De nuevo la mirada del mundo se vuelca sobre Haití debido a la reciente catástrofe que destruyó vidas y estructuras físicas. El país, con una población que asciende a 11,4 millones de habitantes, es el más pobre de América Latina y el Caribe, con un 60% de su población por debajo del umbral de pobreza, según datos del Banco Mundial.

La inestabilidad en la gobernabilidad del país, creada por el asesinato reciente del Presidente, ha aumentado la violencia política generalizada. A esto se suma la insuficiente disponibilidad de albergues para atender a los heridos y personas sin hogar.  Ante este escenario la población languidece en la esperanza de una vida mejor.

Más agravante aún, esta no será la última vez que Haití se vea afectado por este tipo de fenómenos naturales, mismos que amenazan con ser recurrentes debido a que el país tiene características específicas que vulneran la estabilidad de su suelo, cimentado entre varias placas tectónicas  movedizas, escenario propicio para terremotos o temblores de tierra. Eventos que serán más frecuentes como parte de los efectos del cambio climático. 

La vulnerabilidad estructural de Haiti hace imperativo que nuestro vecino país tome medidas urgentes que preparen la población ante estos fenómenos naturales, y los riesgos que presenta a la  existente y futura infraestructura.  Recordando que, durante los años transcurridos entre los sismos de 2010 (7.0 grados, profundidad de 13 Km;   y 2021 (7.2 grados, profundidad de 10 Km), hubo movimientos de magnitud menor en toda la isla, mayormente en Haití. 

En repetidas ocasiones la República Dominicana ha solicitado apoyo sustantivo para Haití ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).  Por diversas razones el resultado no ha sido muy halagüeño.  Sería oportuno que, en septiembre próximo,  el país presentara una solicitud de apoyo, verbal y escrita, ante la próxima Asamblea General de la ONU.  La escrita contentiva de un resumen de la ayuda necesaria post catástrofe de agosto en curso. 

Previo a la Asamblea, sería importante que República Dominicana, desde ya, consolide la solidaridad colateral con otros países a dicha solicitud, y que cuente con un respaldo fuerte que asegure la consolidación y  puesta en marcha de un programa de construcción horizontal con los elementos necesarios, vis-a-vis, terremotos y los inminentes efectos del cambio climático.

Es tiempo de que la cooperación de la comunidad internacional a Haití ponga alta prioridad en la mitigación y preparación ante desastres naturales. La colaboración necesita contextualizar dos vertientes: la urgente, de alimentos, medicamentos esenciales, atención médica, y refugios; y la mitigación de estos efectos, que ha de ser estudiada y planificada a corto y mediano plazo. 

Resiliencia e intervención sistemática son los elementos fundamentales al momento de pensar en programas de cooperación que devuelvan la dignidad, seguridad y estabilidad a un pueblo que merece mejor suerte. 

Autora: Gilka Meléndez Fernández

Consultora internacional