Ese es el título del Manual de Educación Sexual para Jóvenes de Profamilia, que ha ocupado primeras planas en los medios 31 años después de su primera edición, y ese título expresa claramente la estrategia educativa de abrir canales de comunicación con los jóvenes, que les de acceso a información sobre la sexualidad, pero que además debería también ayudarnos a discutir, conversar con madurez, con respecto, sobre el contenido de esa información.
El Manual, que lleva ya tres ediciones, la última en 2008, contó con la colaboración de instituciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, expertos en educación sexual, incluyendo pero no limitado al Ministerio de Educación, Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de la Mujer, El Consejo Nacional de Población y Familia, el Instituto Dominicano de Desarrollo Integral, Children International, Colectiva Mujer y Salud, entre otros.
Fue concebido como un manual para los multiplicadores del Programa con Jóvenes de Profamilia, es decir para los instructores, para los profesores, y por jóvenes debe entenderse desde la pubertad hasta los 24 años.
Se trata de un Manual ambicioso, que abarca la mayor parte de los temas relacionados con la sexualidad sobre los cuales debe instruirse a los jóvenes no solo en los hogares sino sobre todo en los centros de enseñanzas, incluyendo aspectos relacionados con la reproductividad, género, relaciones afectivas, erotismo y derechos.
Más de cien profesionales especializados en salud sexual y reproductiva trabajaron en las tres ediciones realizadas hasta la fecha, y su contenido fue enriquecido con el aporte de los expertos reunidos en Queretaro, México, 1998, en ocasión de la Conferencia Latinoamericana sobre la Educación de la Sexualidad en los Programas Escolares.
¿Por qué después de tantos años el Manual se coloca por primera vez en el plano de la atención pública? No es porque el Ministerio de Educación lo haya escogido como texto para los profesores o porque haya mandado a imprimir 24,000 ejemplares, porque ninguno de esos dos hechos es cierto. Más bien podría ser porque se está tratando de que la República Dominicana no cuente con una ley que regule, como derechos humanos que son, los derechos de salud sexual y salud reproductiva.
Pero al margen de la intención detrás del ruido, hay que agradecer que hayan logrado colocar el tema de la educación sexual en un primer plano, aunque sea por unos días y debemos aprovechar la oportunidad brindada para resaltar algunos aspectos interesantes.
En primer lugar que hemos avanzado pues ahora una mayoría indica que la educación sexual es necesaria en los centros de enseñanza públicos y privados. Ya tenemos un punto en común, que nos lleva de inmediato a la fría cifra de que solo un 7% de nuestros estudiantes están recibiendo educación en esta área. Alrededor del 93% de la población estudiantil no enseñanza al respecto, lo que explica el alto índice de inicio de relaciones sexuales a temprana edad y sobre todo el alto índice de embarazo en adolescente. Estoy seguro, que todos y todas, llegaremos a la conclusión de que hay que hacer algo.
Sobre el contenido de la educación sexual existen diferencias de opiniones, y es natural que así sea, pero eso no debería impedirnos expresarle, a los colocados al otro lado del pensamiento, la palabra clave: “Hablemos”. No sigamos la ruta del tabú, que ha impedido por tanto tiempo que nuestros jóvenes conozcan en qué consiste la sexualidad y deban salir a las calles a descubrirlo, ajenos a los riesgos que comporta.
Sin embargo, debe haber una meta común: el contenido de la educación sexual que se imparta en los centros de educación, sobre todo en los públicos, debe ser uno solo e igual para todos. No se puede dejar de enseñar un contenido porque el padre o la madre de un joven no estén de acuerdo.
Otro aspecto delicado es el tema religioso. La educación sexual, por lo menos la pública, con el mayor respeto, debe estar libre de cualquier tipo de sesgo; debe basarse en el más alto nivel posible alcanzado en cada momento determinado a través de la ciencia (la biológica, social y de la conducta).
Por otro lado, es falso que el Manual promueva el aborto, o las relaciones sexuales a temprana edad. Por el contrario, el Manual utiliza la técnica de enfatizar los riesgos asociados a ambas situaciones como la forma más efectiva de que las mismas no se produzcan. Tal vez la diferencia con otros métodos es que no se utiliza la autoridad para imponer conductas, que ha fracasado en todas partes del mundo, sino la educación para que se trate de una decisión adoptada gracias a la conciencia adquirida.
Otro de los temas tratados en el Manual tiene que ver con la auto estimulación erótica, muchas veces condenada y perseguida, sobre todo en los adolescentes, cuando realmente “es una vía de satisfacción sexual legítima”. Manejada sin culpas, sin estrés, ayuda a retrasar las relaciones sexuales en los adolescentes y sobre todo los ayuda a auto conocerse, lo que les permitirá tener en el futuro una vida sexual más plena.
El tema de la homosexualidad es tocado acorde con las disposiciones constitucionales, que prohíben la discriminación de cualquier tipo, explicando además que la orientación sexual de una persona es el resultado de “una compleja interacción de factores ambientales, cognitivos y biológicos”. El mensaje del Manual induce al respeto hacia la orientación sexual de los que te rodean, no a asumirlas como propias.
Las 631 páginas del Manual no están pensadas para ser manejadas directamente por los jóvenes, sino que son el material para formar a los multiplicadores o profesores en esta materia. Por eso tiene una primera parte que a veces se torna muy densa en su contenido técnico, por ejemplo biológico, además de que al final de cada capítulo tiene los ejercicios que deben realizarse para ayudar a fijar los conceptos.
Este Manuel debería ser leído primero por los padres pues tiene tanta información valiosa, presentada de forma tan convincente, que estoy seguro que ayudara a cambiar la pasividad que reina en la mayoría de los hogares dominicanos en la comunicación entre padres e hijos sobre estos temas. Pero debe ser estudiado por los profesores, incluidos aquellos de colegios religiosos, pues aunque éstos últimos podrían descartar algunos aspectos debido a sus creencias, una buena parte del material podrá ser utilizado sin barreras de este tipo por el medio.
No dejemos nunca de pensar que la ignorancia es la culpable de las peores desgracias. Empujemos la educación sexual en todos los centros de educación públicos y privados del país como una forma efectiva de retrasar el inicio de las relaciones sexuales en adolescentes, de evitar los embarazos indeseados, de reducir los abortos y las enfermedades de transmisión sexual.