Siempre he dicho lo acertado del proverbio que dice “Dime lo que valoras y te diré quién eres” cuando nos referimos a una persona tomando en cuenta sus metas, principios y actitudes hacia la vida.

Existen valores en una escala axiológica que han pautado la convivencia armoniosa entre los seres humanos desde hace miles de años y los podemos mencionar: solidaridad, fidelidad, pacificación, valentía, dominio propio y otros derivados de la moral y roles definidos que definen la identidad en el sexo, como el matrimonio heterosexual entre otros.

Los primeros que mencionamos en el párrafo anterior,  se nutren de las premisas que impulsan al ser humano en su progreso en la continua búsqueda de ser mejor. En cambio, existen otros valores colectivos que son por ejemplo,  los valores sociales son los principios que gestan las acciones comunes de los individuos que pertenecen a una colectividad. Y en tercer lugar, los valores culturales se identifican con la base sobre la que se desarrolla la identidad de un pueblo, sus usos y costumbres. Estos últimos nos definen  como nación y nuestro quehacer social.

No obstante existir esos valores que nos han definido siempre, educar a nuestros hijos de una manera adecuada se hace una tarea cada vez más titánica con el bombardeo frecuente de antivalores que promueven una  “moral relativa”, la que se acomoda de acuerdo a los tiempos, circunstancias, incluso del mercado y de la moda.

Lamentablemente hoy contamos con antivalores definidos por un mercado consumista, el hedonismo y la anomia ideológica, factores negativos que han motivado una vida confusa y sin Dios.

En los últimos tres años por ejemplo, la República Dominicana ha vivido un embate inusitado de propuestas foráneas inductoras de comportamientos, actitudes y antivalores que la sociedad dominicana que siempre ha sido fundamentalmente cristiana rechaza.

Ese acoso  internacional, desesperado es promovido por verdaderas multinacionales de un colonialismo ideológico relativista que cuenta con recursos multimillonarios para llevar su tarea de llevar a países como el nuestro a propiciar su propia negación como nación de costumbres cristianas.

Muchas de esas multinacionales están bajo la sombrilla de la Organización de las Naciones Unidas.  Quieren enseñar a nuestros jóvenes a través de las escuelas, una cultura de moral relativista extraña y ajena a los valores que nos han definido como sociedad.

Pretenden una “standarización” de su nueva filosofía mediática relativista de la que todos debemos estar alertas.  Creo que el país ya ha dado demostraciones fehacientes de los rumbos que desea.  Afortunadamente la mayoría de los dominicanos cree en la integridad familiar y el matrimonio diseñado por Dios.