Así como Moisés abrió las aguas del Mar Rojo para liberar a los hebreos oprimidos y luego las volvió a cerrar para ahogar a los soldados egipcios que les perseguían, así mismo Duarte y los trinitarios tan pronto liberaron a los habitantes de la parte este de la isla en 1844 y declararon esa antigua colonia española  como el estado independiente de República Dominicana, así mismo bien pudieron descartar la soberanía haitiana e invadir esa otra porción de la isla.

En aquellos tiempos no existía la ONU, la OEA ni el CARICOM, razón que no representaría sanciones políticas ni económicas para la nación,  por lo tanto debieron aprovechar y justificar esas batallas subsecuentes a la Independencia del 27 de febrero de ese mismo año, para comprar más armamento a España y consumar una intervención militar en la parte oeste de la isla, facilitando buques para que sus habitantes retornaran al África de sus ancestros y la minoría restante debió dominicanizarse a nivel lingüístico, cultural y religioso. Ahora bien, como el pueblo generoso que somos, decidimos crecer de este lado y darles a ellos la oportunidad de hacer en el suyo lo mismo y todo estupendo.

Luego llegamos al período de la Segunda República (1865-1916), al menos en ese lapso íbamos light de viento en popa hasta la primera intervención norteamericana de 1916, en la cual soldados estadounidenses comenzaron a importar braceros haitianos para tener un mayor rendimiento de las empresas azucareras locales que habían confiscado y es para el año 1929 que Horacio Vásquez, presidente constitucional en aquel entonces, firma junto a su homólogo haitiano Louis Bornó un tratado fronterizo que contradice los límites territoriales estipulados en el Tratado de Aranjuez del tres de junio de 1777 entre los colonos franceses y españoles. ¿Cuál fue la causa?, cantidades masivas de haitianos se habrían asentado en las provincias fronterizas, desplazando a ciudadanos dominicanos a otras demarcaciones del país. ¿Cuál fue el resultado?, una elevada población haitiana que reclamaba legalizar las tierras que habían conquistado de manera pacífica.

Sin embargo cuando se pudo apelar a las relaciones diplomáticas y recuperar los territorios secuestrados en conjunto a un exitoso plan de control migratorio, Trujillo da la metida de mata más grande en la historia dominicana,  primero con la ratificación del tratado de 1929 en 1936 y luego con el genocidio de miles de seres humanos indefensos un año después,  cuyo pecado era ser portadores de la nacionalidad haitiana y el cual se conoce como la Masacre de Perejil  que junto al degüello de Moca forma parte de dos de los acontecimientos más bárbaros, sádicos e inhumanos que exprese la destrucción de un grupo de personas por abusos de fanatismos nacionalistas en la isla.

A casi dos décadas de la Primera Guerra Mundial y a punto de estallar una segunda, era obvio que se fueran consolidando los protocolos de un mejor acondicionamiento de los derechos humanos para dignificar la calidad de vida de los habitantes terrícolas y por lo tanto ante las presiones de los presidentes Sténio Vincent (Haití) y Franklin D. Roosevelt (EE.UU) tendría el déspota que pagar una indemnización por las víctimas del atentado. Para el año 1952 (15 años después) Trujillo estaría firmando un acuerdo con el gobierno haitiano para importar braceros en los ingenios de caña dulce, los cuales abandonarían el país tan pronto concluyeran su jornada, sin embargo un gran conglomerado se quedó en suelo dominicano tras las zafras por voluntad del régimen, para evitar gastos en deportaciones.

Al igual que Trujillo (irónicamente dominicano con sangre haitiana), su discípulo Balaguer (irónicamente dominicano con sangre haitiana) se rehusaba a dar acogida legal a sus vecinos más desposeídos, pero si dejaría campo abierto al establecimiento de indocumentados que cruzaban la frontera buscando mejores oportunidades, a los cuales sus patronos emplearían sin contratos ni derechos, pagando la sociedad el precio de tener a esas personas hacinadas en bateyes y delinquiendo, mendigando y defecando en nuestras calles y avenidas.

Todo hasta que el presidente Danilo Medina en un gesto bondadoso y altruista digno de ser emulado por otros mandatarios del mundo, se entregara en mente y espíritu a crear un Plan Nacional de Regularización, totalmente gratuito y con el propósito de afianzar un correcto orden migratorio, respetando los derechos que le corresponden a cada extranjero, sobre todo a los haitianos, el grupo con mayor predominación en la isla.

Campaña de racismo y xenofobia:

Con la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional que serviría como pilar a la ley 169-14 sobre regularización de extranjeros, algunos sectores nacionales e internacionales crearían una campaña de acusación en perjuicio de República Dominicana, tildando al país y a su gobierno de racista y xenófobo.

