Nuestra vida se desarrolla en tiempos y espacios determinados. Vivimos construyendo memorias. La vida, como espacio de existencia, se expande en un narrar. Nuestra existencia es una narrativa de lo vivido y de lo sentido. Somos personajes de una obra vital, en la que cada escena es un constructo de nuestra existencia.
Saber y asumir esa realidad, es suficiente para convertirnos en lo que realmente somos: Entes narradores. Vivimos y morimos en un narrar. Somos parte directa de las acciones cotidianas de ese vivir…desde y en la narración. Lo extraño es que no advertimos que, desde nuestra niñez, asumimos la metáfora como el recurso indispensable de ese narrar, convirtiendo nuestro decir en poesía, donde la lengua queda poblada de imágenes o de simbologías vitales. Eso ocurre por la propia conformación de la formacion bio-psico-social de los niños y su desarrollo neuronal.
Nacemos, crecemos y "morimos" sumergidos en una narración poética, en la que podemos percibir diferentes escenarios, los cuales cambiarán de escenografía, dependiendo de las situaciones vivenciales y de los contextos en que se desenvuelven los entes narradores.
Contamos o narramos lo que vemos, sentimos, vivimos o imaginamos o deseamos tener en nuestro vivir. No siempre el narrar de nuestra vida responde a "finales felices", de ahí que cada narrar, como acto de vivir o de existir, es distinto y distintivo en cada escena de la existencia.
Dentro del espacio áulico y fuera de él, debemos situar al sujeto a contar lo vivido, lo soñado o lo sentido…para ponerlo en un estado de auto-dialogía o condicionarlo a narrarse o a narrarnos su vivir, su desvivir o sus utopías oníricas, desde un ambiente creado o desde una escena imaginada desde su potencialidad imaginativa.
Recordemos que todos nacemos con un potencial creativo, y, la escuela; la vecindad; la familia y el contexto; entre otros factores psico-afectivos, biológicos, económicos, culturales y políticos, contribuyen a su crecimiento, evolución o desarrollo o a su estancamiento, merma o a su limitación, dependiendo de la realidad circundante, en cada caso.
Lo ideal es que asumamos el compromiso de la construcción de un sujeto pensante, un sujeto de ideas novedosas y de pensamiento divergente. Capaz de buscar salida o solución a cualquier problema que le surja en la vida, en su vida.
Esa disposición se logra, no es nada imposible lograrlo, aunque no haya voluntad política de Estado, basta con dejar el traje de "profesor", quien cree que "enseña", que "lleva saber" o que "da clases", y asumir la entrega abierta, utópica y visionaria del maestro, desde una pedagogía situacional, vinculante con el compartir saberes y con la acción dialógica, desde una narrativa del vivir…de nuestro existir.
Lo primero es poner al sujeto a autodescubrirse, a narrarse, ya sea desee lo más, como decir qué hizo el día, por qué lo hizo y para qué lo hizo, hasta entrar en un discurso más complejo, donde, pueda planificar u organizar un inicio, una trama, un nudo o un conflicto y la posible solución a ese conflicto, desde una planificación previa o la aplicación de una arquitectura de los hechos mediatos e inmediatos. Esos hechos pueden ser reales e irreales. Eso va a depender del potencial creativo del sujeto.
Esto implica la creación de personajes, ambientes, detalles de escenarios y la búsqueda premeditada, planificada o carculada…de tener un plan de mi narratividad vital, no importa que sea desde la poesía, desde el cuento, desde la novela, desde el teatro o desde el guión de cine, entre otros espacios estéticos que nos permiten narrar y/o narrarnos…
Hay que poner al sujeto a visualizar y a visualizarse. A mirar su arrededor y saber describirlo y auto-describirse, desde una meta-narratividad de su vivir o de nuestro existir. El maestro o facilitador, no el profesor, esta en el deber de inducir al sujeto a oler su propio, a vivir y a saber desvivir su aquí y ahora…su tiempo tangible e intangible y aprender a descifrar el abecedario de nubes, aire, cielo y estrellas del cielo que nos circunda…sin importar el temporal.
Debemos poner al sujeto a inventar y a reinventarse. Ponerle a desnudar los mundos magicos que circundan su cabeza o su existencia. Inicialmente es imprescindible esa relación de complicidad creativa entre el maestro o facilitador y el sujeto que se diapone a crear. No dejemos de apuntalar en la idea de que todo cuanto existe el mundo, en su mundo y en mi mundo, antes de ser una realidad tangible en el mundo, fue un sueño, una utopía. Fue un benerable de acto de imaginación, desde la lengua, desde la cultura y desde nuestra cotidianidad existencial.
Nuestro imaginario, su imaginario y tu imaginario, está ahí. Hay que saberlo despertar para que irradie luz y así iluminar la vida, nuestro mundo, tu mundo, su mundo, hasta dejar nuestro imaginar plasmado en un hecho estético, el cual trasciende la vida terrenal e inmortaliza al creador, por lo que es una necesidad impostergable en la sociedad dominicana, disponerse a darle sentido y valor a las tácticas y estrategias que nos induzcan hacia sujeto creativo, por una nación crítica, imaginativa y creativa, donde prevalezca la huella imborrable del sujeto creador.