Haití ha vivido una nueva catástrofe en todos los sentidos. El pueblo se levantó a protestar y se encuentra una vez más con una clase dirigente sin humanidad. Sus gobernantes siguen caracterizándose por la crueldad e irresponsabilidad con un pueblo que a pesar de la desprotección y la pobreza material mantiene la esperanza, la dignidad y la alegría. Un pueblo que lucha, se arriesga, se tira a las calles, grita su tragedia, y no encuentra apoyo.

Que terrible es ser pobre y mayoritariamente negro, parecería que Haití, solo le importa a un pueblo que sufre y merece vivir en paz. Un país encendido por muchísimos días, un gobierno que asesina y la comunidad internacional callada; no se convocan reuniones de emergencia en los organismos internacionales, no hay voces reclamando y apoyando, no hay un escándalo internacional y las potencias no se están “amenazando”.

Las demandas populares y la gente tirada a la calle, han sido la excusa para masacrar. Lo que exigen es lo mínimo, lo necesario, lo ineludible, buscan justicia social y bajar el costo de la vida. Reclaman tener una vida con menos carencias, en fin, justicia, justicia, justicia. Denuncian la corrupción sin escrúpulos de una clase dirigente que no le importa su gente, que parecería que se regodea en ser el país más pobre del hemisferio, para desde ahí chantajear en su propio provecho y beneficio. A la gente la siguen ignorando, siguen sin hacer nada para que la situación cambie. 

¿Cuánto más tendrá que padecer el pueblo haitiano? ¿Por qué la irresponsabilidad de toda la comunidad internacional frente a esta situación? ¿Qué tendrá que hacer la gente en Haití para lograr salir de la terrible situación en que está sumido el país? Sabemos que la solución no está en quienes lo dirigen que solo se han ocupado de lucrarse; ni en una “cooperación internacional”, que parece más un medio para que mucha gente se enriquezca en nombre de la gente pobre, que una real ayuda. Y, para que “salvadores” se aprovechen, exploten y abusen incluso sexualmente a personas en condición de vulnerabilidad.

Ningún pueblo se merece todo lo que ha tenido que vivir la gente en Haití. Tanta indolencia, tanta tragedia, tanta corrupción, tanta inequidad, tanto abuso tiene que encontrar la vía para ser detenido. La gente en Haití necesita y merece comer, tener vivienda, educación, empleo, salud, seguridad, por mencionar solo algunas de las carencias absolutas que les arropa. 

¿Qué va a pasar con Haití? ¿Qué va a pasar en Haití? ¿Qué va a pasar con tanta gente sumida en la mayor desesperación, pobreza y necesidad? Salieron a manifestarse con sobrada razón y han recibido una masacre. Es necesario construir una humanidad verdaderamente humana, que crea en la honestidad, el diálogo, la cooperación y la transparencia. Y desde ahí trabaje para reconstruir el país. 

Aspiremos a que la comunidad internacional, asuma su parte de responsabilidad en la superación de la situación haitiana. Y que, en Haití, el gobierno sea asumido por personas dispuestas a trabajar por el bien común y la construcción del Estado.

De este lado de la isla, aquí en República Dominicana, por favor, seamos inteligentes, dejemos de estar hablando de absurdos como “invasión” y entendamos que, como país, debe interesarnos la estabilidad del vecino más próximo, porque eso aporta a nuestra propia estabilidad. Convirtámonos en el principal aliado estratégico para que pueda ser superada la crisis haitiana. Y, sobre todo, dejemos de pensarnos “superiores”, con ese negado, pero perenne racismo, recordemos el mandamiento cristiano del amor al prójimo. Y si realmente nos interesa que la crisis haitiana nos afecte lo menos posible, dejemos la soberbia y construyamos un grupo de trabajo geoestratégico y político que colabore aportando vías de solución desde un interés legítimo para que la isla este en paz.