Esa es la pregunta que nos hacemos cada uno de nosotros ante esta pandemia que afecta el mundo. Y, que tipo sociedad vamos a construir ante el evidente fracaso del capitalismo financiarizado y el neoliberalismo, que han servido de resorte a la economía y las élites desde la década de los 70 del siglo XX.
Ese capitalismo financiarizado surgió ante el acontecimiento de un choque externo al capitalismo productivo que apareció en escena después de concluida la Segunda Guerra Mundial. Este evento de cisne negro o Black Swan Event, fue la Guerra Yom Kipur en 1973. Este conflicto bélico entre Israel, Egipto y Siria trajo como consecuencia el embargo petrolero a Occidente, y el corte en la producción de crudo por parte de los países árabes, esto puso en jaque el crecimiento económico sostenido de las economías más industrializadas que experimentaban desde 1945, lo que obligó a un replanteamiento del capitalismo.
Después de este conflicto, las élites capitalistas globales sintieron que sus intereses económicos estaban a la merced de situaciones geopolíticas que de cierta manera eran incontrolables. Por tal razón, iniciaron una movilización del gran capital desde los sectores productivos al sector financiero. Iniciaron un proceso ideologización del pensamiento económico, argumentando que el modelo keynesiano estaba agotado, y que hora de darle paso a la desregulación de la banca, mayor apertura de los mercados financieros para financiar según ellos las actividades productivas, lo que de plano nunca ocurrió. Un ejemplo de ello es que el sector financiero representa un 7% de la economía estadounidense en la actualidad, mientras que en 1980 solo representaba el 4%. Sin embargo, ese sector financiero se lleva cada año en promedio el 25% de los ingresos corporativos en los Estados Unidos, pero solo generan un 4% de los empleos que genera la economía estadounidense.
Con la llegada de la crisis financiera del 2008, los cimientos sobre los cuales se sustentaba ese capitalismo financiero se desboronaron como un castillo de naipes. Y, una vez más, tuvo que intervenir el Estado para salvar la economía global de los excesos del capitalismo. A fin de cuentas, la intervención estatal siempre termina salvando al capitalismo de su desaparición total. La economía keynesiana hace una vez más su aparición en escena como lo hizo durante la Gran Depresión de la década de los 30. Pero, en esta ocasión los Gobiernos inundaron al mundo con liquidez, a través de paquetes de estímulos que salvaron a la banca que nos llevó a este atolladero. Como resultado, esa liquidez terminó como era de esperarse de vuelta en el sector financiero, y sin que este generara oportunidades de inversión productiva en la economía real.
En el ámbito cultural e ideológico, la globalización financiera y neoliberal impusieron su agenda en las academias y en la opinión pública, que todo individuo o acción que no estuviera regida por los cánones de la hiperproductividad debería ser desechada. Y, es algo que estamos experimentando con esta pandemia donde se está aplicando la necropolítica, un término que acunó el filósofo camerunés, Achille Mbembe. Mbembe dice que: “El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”, explica Mbembe. “Esta lógica de sacrificio siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con la idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados”.
La lógica de ese capitalismo financiero gira en torno al mercado, ningún derecho fundamental está garantizado bajo este modelo, porque esto conlleva “sacrificios” por parte del mercado que ponen en “riesgo” la estabilidad macroeconómica. Por eso, hemos visto grandes recortes en los sectores sociales a lo largo y ancho del planeta, específicamente en: salud y educación. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, desde el 2015 el Reino Unido ha recortado su presupuesto en salud pública por el equivalente a 1,000 millones de libras esterlinas. En los Estados Unidos se han recortado fondos para el estudio epidemiológico y de pandemias, que hoy han exacerbado la realidad que vive el sistema sanitario de ese país.
En el ámbito cultural, el neoliberalismo y el capitalismo financiero han ganado la batalla, porque a través de sus pivotes mediáticos y académicos, le han hecho creer a las masas que son clase media aspiracional, de que este es el mejor sistema para alcanzar el éxito económico. Todo esto bajo el esquema del consumismo desenfrenado que permite adquirir bienes materiales de cierto prestigio, que dan paso a la ilusión de grandeza y bienestar. Sin embargo, las últimas dos grandes crisis del capitalismo han puesto al desnudo esa realidad, y es que, esa supuesta “estabilidad material” está sustentada bajo la lógica del apalancamiento desbordante que brinda el sistema financiero, que en última instancia beneficia a esa élite financiera global que son los dueños del mundo. De acuerdo con datos de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el nivel de deuda de los hogares estadounidenses es de 14.1 trillones de dólares, 1.5 trillones más que en 2008 en términos nominales.
El capitalismo financiarizado como hemos visto, enfrenta serias falencias estructurales que ponen en tela de juicio su primacía, y como nuevo ingrediente tenemos una crisis ambiental que amenaza la existencia de la raza humana. Ahora, la pregunta que debemos hacernos debe ser la siguiente: ¿Cuál será el nuevo modelo de sociedad que reemplazará esta barbarie? Creemos que no existe una respuesta idónea existe en este momento, más bien creemos que todo dependerá de las secuelas estructurales en el aparato productivo global que dejará esta pandemia. Decimos esto, porque después de la pandemia de la influenza de 1918-1919, arreció la primera etapa del capitalismo financiero en la década de los 20, que desencadenó en la Gran Depresión, esto podría darse si la recuperación económica es tipo V, es decir, que sea pasajera, y que se retome el sendero del crecimiento económico que tanto desea ese capital financiero, lo que alimentará al olvido lo ocurrido en este momento. Si esta crisis termina en una depresión económica, debe ser la oportunidad para plantearse un nuevo modelo de sociedad, que tendrá como Norte en sus primeros pasos un “Nuevo Pacto del Siglo XXI”, donde de prevalecer una visión más holística por parte del Estado, que coloquen como eje transversal de sus políticas al ser humano y el medio ambiente.