El 12 de enero de 2020 se cumplieron 10 años del devastador terremoto en la República de Haití. Además de la descomunal cifra de muertos, heridos, niños y niñas en orfandad, destrucción física y económica, ese país se ha visto perjudicado por un conjunto de procesos internos y externos, constatando que lo menos priorizado ha sido la voz y necesidades de la sociedad haitiana.

Luego de los golpes de Estado, desde junio de 2004 hasta octubre de 2017, Haití se convirtió en un país ocupado militarmente bajo la Fuerza Multinacional Provisional y la MINUSTAH.

Esta misión, votada en el Consejo de Seguridad de la ONU bajo la consigna de que “Haití es un riesgo para la seguridad internacional”, tenía el objetivo de mantener la paz y seguridad pública, para un “entorno seguro y estable”. Hoy se conoce cómo, desde sus inicios, se vio implicada en el abuso de niños, niñas y mujeres. Recientemente, una nueva investigación aportó datos sobre la escandalosa conducta de las fuerzas militares extranjeras, conocidas como “cascos azules”.

Mujeres adultas, adolescentes y niñas que vivían en las cercanías de las bases de Naciones Unidas fueron víctimas de las relaciones jerárquicas y del control territorial que detentaron los “pacificadores”, que implicaron, en la práctica, el control sobre el cuerpo y la dignidad de quienes vivían en esos territorios, convertidos en zonas de ocupación, poder y violación.

Pero la multimillonaria operación MINUSTAH también fue determinante en la importación del cólera de Nepal a Haití, desencadenando la peor epidemia en la historia del país y la mayor de los últimos tiempos a escala mundial. Así, se llevó a la muerte más de 9000 haitianos y haitianas, según cifras oficiales, y algunos expertos estiman que serían más de 50 mil. En República Dominicana, las muertes superaron las 450.

Los responsables institucionales de la ONU participaron directamente en el ocultamiento del origen del brote como también de su impacto y letalidad inicial; fueron claves en su propagación y luego en el encubrimiento y protección de los culpables.

Todas estas acciones, bajo el manto de las Operaciones de Mantenimiento de Paz, han gozado de impunidad absoluta en términos de sanción jurídica y reparación, más allá de simples declaraciones de arrepentimiento y paliativos simbólicos. Dejan al desnudo el carácter autoritario y colonial con que actúan el Consejo de Seguridad, las Operaciones de Paz, las grandes potencias y los organismos que controlan.

Por su parte, el conocido “Core Group” (Grupo Central de Coordinación en Haití compuesto por varios gobiernos, la ONU, OEA y Unión Europea), incluyendo el representante del Secretario General de la ONU y jefe de la MINUSTAH, Edmund Mulet, así como Bill Clinton, Enviado Especial, fueron incapaces de hacer realidad la prometida “reconstrucción”. Apenas un 3 o 4% de la “ayuda” llegó efectivamente a los haitianos, y la soberanía política del país quedó confiscada, definiendo elecciones, quitando y poniendo presidentes. La élite del país ha sido parte activa en tal descalabro y escándalos de corrupción.

Mañana jueves 30 de enero a las 6.00 de la tarde en la Biblioteca Nacional, en Santo Domingo, Ricardo Seitenfus, prestigioso diplomático y experto internacional, pondrá en circulación la edición en español de su último libro “La ONU y el cólera en Haití”. Una oportunidad para conocer a fondo lo que ocurre en el vecino país y para involucrarnos en rescatar los Derechos Humanos, el Derecho Internacional y las instituciones encargadas de preservarlos, empezando por la ONU. Una necesidad crucial de la Humanidad y la mayoría de los países, que no somos potencias económicas ni militares.