular, la Presidencia de la República Dominicana, a través de su portavoz, convocó a una rueda de prensa, en la que negó lo que decía ese periódico.

Roberto Rodríguez Marchena, Listín en manos, no solo dijo que no era cierto que el Presidente Danilo Medina planteara “Medidas drásticas contra Haití”, sino que, además, mostró a los periodistas el vídeo “in extenso” de lo que había dicho el Presidente.

Todo el que haya visto el vídeo habrá comprobado que, efectivamente, lo que decía el titular no se correspondía con lo declarado por Medina y habrá concluido que el Listín Diario mal interpretó, tergiversó o simplemente manipuló las declaraciones del Presidente.

El hecho de que uno de los periódicos principales del país haya “mal interpretado” las declaraciones del Presidente sobre un tema tan delicado y que destacara en primera
página esa versión distorsionada, no es una simple errata, sino también  un ejemplo de cómo ha sido manejado siempre, por la mayor parte de la opinión pública dominicana, todo lo relacionado con Haití: tanto prejuicio y ligereza, como para dar por factible, y para que sea factible, cualquier irracionalidad.

El mismo día, el Listín “editorializó” sobre tales “medidas drásticas” y además, traía en sus páginas
de opinión a tres articulistas que abordaban asuntos > relacionados con el tema domínico-haitiano.

El señor Orlando Gil, planteaba, entre otras linduras, que la población quiere y espera “que el Presidente Danilo Medina haga ver de nuevo que tiene los pantalones bien puestos” y que “si las autoridades decidieran cerrar la frontera o repatriar de golpe cincuenta mil haitianos de los
que viven ilegalmente, el aplauso sería casi unánime”.
Algo así solo puede plantearlo quien no tiene la menor idea de las consecuencias sociales y económicas que la puesta en práctica de sus sugerencias acarrearían.

Otra pluma era nada más y nada menos, que la del señor Félix Bautista, con su última “entrega” de tres artículos sobre “la nacionalidad”, en el que menciona el tema de Haití. El señor Bautista  debía
abstenerse de opinar sobre cualquier asunto que involucre a  Haití, por respeto a un segmento de los escombros sobre los que se levanta su fortuna y también por algo que se llama “conflicto de intereses”, ya que él es uno de los dominicanos más beneficiados de los “negocios” de República Dominicana con Haití.
¿Cómo puede el señor Bautista hablar de “la nacionalidad” en base a una serie de lugares comunes, discriminatorios, de la ideología del anti-haitianismo, después de haberse beneficiado tanto de los negocios con Haití?

¿Cómo es posible siquiera que el señor Bautista, después de lo que ha hecho con el país, junto a su canchanchán, Leonel Fernández, pretenda ofrecer lecciones sobre la nacionalidad, excepto a lo relacionado con cómo debía despojarse de la nacionalidad, a quienes no la merecen, por irrespetar y robar a su país y al país vecino también?

Las palabras “medidas drásticas” las utilizó primero una periodista en el encuentro en el que surgió la mala interpretación noticiosa. En el vídeo se ve cómo la batería de periodistas hacía cantidad de preguntas, sugiriendo, ellos mismos, las respuestas que al parecer querían escuchar del Presidente.

Al tocar el asunto de los intereses ocultos en la veda impuesta por Haití a la importación de pollos y huevos provenientes de República Dominicana, el Presidente Medina, dijo que sólo se trataba de negocios e intereses “tal vez no solo haitianos”.  Distraídos con la antihaitianidad, los periodistas ni siquiera repararon en que bien podían preguntarle al Presidente sobre esos otros intereses no identificados.

La República de Haití y la República Dominicana comparten una isla y tienen 360 kilómetros de frontera. Hay multitud de asuntos en común, medioambientales, de salud,  poblacionales, de derechos humanos, económicos y políticos, que solo pueden abordarse adecuadamente con cooperación y respeto mutuo.

