Colombia ha sido noticia mundial por estos días, a causa de un hecho terrorista frente a una escuela de cadetes de policía, que se ha llevado muchas vidas y dejado muchas más en la pena de la vida por esas muertes.
Ese hecho, como toda acción terrorista es de rechazar. Porque el terrorismo con sus acciones indiscriminadas no merece consideración alguna, provenga de donde provenga.
Estas acciones han servido casi siempre como motivo a gobiernos y potencias, para justificar escaladas represivas contra pueblos y países. Todavía se discute si la explosión del Acorazado Maine en el puerto de la Habana, Cuba, en 1898, fue o no un autoatentado organizado por el gobierno de los Estados Unidos, para justificar su entrada a la guerra cubano- española, de la cual quedaron con una porción de Cuba y extendieron su dominio por Puerto Rico, Filipinas y las islas de Guam; e iguales reservas se mantienen sobre el atentado a las torres gemelas el 11 de septiembre del 2001, hecho que motivó la invasión a Irak y Afganistán.
Desde el asesinato al líder Eliezer Gaitán en 1948, la violencia proveniente del gobierno, el narcotráfico, las injusticias y las desigualdades sociales, el paramilitarismo, y la respuesta de la guerrilla a todo eso, enseñoreó de tal manera en Colombia, que muchos intelectuales consideraron que, a partir de ese día, ese país se quebró, escrito con “j”.
Ese país y pueblo hermanos tuvo un respiro a raíz de los acuerdos de paz firmados entre el gobierno y las FARC, y hay datos que hablan claro de que en ese lapso breve se redujo de una manera significativa la violencia de todo tipo.
Ese interludio de un respiro limitado se rompió al día siguiente de proclamado el triunfo electoral de Iván Duque, actual presidente de Colombia, y miembro de la traba de Álvaro Uribe. Ya el 20 de junio del año pasado, y antes de la toma de posesión de este, grupos paramilitares se sentían protegidos y asesinaron a decenas de líderes sociales.
El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz ha denunciado, que en los primeros 100 días de este gobierno, fueron asesinados 120 líderes sindicales, campesinos y comunitarios, y desde entonces se conoce que cada día se producen asesinatos contra estos.
Desde que se proclamó la victoria electoral de Iván Duque hasta hoy, han sido asesinados unos 600 líderes sociales.
De este terrorismo no se hacen eco los medios de comunicación de Colombia.
Por tanto, echemos una mirada a la Colombia total, reclamemos el gobierno cumpla los acuerdos de paz que se han firmado, y aportemos algo a la tranquilidad de un pueblo y país dignos de mejor suerte.