Haití ha tenido una accidentada historia; fue la más próspera colonia francesa, en base a una explotación inmisericorde y un sistema esclavista totalmente inhumano. Hastiados de tantos sufrimientos e injusticias, los esclavos se sublevaron y acabaron con personas y propiedades de sus amos blancos.

En 1804 declararon la independencia de lo que en ese momento se conocía como la colonia de Saint Domingue, pasando a ser la Republica de Haití. Se abolió la esclavitud inmediatamente,  siendo el primer país de América Latina en separarse de quien desde hacía tiempo lo dominaba y explotaba; Francia.

A partir de esa fecha, se sucedieron gobiernos de todo tipo: reyes, emperadores, gobernadores vitalicios, etc. Se dividieron el poder y el territorio, negros y mulatos se enfrentaron por el control de la Nación.

Hasta la fecha, Haití contabiliza más de 40 gobernantes, la mayoría de ellos han sido derrocados, algunos asesinados, muy pocos han terminado su mandato, aunque algunos han permanecido largo tiempo en el poder como dictadores.

De ser la colonia más productiva de Francia en este momento ese país es uno de los más pobres y desorganizados del mundo;  con el agravante del surgimiento de un número de pandillas de antisociales, armados hasta los dientes y con públicos vínculos con políticos haitianos, que han tomado control de buena parte de su territorio con las negativas consecuencias que ello conlleva y con el peligro de que pueda ocurrir algo parecido a lo que pasó en Somalia.

Siempre había creído que a la República Dominicana lo que más le convenía era que Haití progresara económica e institucionalmente; pero viendo el desarrollo de los acontecimientos en el vecino país y el asesinato del presidente Moise, que ha provocado que en ese lugar no se sepa quién ejerce el gobierno;  he llegado a la conclusión de que poco podemos hacer para que esto suceda.

En Haití no existen interlocutores válidos, la credibilidad de su clase política es mínima, el reducido grupo empresarial existente es el principal responsable de la explotación de su pueblo y socio activo de las componendas políticas que en ese lugar se fraguan.  Frente a estos hechos y a las innegables repercusiones que tienen en nuestro país los sucesos que allá se producen y al deterioro de la situación cada vez más evidente, me pregunto qué podemos hacer nosotros?.   Creo que en primer lugar, entender que mientras este planeta exista compartiremos la isla,  que los problemas haitianos, más tarde o más temprano también se convertirán en nuestros,  que las migraciones cuando se producen por necesidad son muy difíciles de contener.

Frente a estas realidades, opino que debemos actuar más agresivamente en el plano internacional, procurando socios que entiendan el problema y avalen las posiciones dominicanas en los foros donde las presentemos. Es necesario convencer a los organismos multilaterales y los países poderosos de la necesidad de actuar para controlar los riesgos haitianos; pero de una manera diferente a como lo han hecho en el pasado, donde no han solucionado nada.

Se debe continuar con el control sobre el tráfico de personas y mercancías en la frontera; pero manteniendo los flujos comerciales entre las dos naciones, especialmente en la provisión de alimentos, para que los haitianos puedan adquirirlos y evitar una hambruna, con sus consecuencias de masivas corrientes migratorias hacia este lado de la frontera.

Algo difícil, pero muy importante, es el mantenimiento de la comunicación y el diálogo entre los representantes de los dos países, en procura de acuerdos que disminuyan las tensiones y faciliten la concertación de convenios posibles de implementarse.

Haití es una realidad intimidante y difícil de aceptar, pero sin nacionalismos extremos tenemos que hacerle frente y tratar de ser sujetos activos en la búsqueda de una solución que nos afecte lo menos posible.