Haití es nuestro segundo socio comercial. Según el mismo Roberto Rodríguez Marchena, el comercio con Haití, llega a la cifra anual de 1,500 millones de dólares, “quizás 2,000 millones”; lo que significa que la economía del país, recibe entre 61,000 y 82,000 millones de pesos cada año por su comercio con Haití.

Por otro lado, el sector de la construcción y el sector agrícola descansan fundamentalmente en mano de obra haitiana.

Por esas y otras muchas razones, es hora ya de que el Presidente Medina, de la misma manera que  dijo “No, No, No”, cuando una periodista pretendía hacerlo decir que los haitianos eran unos “desagradecidos”; también diga “No, No, No” a quienes mantienen la ideología del anti-haitianismo que fomenta odios, injusticias y discriminación.

Los haitianos no son nuestros enemigos, sino nuestros vecinos y clientes, entre otras categorías de relaciones.
Los haitianos compran parte de la producción dominicana; laboran en los eslabones más difíciles y peor pagados de la economía dominicana y conviven con los dominicanos de manera pacífica, aún cuando son abusados por las autoridades desde que ponen un pie en la frontera y en su diario trajinar como inmigrantes en nuestro país.

Al mismo tiempo, aunque en sentido general los haitianos son discriminados y mirados por encima del hombro por muchos dominicanos de todos los niveles, esta discriminación, en la práctica y en la vida misma, se disipa y así como hay acumuladas experiencias de hostilidades azuzadas por diferentes intereses, también hay que contar las experiencias de diaria convivencia juntos, tanto comercial, como de trabajo y también de solidaridad, que son parte de lo acumulado para crear las bases para otro tipo de relaciones con el país vecino, sus nacionales y la población domínico-haitiana.

Es teniendo en cuenta estas realidades y no en base a la ideología anti-haitiana, que el gobierno dominicano debe plantearse, tal como han pedido muchas voces y sectores sensatos, comenzar a buscar salidas que nos coloquen en el siglo XXI y proporcione una base sólida para las futuras
relaciones domínico-haitianas.

Como un gesto de buena voluntad y en reconocimiento a derechos injustamente negados, el  gobierno dominicano debía comenzar por otorgar de inmediato documentos de identidad dominicanos, cédula y acta de nacimiento, a 48 personas de ascendencia haitiana y a sus 32 hijos, tal como exige la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, (CIDH).

En dicho emplazamiento del CIDH, hecho en una comunicación remitida al Canciller Carlos Morales Troncoso se anexa una carta del Centro Para la Justicia y Derechos Humanos Robert F. Kennedy, la cual expresa que “14 de las 48 peticiones se encuentran en el listado de las 22,673 personas de ascendencia haitiana, a las que la Junta Central Electoral Dominicana le ha negado su documento de identidad”. La referencia forma parte de la abultada acumulación de cuestiones pendientes, que hay que abordar.

No es la primera vez que el Estado dominicano es demandado en organismos internacionales por las mismas razones y debe plantearse la búsqueda de soluciones racionales, comenzando por el reconocimiento de los derechos de la población domínico-haitiana y por la organización real de la
inmigración.
Más aún, el Presidente Medina debía crear una comisión que por primera vez llegue al fondo del asunto, al margen de la Cancillería y su titular y al margen de la Dirección General de Migración y su titular, el señor José Ricardo Taveras, que participan en esto agudizando los conflictos, sin resolver los problemas.

¿Cómo es posible que las autoridades dominicanas en la Cancillería, Dirección General de Migración y Junta Central Electoral, respondan siempre con la misma fraseología ante cada caso de reclamos en organismos internacionales, calificando dichas demandas de “ imputaciones alegres”, “irreflexivas” e  “irresponsables”, como si no existiera toda la problemática, que no desaparece porque se mire para otro lado.

¿Con qué justicia negamos la nacionalidad dominicana a niños/as, nacidos/as en nuestro país? ¿Hasta cuándo vamos a perpetuar como ilegales las cadenas de nietos, hijos, padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos de ascendencia haitiana?

Ha pasado ya el tiempo de que este asunto se afronte y comience a solucionarse.