Mientras la crisis toma cuerpo y el neoduvalierismo haitiano se posiciona, con diligentes hazañas diplomáticas, he vuelto a recordar y a buscar en mis anaqueles un libro de 1986 que su autor, Bernard Kouchner (*), tituló Charity Business, donde explicaba ciertas estrategias de lo que se podría llamar el mercado humanitario y sus operaciones financieras.

La administración de Martelly desde hace bastante tiempo venía desarrollando una estrategia diplomática con altos ruidos mediáticos. De hecho, no hace mucho tiempo, los medios franceses daban cabida a la flamante visita del Primer Ministro de Haití, (véase un artículo de Amanda Castillo publicado en este portal digital el 23 de septiembre bajo el título  de Lamothe en Tournné) Laurent Lamothe, que desde Radio Francia Internacional vendía a Haití como el lugar más seguro de la región del Caribe.

Esa estrategia tenía lazos de privilegio con Unasur, donde no hace mucho, Haití fue invitado de honor, como representante de todo el Caribe. Crece la audiencia y lo mísero vende, nadie quiere estar contra el débil y apaleado, y en diplomacia menos.

En ese marcado que es la debilidad por miseria, el juego diplomático tiene su rol y algunos mandatarios suramericanos, no lo piensan dos veces para hacerse la foto en medio de aquel "paraíso" necesario (para las elites y el gobierno de turno) entre los " condenados de la tierra" al decir de Fanon, el mártir de Martinica.

Bernard KouchnerLo humanitario como mercado para vender la miseria implicaría una técnica auto conmiserativa, fuerte que el discurso oficial asumiría en el caso de la actual crisis para asumir un rol de víctima propicia ante el mundo y al mismo tiempo esconder deberes sociales y compromisos morales de un gobierno que poco a poco comienza hacer agua, como los veleros en alta mar y al garete.

Las secuelas del terremoto del 2010: ¿donde esté el dinero de la reconstrucción de la ciudad de Puerto Príncipe?

La miseria administrada por élites gobernantes, tiene sus compases, vivir como parias y zombis, deambulando por basureros, para huir de la miseria impuesta por un sector social que observa en el anti dominicanismo de circunstancia, la posibilidad de la estabilidad de un gobierno con debilidades intestinas a flor de país.

La pregunta precisa, que no se puede evadir: ¿Qué significó el Terremoto para las clases populares de Haití, una oportunidad de relanzar su país con nuevas expectativas o un motivo más para que la miseria sea administrada como un mercado de oferta y demanda por los poderosos que actúan en sus  condenamientos  a la miseria como los viejos esclavistas?

Puerto Príncipe, destruido por le terremoto de 2010El Terremoto cambió también la  correlación de fuerza  y pulso internacional entre los dos países.

Colocó a la República Dominicana en una situación geopolítica que al mismo tiempo, fue utilizada por negociantes de la política  y la miseria de los demás, para sacar una ventaja que ha quedado impune en Haití y en la propia República Dominicana.

Margarita Cedeño, entonces primera dama dominicana, presidente Leonel Fernández Reyna (dominicano), presidente Michel Martelly (haitiano) y su esposa Sophia Martelly. Enero 2012En todo este proceso, cuando se analiza a fondo, la existencia de los barracones en Puerto Principe, cuando se analiza a fondo la manipulación diplomática, que tiene aún como eje a Venezuela y las influencias étnicas de Haití sobre el Caricom (no hay que olvidar ese liderato por filiación racial y modelo de primer país negro liberado por sus propias fuerzas, la convicción de una herencia común a partir de la lucha contra el esclavismo colonial europeo) la conclusión es clarísima, dirían ellos: ‘Es la oportunidad de  castigar a ese bicho raro de la historia que es la República Dominicana, a ese bicho raro de la historia del Caribe, a ese bicho raro que nada tiene que ver con nosotros, porque no siente al África como nosotros la sentimos, porque sin ser españoles, siendo negros, se sienten españoles, porque en su enajenación no ayudan a que el en el Caribe haya un pensamiento único, et etc…’

Michel Martelly y Leonel FernándezPues bien, existen otras miradas, no existe en el Caribe una sola mirada, por eso en el Caribe, no todos tenemos la misma historia, eso es lo que se debe entender y no escudar la crítica en el famoso Bovarismo, insoluble, peyorativo que, por demás, no extiende la mano para el diálogo franco binacional, sino que condena a ciegas al otro.