Aclaremos lo siguiente para evitar confusiones. Primero, dos países que comparten una misma isla y ambos tienen pobladores cuyos rasgos físicos son producto de la mezcla de varias razas (aborígenes, europeos, asiáticos y africanos) estarían imposibilitados de aplicar el racismo el uno con el otro y en el caso de las deportaciones aplicadas a nacionales haitianos por parte de autoridades dominicanas, tampoco cae en racismo, por la razón de que Haití no es una raza sino un estado conformado por varias razas  y porque no se está castigando el color de piel de alguien, simplemente se le castiga por violar la ley penetrando en un territorio sin agotar los procedimientos legales que estípula el libre tránsito internacional.

Segundo, así como a cada extranjero de toda parte del mundo se le brinda salud, alimentación y educación gratuita, así también se le ha permitido a muchos que establezcan comercios, puestos de ventas, industrias, cadenas hoteleras, restaurantes  e instituciones, por lo tanto no existe odio ni indiferencia que aviste un claro ejemplo de xenofobia.

¿Qué con la fusión?

Ha sonado el rumor de que hay voces que piensan que el problema se solucionaría fusionando ambas naciones, que La Española “Dapalodó” , que debemos ligarnos todos porque somos afro descendientes y bla, bla, blá aquí se canta merengue y se baila gagá. Es más, por las redes incluso he leído a varios “nazionalistas” (epíteto acuñado por la haitianofilia) postear a voz de pánico: -Esto se jodió, la fusión es un hecho, hay si Duarte, Bosch y Trujillo estuvieran vivos.- Señores, está bien que no deba atizarse el odio, está bien que el dominicano no deba tratar al haitiano como un monstruo demoníaco que irrumpió de una dimensión desconocida y de igual manera está muy mal que el haitiano bloqueé el comercio binacional y pise e incendie banderas dominicanas, la paz y el respeto ante todo. Pero seamos realistas y menos apasionados, es imposible hacer de dos países dicotómicamente diferentes uno solo.

La fusión es insostenible y no le conviene al dominicano, porque en un país donde lamentablemente y sin ofender, muchos de nuestros compatriotas arrojan basura en la calle, les cuesta leerse una sencilla obra literaria como El Lazarillo de Tormes, el desempleo y la violencia están a flor de piel y gracias al 911 nos hemos salvado (no al 100%) de una horda de bocinas barriales que planean exterminarnos con su vulgar reggaetón y prédicas del fin del mundo y todos sus evangelios hasta llegar al de Acuario, es para que lo fusionen (no estoy de acuerdo, primero la soberanía, sólo pongo un utópico ejemplo) con los colombianos, judíos, alemanes, extraterrestres y para no sonar racista con Brasil o Sudáfrica o mejor lo conviertan en el estado número 51 de USA y, no que lo fusionen con la localidad más pobre, enfermiza, devastada y agresiva del continente.

Tampoco le conviene al mismo Haití, ya que ello conllevaría que sean desterrados de su vudú, su clerén y su creole, ni menos a los gringos, europeos y demás países preocupados en la crisis, ya que ello supondría la agudización de los problemas socioeconómicos y políticos de la isla entera, cuyo resultado sería una avalancha de inmigrantes tratando de escapar del hambre y la pobreza.

Hay tres planes, para resolver el problema:

Plan A: Que Haití gestione anexarse a una nueva potencia emergente o país estable como Francia (su madre patria), Taiwán o los Emiratos Árabes.

Plan B: Una parte que se integre a la Guyana Francesa y la otra a Senegal (país en ofrecerles tierras cuando el terremoto de 2010). Lo que quede vacío de la parte oeste, que sea adquirido por el estado dominicano y con ayuda de inversionistas extranjeros usar tecnología avanzada para reforestarlo, acoger las élites minoritarias que decidan aportar recursos productivos, crear complejos turísticos y reservas ecológicas y de ello hacer una isla paradisíaca que se ponga a la par con el resto del Caribe.

Plan C: Comprometerse la República Dominicana en conjunto con la comunidad internacional a elaborar un Plan Marshall que ayude a un crecimiento sostenible de Haití y lo saque del atraso para que como país pueda trabajar en coordinación con su vecino y ambos sean paradigmas de la evolución de dos patrias hermanas. Tal como lo planteara Balaguer en La Isla al Revés. Me quedo con ésta última opción, no sé por cual se van cada uno de ustedes.

Así terminaremos de hacer por Haití lo que nunca se ha hecho. De paso me solidarizo con mis hermanos colombianos que han sido objeto de desalojos y deportaciones masivas en la República Bolivariana de Venezuela, si fuera EE.UU o RD ya nos estuviesen haciendo un escándalo en el globo.

#JesuiColombia, #IloveYouVenezuela. Somos Haití, somos RD y somos hermanos, pero cada cual creciendo en su lado…