En días pasados llamamos la atención sobre los resultados de una seria investigación llevada a cabo por científicos de la prestigiosa universidad de Temple sobre el grave estado de deterioro ambiental de Haití, cuyo grado de deforestación sobrepasa el 98 por ciento, y donde apenas conserva el 0.32 por ciento de área boscosa en sus bosques primarios lo que hace imposible la vida de animales y plantas endémicas, mucho mas de seres humanos.

Al enfocar el tema no nos animaba un simple interés periodístico ni académico, sino una profunda preocupación por la forma en que ese estado de auténtica desertificación del territorio vecino no solo constituye una seria amenaza de sobrevivencia para el pueblo haitiano, sino también por extensión representa una situación de alto riesgo para la República Dominicana.

Esto así, sobre todo en la medida en que el tiempo corre de manera inexorable acercándonos cada vez mas a los catastróficos efectos que se prevén como consecuencia del cambio climático esperados para mediados del siglo, o sea, para el 2050, a la vuelta de apenas 32 años, que a los menos previsores pudiera parecer un largo plazo pero en realidad llegan a pasar como un suspiro en la limitada permanencia de los seres humanos en este mundo.

La razón es tan sencilla como contundente.  Somos una unidad geográfica en tanto habitamos el mismo territorio, separado por una línea fronteriza mas imaginaria que real en tanto no nos divide el espacio físico en lo absoluto.  Y esa unidad geográfica, llamada isla Hispaniola, figura en la lista de los diez territorios en el mundo considerados más vulnerables a las consecuencias del efecto invernadero.

En la columna que mantiene en el periódico Hoy el destacado ambientalista ingeniero Eleuterio Martínez, especialista en Recursos Naturales, dotado de  sobrada experiencia  y autoridad en la materia,  se refiere precisamente a este mismo tema, señalando que Haití ha diezmado totalmente 42 de sus 50 montañas mas elevadas. 

Martínez hace mención al hecho comprobado de que el abastecimiento de agua de  casi la mitad de la población haitiana depende de los ríos que nacen de este lado de la isla, mientras que el resto de la misma no cuenta con fuentes seguras para garantizar su consumo.  Una realidad que nos recuerda fue llevada por el ex Ministro de Medio Ambiente, Francisco Domínguez Brito  a conocimiento de los organismos de las Naciones Unidas.

El problema como plantea Martínez con criterio realista es que Haití y República Dominicana tal como compartimos el mismo territorio formamos  un “ecosistema único”,  que requiere mantener la conectividad de los componentes más sensibles en sus respectivos ambientes para tratar de frenar el avance del progresivo proceso de desertificación que viene del otro lado de la imaginaria línea fronteriza hacia este.

Tal como advierte, y citamos sus palabras textuales “El riesgo es inminente. Lo tenemos en las narices solo que no lo vemos. Esta situación no preocupa a las altas esferas de la gestión del Estado Dominicano, ni a ninguna autoridad oficial del país le quita el sueño”.

Más claro: el problema es tanto de importante como los acuerdos a que se haya podido llegar con China, el monto de la deuda pública, los intereses en pugna en torno a la Seguridad Social, las pugnas intra-partidos, la modificación de la Constitución con fines electorales, o cualquiera de los otros diversos temas que absorben diariamente la atención de la mayoría de la ciudadanía.

Ojalá comencemos a valorarlo en su verdadera dimensión y tomemos a tiempo las medidas que sean de lugar.