Haití, ubicado al Oeste de la Isla La Hispaniola, es uno de los países más pequeños del mundo, con 27,750 km2 de superficie, y que cuenta con una población por encima de los 11 millones de habitantes, lo que representa una alta densidad poblacional de 406 habitantes por km2. Según datos ofrecidos por el PNUD, en su informe sobre el Índice de Desarrollo Humano 2019 (IDH), la esperanza de vida en Haití oscila de 63 a 66 años, y el 60% de su población vive en la pobreza, datos del Banco Mundial.
Desde su independencia de Francia el 1ro de enero del año 1804, hace 217 años, Haití ha sufrido transiciones políticas, económicas y sociales, que lo ha llevado a ser el país más pobre de América Latina.
Se entiende que la carencia de institucionalidad y la ausencia de programas de gobierno sostenibles, orientados al bienestar social, contribuyen a un difícil medio vital, mismo que impide se rompa la cadena de pobreza. La situación de depresión económica y falta de oportunidades de desarrollo ha impulsado numerosos nacionales haitianos a buscar refugio en otros países, incluyendo la República Dominicana; que, como país en vía de desarrollo, tiene desafíos económicos, sociales y culturales en la implementación de su Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 y retos ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos,, de la cual forma parte.
En la actualidad, la permanente situación de incertidumbre luego del reciente magnicidio presidencial y el evento sísmico de este año, se verifica el aumento de bandas delincuenciales desenfrenadas, que mantienen en total desasosiego la población haitiana.
Ante este panorama, el presidente de la República Dominicana, Lic. Luis Abinader Corona, en el 76º Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), realizado en Nueva York, hizo un llamado a la comunidad internacional para que acuda en apoyo a la emergencia de Haití. En su alocución, el mandatario dominicano expresó que “No hay, ni habrá jamás una solución dominicana a la crisis de Haití”. Expresó, que “Los haitianos por sí solos no podrán pacificar su país y mucho menos garantizar las condiciones para establecer un mínimo de orden”.
La emigración masiva de haitianos a otros países ha derivado a situaciones violentas al ser agredidos al cruzar fronteras, como la de México, para refugiarse en los Estados Unidos de América, donde recientemente fueron perseguidos de forma cruel, a pesar de que los Derechos Humanos de la ONU establecen la obligación de los gobiernos de actuar de una manera determinada, o abstenerse de emprender ciertas acciones, para promover y proteger las libertades fundamentales de los individuos o de los grupos. (Declaración de los Derechos Humanos, ONU).
La génesis de creación de la ONU explica que sus fundamentos son Mantener la paz entre las naciones, pero también abunda sobre la colaboración y solidaridad entre los Estados Miembros.
Haití forma parte de la ONU, y es urgente que los Jefes de Estado Miembros hagan un ejercicio de altruismo ante las interrogantes: ¿Cuál es el futuro que se presenta a Haití? ¿Cuáles oportunidades tendrán las próximas generaciones si no se brinda ahora la cooperación que necesitan para que su horizonte sea más optimista y puedan incorporarse a la cadena de desarrollo en que se encuentra casi la totalidad del mundo?
La República Dominicana debe mantener una firme alerta internacional hasta que Haití sea provista de la ayuda internacional efectiva que con urgencia necesita. Y para asegurar una cooperación fluida y eficaz de corto, mediano, y largo plazo, es conveniente se elabore, con las autoridades haitianas, de la ONU, y países aliados, un plan de apoyo coherente, viable, que permita llevar esperanza a una población que no puede ni debe ser abandonada a su suerte.
Sólo la solidaridad entre los pueblos permitirá aprendizajes resilientes para promover mejores condiciones de vida, un desarrollo sostenible y garantía de los Derechos Humanos Universales a nuestro vecino país.