“Nos sentimos libres porque carecemos del lenguaje para expresar nuestra falta de libertad” (Slavoj Zizek)
En estos días los disparates que uno lee son tan grandes que resulta inevitable preguntarse cuánto les habrán pagado. Y un chin de tristeza lo embarga a uno cuando piensa que el pago debe ser modesto, pues lo que hay que cuidar (o pagar) es muy poco: hasta el pudor cogió yola.
Espero que me crean cuando digo quenunca imaginé que nuestros expertos se iban a prodigar tanto y a asumircon seriedad el reto de mi artículo de la semana pasada:“A lo mejor lo responsable no es seguir ocultando o negando la crisis para que todo siga igual: tengo la sospecha de que si la crisis no existe, lo responsable es provocarla.” Quizás se debió a que muchos de ellos entendieron mal ese desafío final o quizás sería simplemente porque olvidaron queel concepto de crisis se asocia a la idea de cambio y no a la de suicidio.
Pero hablemos en serio y en medio de la farsa tratemos se elevar el nivel usando a lo menos definiciones apropiadas para poder entendernos. Un primer ejemplo: la gobernabilidad nada tiene que ver con el temor a perder el empleo, por lo que hostigar con el cuentoaquel de “Horacio o que entre el mar” no es sólo extemporáneo, es torpe.
Pero sigamos viendo –y sufriendo- otros ejemplos, siempre teniendo como marco del que no podemos salir, el de la democracia. Tomemosen cuenta sólo dos de sus características: dirigentes escogidos por sufragio universal en elecciones libres y una institucionalidad suficiente para asegurar que realmente impere el Estado de Derecho. Es decir, que las consecuencias de salirse de ese marco sean conocidas y que las leyes sean anteriores a los procesos que deben normar. Con esos mínimos, mínimos, encender la radio, ver tele o leer periódicos da más tristeza que recordar “Los ricos también lloran”. Y es que los culebrones dan pena pero no son peligrosos, en cambio la manipulación de conceptos que uno puede observar y la falta de respuesta del mundo académico y de los intelectuales parecen ser el prólogo de sucesos que van a traer consecuencias muy negativas.
Si tienen dudas, no más pónganle atención a algunas de estas perlas: “La soberanía reside en el pueblo y las encuestas dicen que…” Esto dicho por profesores de universidades, no puede ser anecdótico. Claro que no se ocupan de mencionar que la soberanía reside en el pueblo y que éste la ejerce, según la Constitución, a través de sus representantes libremente elegidos. Eso es lo que se debe enseñar si se quiere democracia alguna vez. La soberanía no se ejerce a través de las encuestas pero, atención, tampoco a través de los partidos políticos.
Todavía hay más. Los deseos de reformar la Constitución y la posibilidad real de que esto ocurra no tiene que ver en absoluto con los números, tiene que ver con una decisión política de muchos actores políticos, entre los cuales los más importantes son los legisladores. Son ellos y ellas los únicos habilitados para evaluar su conveniencia o no para la democracia dominicana. Lo que está clarísimo es quenunca su decisión deberá ser tomada pensando en las posibilidades y conveniencias de algunos candidatos potenciales. Ante esos aprestos que se ven, vale sentarse un ratito y recordar una norma básica para cualquier deporte: después que el juego comienza no se pueden cambiar las reglas del juego, esa sería una clara demostración de falta de institucionalidad.
En ese contexto la competencia se augura muy, pero muy disputada y llena de gigantescos “bingos”. Ante lasofertas de estrategas que aunque todavía no comienza la campaña ya han ofrecido hasta un ferrocarril, estuve haciendo proyecciones y éstas me dicen que al paso que van, luego de que en febrero de 2016 se prometa aumentar el monto a las tarjetascomo celebración de la firma del pacto contra la delincuencia, en marzo les corresponderá ofrecer un elevado a la luna.
Este país se merece que hablemos con seriedad, por eso insisto en que aquellos y aquellas con responsabilidades en la educación de la ciudadanía, tienen aun un mayor compromiso. No está demás entonces recordar nuevamente el reclamo de Sartori para que desde las universidades y los medios no se “expliquen” las encuestas sino que se las someta a prueba dura. Y el reconocido pensador italiano remata-a propósito de su crítica a la ciencia política norteamericana por su inclinación a cuantificarlo todo- con que el reto es“pensar antes de contar; y, también, usar la lógica al pensar.”