Una vez más el país se sumerge en la discusión de una nueva reforma tributaria; y como el que no aprende o no le interesa, nuevamente hay dos factores principales que el gobierno no toma en cuenta: recortes presupuestarios (austeridad) y soluciones definitivas. ¿Puede la creación de nuevos impuestos y el aumento de viejos encarrilar la nación hacia el desarrollo? Entiendo que no, pues el problema es de enfoque. Con estas medidas sólo se refuerza el despilfarro y la falta de planificación, contribuyendo a estimular la corrupción.
Lo primero que debemos observar son las causas y objetivos reales para solicitar este nuevo paquete impositivo. Por un lado un déficit presupuestal, y por otro una alegada reducción de las recaudaciones en lo que va del año 2011. Esto significa que los nuevos esfuerzos por aumentar las recaudaciones van a sacrificar aún más la calidad de vida de la población, procurando subsanar un déficit en las cuentas fiscales. En otras palabras, colocar una curita en una herida que sigue su masiva hemorragia.
Las objeciones al nuevo paquete impositivo no se sustenta sólo en el natural rechazo la población de que le pidan más recursos a cambio de menos servicios y mas corrupción; lo cual de por sí es razón suficiente para rechazarla. Se fundamenta además en que, desde el punto de vista de soluciones definitivas, no aporta ninguna. Se parece más a la dependencia de un adicto que dice haberse reformado, cuando en realidad continua su consumo indebido y dañino.
Quienes demandan la aprobación del paquete impositivo, señalan que es urgente, que es inevitable y que de lo contrario nos veríamos en una situación peor que la actual, impregnándole al esfuerzo por aprobarla un sentimiento de fatalidad, buscando sembrar terror en la población. Ya hemos visto en otras latitudes como el miedo motiva al apoyo político. Es como cuando la dosis en sangre del adicto está en bajos niveles, propulsa acciones irracionales del mismo, que indefectiblemente terminan en hacer aún más daño.
No podemos seguir colocando parches en la economía dominicana. No podemos dejarnos llevar por el falso sentimiento de urgencia que quiere el gobierno comunicar. Ahora es el momento de coordinar grandes transformaciones y medidas que busquen no sólo aumentar recaudaciones a través del consenso, sino también reducir gastos (austeridad) y jerarquizar las inversiones en un orden de prioridades realmente social, desarrollista y no politiquero ni clientelista. Estos momentos son los que debemos aprovechar para realizar el ya harto mencionado Acuerdo de Nación.