Haití sigue bajo la lupa de la comunidad internacional. Hace pocos días, el ex presidente norteamericano Jimmy Carter reconoció que Estados Unidos no ha cumplido con sus promesas de ayuda para la reconstrucción de Haití, como tampoco lo han hecho otras naciones desarrolladas que asumieron similar compromiso.

Hoy día, cientos de miles de haitianos continúan a la intemperie, debido al devastador terremoto que se produjo el 10 de enero de 2010, aparte de que quedan enormes secuelas de la epidemia de cólera que mató más de 6.000 haitianos que se ramificó hacia la República Dominicana.

El presidente Martelly, que llegó al Poder sin experiencia de Estado, está tan abrumado por todo lo que sucede en Haití, que en ocasiones toma medidas que para muchos son incomprensibles. En su afán supuestamente encaminado a lograr "una unidad nacional", designó a un hijo del antiguo dictadorcillo Jean-Claude (Baby) Duvalier, involucrado en graves violaciones a los Derechos Humanos durante el horroroso régimen de su padre.

Martelly, además, ahora trata de crear un Ejército de 7.000 hombres, tarea que no parece prioritaria en estos momentos, a menos que sea para frenar el tráfico de drogas y armas hacia la República dominicana, además de la creciente migración ilegal cuyos componentes carecen todavía de oportunidades económicas en Haití.

Esa situación, según vislumbramos, continuará a corto y a mediano plazo, puesto que en la vecina nación no se han creado las infraestructuras necesarias que permitan generar empleos y riquezas. Son muy pocos los haitianos que han encontrado trabajo en las mínimas tareas de reconstrucción emprendidas.

Es mucho lo que ha hecho a favor de Haití un vecino pobre como es la República Dominicana: fuimos los primeros en llegar al devastado Haití después del terremoto; fueron millones las raciones de comida que les proporcionó el gobierno dominicano, aparte de que prestó su territorio como apoyo logístico para que unidades aéreas y terrestres de diversos países pudieran emprender las tareas iniciales de socorro. Esto es aparte de que nuestro gobierno está construyéndole una Universidad, que como quiera que se vea va en desmedro de los servicios de educación que necesitamos.

Sin embargo, pese a eso, el gobierno dominicano debería presionar más a los organismos internacionales y a los propios países que suscribieron el pacto para reconstruir a Haití, a que agilicen sus esfuerzos para que esa nación salga del marasmo en que se encuentra.

La migración ilegal de haitianos, el tráfico de drogas y de armas no podrán ser controlados eficazmente mientras en Haití haya tanta pobreza y la democracia no avance. Los dominicanos debemos ser los más preocupados para que en Haití se fortalezcan las instituciones y se afinque el proceso democrático, pues todo lo negativo que sucede allá se refleja necesariamente en la República Dominicana.

El presidente Martelly, por su parte, debe cuidarse de tener colaboradores que no creen en la democracia, pero además tiene que actuar con mano firme para prevenir los delitos que se cometen en nuestra frontera común, como son el contrabando y el tráfico de personas.