Cuando nuestro prestigioso y destacado periodista, Juan Bolívar Diaz Santana, designado embajador en España, dice algo sobre Haití suenan las campanas de los enajenados mentales en todas las redes sociales y medios de comunicación.

Campanas que todo lo tergiversan porque nadie tiene argumentos para rebatir sus ideas sobre el problema haitiano. Mas bien se desata una cadena de insultos orquestada por los que siempre han pensado que a nuestros vecinos hay que hundirlos en el mar o llevarlos a un paredón al estilo Trujillo.

Pero Juan Bolívar jamás ha bajado la guardia ante las diatribas y tergiversaciones. Es un monumento de honestidad y resistencia.

Los dominicanos olvidan que estamos indisolublemente ligados a esos vecinos que muchos odian. Se olvidan de que su mano de obra mueve gran parte de nuestra económica en todos los sectores. Se olvidan de los capitales que sus ciudadanos ricos traen a nuestros bancos y de las inversiones que realizan en negocios diversos. Se olvidan de que es el segundo mercado de exportación de nuestro país y se olvidan de que son seres humanos que forman parte de los 600 millones de inmigrantes que sufren en todo el mundo de hambre, discriminación y muerte prematura en su intento de buscar otros horizontes.

Y miles de dominicanos también lo sufren cuando intentan viajar en yola a Puerto Rico.

La más reciente declaración de Juan Bolívar desató de inmediato una tormenta perfecta. Según algunos medios su declaración fue “Embajador Juan Bolívar Díaz sugiere legalizar 500 mil inmigrantes haitianos”.

¿Pero qué fue lo que realmente dijo Juan Bolívar?  “Parece necesario renovar el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE)”, donde se plantea la disyuntiva del nuevo gobierno con los 196 mil 471 inmigrantes, casi todos haitianos, que se acogieron al mismo desde el 2014 y cuyos carnés provisionales han vencido en el período 2019-20.

Son dos cosas diametralmente opuestas.

Casi 500 mil haitianos residen en el país de acuerdo con el último censo nacional de inmigrantes en el 2017, y son muy pocos lo que han logrado pasar el muro burocrático que se levantó para cumplir los tramites de regularización exigidos. Esta cifra incluye a los dominicos-haitianos que aún no han podido regularizar la condición de apátridas a que los llevó la sentencia 168-13.

Soy un firme creyente de que la inmigración ilegal tiene que ser frenada a toda costa y que la presencia ilegal de cientos de miles de haitianos en el país hay que solucionarla de una forma u otra. Pero eso no implica que actuemos como salvajes e insensibles, porque cuando maltratan a nuestros ciudadanos, legales o ilegales, en cualquier país del extranjero sentimos rabia contra esos hijos de puta que nos discriminan.