Bien, pero sigamos con el negocio de la Caridad.

En Haití el imaginario de la miseria también ha credo  actitudes conductuales con respecto a necesidades e indigencias crónicas, que sin embargo no conminan a ese pueblo a la pasividad total contra sus opresores internos, quienes creen que inyectando el veneno del anti-dominicanismo al por mayor, sacarán las castañas del fuego, cuando la población ruja y demande socialmente, lo que le pertenece y que se le ha negado aquí y allá, en los dos lugares.

Jean Claude Duvalier, derrocado dictador haitianoLa miseria es un control de perversidades, un conductor de la degradación humana, la miseria no tiene ni nacionalidad ni color, es la plaga del alma de los pueblos, lo ha sido siempre. El manejo de la miseria, su administración por dosis en el tiempo, aniquila voluntades, el clientelismo es un rostro organizado de la miseria que corroe, el clientelismo es la miseria con forma institucional, es el modo de arrinconar a la gente a dudar de sus propias capacidades, para cambiar con luz y fuerza propia su destino.

Haití, penetrado por los organismos internacionales, sometido a una situación de administración de estado emocional y material de sobrevivencia, está en manos de un grupo social que sabe bien que la miseria administrada, le garantiza temporalmente el poder.

Cuando Bernard Kouchne ha dicho que la  caridad es un producto de consumo de masas, no lo decía pensando en los proyectos de ONG que viven de la miseria del mundo subdesarrollado, pensaba en Haití, donde la condición humana tiene historias de espanto.

El negocio de la caridad y su bajeza moral

François Duvalier (Papa Doc) y Jean Calude Duvalir (Baby Doc)Cuando nuestras clases políticas acuden al negocio de la Caridad, algo huele mal en Dinamarca, porque es condenar a una población a un síndrome de inestabilidad permanente, (esos proyectos de lacrimosos de la Ex Primera Dama, en República Dominicana), en Haití los círculos del poder, articulan el negocio de la Caridad, regalan cosas, hacen fundaciones sociales con fines de ayudar a los más pobres, para que su tranquilidad garantice el juego político en el tiempo, aunque nada nunca se resuelva ( cualquier parecido con la tierra que habito, no es casual ), porque para esas clases, nunca pasa nada en sus vidas personales, no tienen un perfil emocional para que sus vidas personales tengan otros derroteros que no sea pensar en sobrevivir.

En el caso haitiano, la espera, la indigencia, a veces la sumisión y el conformismo, son resultados que ayudan a la clase política y a las élites, a seguir con su juego un juego rentabilizado en el misérrimo destino de grandes masas.

Lo que sucede ahora es que, con la crisis entre los República Dominicana y Haití, ese negocio de la Caridad, pasa a un segundo plano,  para convertirse en una salsa nacional de anti-dominicanismo inveterado, que permite maniobras y respiro al poder neoduvalierista de turno.

Finalmente, Jacques Meurant, en su libro " Charity Business Money And Dream (Caridad Negocios dinero y sueños) habla del delito de conciencia sobre el tema, de lo que ello significa para millones de personas en el mundo, de las violaciones de derecho que esa rompedera de sueños y personas significa.

En otras palabras, Haití sigue siendo un modelo donde la conciencia de dependencia, donde la dádiva como acción prioritaria, es determinante y normal.

Lo curioso de todo esto es que ese modelo  se maneja a nivel mundial, los que están en el poder saben que la compasión del primer mundo es clave para las donaciones (¿Llegan en realidad al pueblo haitiano?).

El negocio de la Caridad tiene una categoría hasta diplomática, que bien  manejada, pone en apuros a cualquier Estado que quiera enfrentarse a Haití por esa vía; porque el negocio de la caridad, también, con buena manipulación, vende al débil como un ser depauperado. Por todas esas razones, en esta crisis la República Dominicana es un falso Goliat, ante un David, que tiene una casa podrida de corrupción y sabe usar muchos camuflajes de esos que esconde, como estrategia, en los grandes basureros que pueblan sus calles, como si fuera un paisaje eterno de miseria necesaria, impuesta como una máscara de invalido eterno… (CFE)

(*)  Bernard Kouchner, fue ministro de varios gobiernos socialistas y de derecha en Francia.