Unos se oponen por ignorancia, otros por xenofobia antihaitiana, no obstante, es carente de sentido común que en República Dominicana no se enseñe el creole, la lengua del vecino más cercano y el principal socio comercial, después de Estados Unidos.
Junto al dinamismo comercial que imprimen los haitianos en la frontera y las grandes ciudades, tenemos que bregar 24 horas al día con ellos en la construcción, los ingenios, la agricultura, ganadería. Más que el francés o el inglés, el aprender creole debe ser materia obligatoria, es imprescindible para la comunicación entre ambas naciones.
Por fanatismo antihaitiano no quieren el creole, pero enseñan como materia obligada el inglés, la lengua del imperio que nos ha invadido dos veces. Y que ha saqueado a República Dominicana y Haití todas las veces que le ha venido en gana: haitianos y dominicanos son hermanos hasta en el dolor. Estados Unidos primero invadió Haití en el 1915 y después, en el 1916, a República Dominicana.
A partir que nuestro merengue tiene su origen y con elementos rítmicos de los haitianos o que Haití apoyó a RD en procesos tan importantes como la Guerra de Restauración, la Revolución de Abril de 1965. Son muestra de la alianza indisoluble y la hermandad entre ambos pueblos.
Urge que se comience a enseñar el creole a los niños dominicanos desde la educación inicial, el bachillerato y la universidad: que se impartan las materias que tienen que ver con su fascinante historia, comida, geografía, cultura, religión, música, cine. Al hacer esto se derrumbarán los falsos mitos que nos enfrentan, nos distancian: tenemos casi el 100% de cosas en común, además de compartir una pequeñita isla. Así se unificarán los dos pueblos contra un enemigo común: la pobreza.