Considerado no solo el país más pobre del continente sino figurando también entre los más corruptos, el vendaval que con fuerza creciente ha estado recorriendo la región ha comenzado a soplar fuerte en Haití.
Esta semana miles de haitianos se movilizaron en una gran manifestación anti-corrupción para exigir del gobierno de Jovenel Moise el inicio de una investigación a fin de determinar el destino de 3 mil 800 millones de dólares recibidos a través del programa PETROCARIBE, fondos que presuntamente han sido desviados.
Una suma cuantiosa en cualquier tiempo y latitud, lo es de mucha mayor importancia en el caso de Haití, cuyo empobrecido pueblo arrastra todo género de miserias e infortunios, agravados por una reducida clase de funcionarios y políticos venales y un reducido y codicioso grupo de privilegiados que han levantado grandes fortunas a base de todo tipo de negocios ilícitos asociados al poder, incluyendo el narco tráfico.
Lo que comenzó en días reciente como el reclamo de unas cuantas voces que tomaron la iniciativa de reclamar se transparentara el destino de los fondos obtenidos a través de PETROCARIBE se ha convertido en una gran marea de ciudadanos airados, que fácilmente pudiera derivar en un tsunami de grandes proporciones que arrastre y barra las casi inexistentes bases de la institucionalidad en que se asienta el poder político al otro lado de la frontera.
Obviamente es como llover sobre mojado, volver a reiterar que todo lo que ocurre en el otro extremo de la isla, de una u otra forma repercute en nuestro territorio, lo que obliga, por elemental prudencia, a prestarle la máxima atención y monitorear de manera continua el desarrollo de los acontecimientos en Haití.
Dada la vecindad geográfica y la vulnerabilidad de la frontera se justifica por consiguiente el envío de tropas de refuerzo para extremar la vigilancia y poder enfrentar cualquier situación impredecible que pudiera afectarnos.
De esperar que no ocurra asi. Pero ello dependerá en gran medida de la forma en que el gobierno haitiano sea capaz de manejar la delicada situación que se le ha creado, dando respuesta satisfactoria a las justas demandas de un pueblo que da señales de no seguir soportando en silencio el saqueo, los abusos y turbias operaciones de políticos y negociantes deshonestos y corruptos, responsables en mayor medida de su miseria e infortunios.