Cuando se escribe una vez al mes, nos damos la oportunidad de reflexionar o de ver como se desinflan los que fueron temas de interés o revuelo. Pasó ya la toma de posesión, el gabinete, las jeepetas de las Altas Cortes, el diputado corruptor de menores, las cancelaciones y reposiciones,  y recientemente recibimos el anuncio de un ambicioso plan para pymes, el primer plan nacional de alfabetización y la nada auspiciosa visita del FMI.  En todos ellos sin embargo, se pone de manifiesto un tejido social raído., la ruptura del contrato social y el desconocimiento de la naturaleza del servicio o función pública y su simbología.

A pesar de las señales ambiguas y hasta bipolares, insisto en aferrarme a la creencia de que estamos en un parte-aguas, del cual surgirá una nueva forma de relacionarnos como sociedad.

Cómo es posible que un funcionario justifique, por ejemplo, recibir unajeepeta de lujo sobre la base de que hay un problema de baches en la calle o pésimo alcantarillado? No sería parte de su responsabilidad como miembro privilegiado de su sociedad, exigir la reparación de las vías públicas para beneficio de la colectividad en lugar de aferrarse a una salida individual precisamente en razón de su privilegio? Cómo es posible que ante un delito común, legisladores que se hacen llamar sin distingos “honorables”, apelen a un “hoy por tí mañana por mí” como justificación para no retirar la inmunidad (impunidad) parlamentaria? Cual es el mensaje que envían a la sociedad? Que mi interés personal e individual está por encima de las leyes, las órdenes judiciales y el juramento prestado al asumir una de las funciones más altas en un sistema democrático.Luego de eso que los ciudadanos de a pie, en búsqueda de lo suyo, roben y asesinen hasta a sus vecinos, es sólo consecuencia.

Por eso hoy cierro filas ante el Plan Nacional de Alfabetización, basado en voluntariados, y guiado por el compromiso de cada uno de nosotros de que no debe haber un dominicano en los márgenes por no saber leer ni escribir. Detrás de toda la idea del Presidente Medina de que se ajustarán los cinturones, restringirán gastos y obras pero que no se sacrificará al ciudadano a una vida de pobreza y exclusión, hay un proyecto de reconstrucción social.  Por eso, el compromiso tiene que ser nacional y debe repercutir en cada uno de nosotros.

La austeridad, en un país profundamente desigual e irritantemente exhibicionista y frívolo,es una cuestión moral. Cada uno de nosotros, en nuestras casas con nuestras familias, en nuestras empresas con los empleados, en el oficio individual y en la función pública sea ejecutiva, administrativa, legislativa, judicial o de servicio exterior debemos practicar la mesura, la austeridad, la solidaridad y la responsabilidad.

Sólo así podremos tejer una sociedad cohesionada, que comparta aspiraciones y valores, en la que todos tengamos oportunidades y no privilegios.