Para interpretar los “estados fallidos” o “estados frágiles” procede recordar conceptos de Max Weber de hace más de un siglo: “El Estado Moderno es una asociación de dominio de tipo institucional, que en el interior de un territorio ha tratado con éxito de monopolizar la coacción física legítima como instrumento de dominio…”
Por tanto, el Estado se basa en el “monopolio del ejercicio de la violencia legitima” constituyendo “la organización terrenal del poder de la nación”. Según Weber una comunidad cultural, étnica y lingüística no es una nación y mucho menos un Estado si no se cohesiona a través del poder político. Para que exista como tal, el Estado debe tener la capacidad de reivindicar, por medio de la fuerza, un área territorial concreta.
En su muy citado articulo “Gobierno y agitación” Bosch unifica, implícitamente, los conceptos de gobierno al expresar : “La esencia del concepto de gobierno no ha variado; el gobierno debe su existencia a su capacidad de coerción…”
El Estado puede coaccionar legítimamente a sus miembros para obligarlos a acatar sus reglas: no matar, pagar impuestos, educar a los hijos, limitar los vicios, vacunarse, etc. Si pierde esa posibilidad de amenazar, o coaccionar físicamente para que actúen, o dejen de actuar en función de lo que está legislado, deja de existir como Estado o pierde algunos grados de la llamada “estatalidad”. En esencia, un hipotético Estado que no pudiera ejercer coacción física sobre aquellos de sus miembros que decidan no seguir sus políticas, no sería un Estado.
En algún momento Weber resumió sus conceptos diciendo: “Llamamos Estado a una organización política si, en la medida en que su aparato administrativo se vale con éxito del monopolio de la obligación física legitima para el cumplimiento del ordenamiento”.
Advirtiendo el peligro del control político del Estado por parte de la burocracia Weber escribió: “En un Estado moderno el poder real, que no se manifiesta en los discursos parlamentarios ni en las proclamas de los monarcas, sino en la actuación administrativa cotidiana, reside necesaria e inevitablemente en las manos del funcionariado, del civil y del militar”. También recalcó: “…en la práctica el poder está evidentemente en manos de aquellos que realizan un trabajo continuo dentro del aparato, o bien de aquellos cuya influencia es decisiva… ya sea en lo económico, ya sea en lo personal…”
La fragilidad del Estado se manifiesta al reducirse la “estatalidad” y el Fondo de la Paz (Fund for Pleace, FFP) publica anualmente el “Índice de Estados Frágiles” (Fragile States Index, FSI) que provee datos de alerta temprana y mapeo de conflictos. Además, identifica las presiones que están empujando a un estado hacia el fracaso.
En el reporte de mayo 2021, Haití ocupa el lugar 13 dentro de 179 países y bajo la categoría “Alerta” Yemen, Somalia y Siria ocupan los tres primeros lugares de inseguridad de “Muy alta alerta”. República Dominicana ocupa el lugar 107 , bajo la categoría de “Advertencia” y Finlandia el número óptimo de 179, como “Muy sostenible”.
Haití está controlado por bandas que pretenden establecer su monopolio para ejercer su “violencia ilegítima”. Bajo la óptica de Weber el lector podría considerar si se trata de un “estado frágil”, un “estado fallido” o un estado derrotado, tendiendo a la disolución social.