Los que sueñan de día son

Conscientes de muchas cosas

Que escapan a los que sueñan

De noche.

E.A.Poe.-

Muy a pesar de la banalidad que nos consume a diario, considero seriamente que un pueblo no puede aspirar a vivir libre y menos en democracia, si cada día no lucha por eso. Si cruza sus brazos ante los atropellos de aquellos que abusivamente hacen uso indiscriminado e inmoralmente de las facultades que el mismo pueblo les ha otorgado para que trabaje por él.

Si ese pueblo ve a diario las violaciones descaradas a las leyes y en lugar de protestar, de luchar por ese abuso que no es en contra de un solo individuo, porque cada violación al uno es como si fuera al todo; si se arrodilla y alaba a sus verdugos, entonces ese pueblo que así se comporta no merece vivir en democracia. Merece a lo sumo, algo como en lo que se ha estado viviendo este país. Y quizás yo sueñe de día y en ese sueño vea lo que otros muchos se niegan a ver.

Se dice que con la dignidad no se negocia, pero lamentablemente parece que la nuestra se fundió entre la desgraciada política clientelista y la señora papeleta. Todo se vende y todo se compra, saliendo de donde menos usted lo espera el vendedor o el comprador exhibiéndose sin ningún atisbo de vergüenza. Nada que vaya en contra de este desmadre es tomado en cuenta por ser simples y falsas percepciones de la pequeña masa que suele gritar de vez en vez.

La banalidad nos ha arropado a todos. Lo farandulero es lo que llama la atención. Síndicos y “honorables” para organizar circos y vanagloriarse de los mismos mientras el país se derrumba al perderse todo aquello que debería sostenerlo, como la institucionalidad, los principios y las leyes, estas últimas, solo aplicable a los pendejos o desamparados.

Son en vano las conceptualizaciones que se exponen, que sean tomadas en cuenta para que empiece a recomponerse el Estado antes de que empeore, que se convierta en ese polvo que hasta el viento se lo lleva. El colapso de la Nación se palpa y las consecuencias son pocos que las quieren ver, prefieren hacerse los sordos y ciegos. Al parecer nada nos motiva como pueblo para poner nuestro granito de arena y hacer que de alguna manera se escuche el badajo chocar contra el duro hierro que forma la campana, aunque en su intento de buscar un rebelde repique de la misma se destroce en mil pedazos y solo quede apenas la silente soga que lo sostenía. Quizás ya esté más que bueno proseguir con nuestro conformismo de cómo le venga en ganas al tiempo venir.

Siquiera la muerte nos librara, por más que historiadores o biógrafos  manipulen los hechos sobre nuestra responsabilidad con las próximas generaciones que se verán afectados, no solo con la indetenible deuda externa o eterna –da lo mismo-, sino además con la total descomposición social y política que heredarán. O quizás no, ya que el mañana es tan impredecible que nadie sabe si en cualquier momento se arma el despalote, el sal “pa-fuera”, porque de así ser, aseguramos y reiteramos que no todos tendrán cupo en los barcos y los aviones, como ha ocurrido en otras oportunidades, así nomas. ¡Si señor!