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Razón de ser de esta columna
Alessandro Manzoni en su introducción a su famosa novela Los Novios, dice algunas cosas que me motivaron a escribir estas columnas con otros temas, que de vez en cuando ofreceremos:
“La Historia puede ser considerada como una guerra contra el tiempo, pues hace revivir los olvidados hechos del pasado. Pero los historiadores son cual soldados que capturan únicamente los trofeos más llamativos y superficiales: empresas guerreras, e intrigas políticas. Yo, en cambio, narraré hechos ocurridos a gentes sencillas, no por eso menos memorables. Mi relato será como una representación teatral en cuya escena dominará el mal, aunque habrá también ejemplos de sublime bondad. Tales hechos acontecieron en mi país.”
En efecto, regularmente escribo sobre literatura o sobre arte o algunos comentarios por esos predios. Esta vez, quiero expresar mi manera de ver las cosas actuales, yo que vengo desde el siglo pasado y en mis muchos años he visto tantas cosas, no quisiera irme a la tumba sin hacer comentarios que toquen aspectos de la política, claro, a pesar de mi confesado apartidismo (no soy miembro de ninguno de los partidos políticos que han surgido en el país después de la muerte de Trujillo; fui militante del Partido Dominicano por obligación); lo que no quiere decir que no haya tenido simpatías o que las tenga como cualquier ciudadano, por ello habrá chispazos relacionados con ese mundo vital, pero además quiero hablar de la cotidianeidad y de lo que ocurre en el país y en el mundo según mi punto de vista, que pretende ser objetiva e imparcial, como la de un simple testigo de hechos y personajes.
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Hablando con franqueza de todo
Empecemos con la Marcha verde
Lo primero que se me ocurre es lo que llamo la Mancha verde. Yo nunca voy a manifestaciones del orden que fuesen. No hago coros a nadie. Eso entra dentro de mi concepto de la libertad. Una palabra de la que tanto se abusa. Mis simpatías o antipatías me pertenecen.
Cada vez descreo más y dudo más de todo, y de todos. Ahora bien, no debo callar que los que marchan pacíficamente en un país donde hubo siempre tanta intransigencia y persecuciones por cualquier tontería (después de la llamada “democracia”), están demostrando dos cosas: Una aparente reacción contra un estado realmente intolerable, pero, sin quererlo, antes de actuar, al ir a consultar por dónde moverse para luego poder hacerlo en completa y absoluta libertad de acción, de palabra y de proyección televisa, radial y escrita, también mostraron respeto a las leyes en un clima de tolerancia único, que ahora vivimos y no valoramos.
¿Podrían hacer manifestaciones contra el gobierno abiertamente en países “democráticos” como Venezuela y Nicaragua, para no ir más lejos en cuanto a revoluciones izquierdosas, que enarbolaron la bandera de la libertad como insignia para instaurar unas nuevas, después de dizque destruir viejos modelos dictatoriales?
Hasta en países que han sido símbolos de democracia y libertad surgen situaciones que desdicen de ello, algún policía que se equivoca, o un racista que mete la pata, o peor, persecución abierta contra la libertad de prensa.
Por lo tanto, damos un cien a los ciudadanos que llenaron las calles y las pintaron de verde, con orden y sin violencia. Pero, le damos un cien al gobierno dominicano actual, por haber permitido que ese grito desaforado se hubiera desarrollado en orden y sin represalias físicas lamentables.
¿Quién es el gran ganador en un empate libertario de esta naturaleza?
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La vida cotidiana: dónde y qué comprar
Como “amo de casa”, ya que vivo solo con una gata, y me lo hago todo, puedo hablar de cosas que a “los otros varones” no les está permitido por mor machista. A mí me gusta comprar, quizás por ser un comprador compulsivo, no lo niego y me fascinan los mercados en todas partes.
A veces entro solo a “ver”, a darme cuenta de lo que hay, sabiendo que los precios o la ausencia de ellos en los productos, me van a alarmar, al extremo de que no compraría, aunque solo los vendieran en ese sitio.
Cuando viajo, regularmente me interesan no solo las cosas que desconozco, que me ponen “chivo” porque no sé si tienen algún ingrediente al cual sea alérgico, sino al hecho de poder quedarme solo por un buen rato mirando y comparando. La vida es en cierta forma un constante ver y comparar.
En este país voy a tres o cuatro supermercados con frecuencia cotidiana. Por ejemplo he dejado de comprar pan en algunos que en vez de reducir el tamaño, han bajado la calidad y la forma pareja de los panes, sobre todo los integrales, que las gentes de mi edad consumimos. Hay uno que mantiene precio, tamaño y calidad, por eso cuando voy hago una compra mayor que en los otros, que por ganar centavos, pierden pesos.
Algunos hay más terribles: hasta pesan los plátanos. Estos aditamentos de la dieta nacional no se compran por libras ¿Existe o no existe alguien que defienda al consumidor y al productor, al mismo tiempo? Y no solo los pesan, sino que los venden más caros que nadie, en plena cosecha.
Es normal, lo he vivido aquí, en España, en Puerto Rico, en USA, principalmente, que haya cadenas que vendan el mismo producto a diversos precios. A veces hay una diferencia de varios pesos sin que haya quién nos defienda. Del mismo modo aunque está prohibido hacerlo, hay los que venden luego que el producto esté vencido, pero no hay prohibición para vender alimentos básicos podridos o en mal estado.
También voy a los mercados populares o me detengo a comprarles a los que venden en las calles. He ido al famoso Merca Santo Domingo a darme un baño de pueblo y de precios, o a otros como el de Cristo Rey que me queda tan cerca, y me he detenido en las carreteras a comprarles a los que expenden bajo rústicas enramadas, lamentablemente ninguno o muy pocos de los que hacen estos negocios son productores. Son intermediarios ventajosos.
Aún así, la diferencia es tan grande, que uno se pregunta si esos víveres y frutos a precios irrisorios que vocean en las calles las guagüitas o camionetas anunciadoras (que no pagan impuestos, y molestan a la ciudadanía con el estruendo de sus alto parlantes), se los roban, o realmente se lo compran a precios aún más irrisorios a los productores.
Para preguntarnos: ¿De dónde se suplen los supermercados que compran a plazos, que devuelven lo que se les daña y pasan meses para pagarles a los suplidores, si al fin venden cuatro, cinco veces a precios más altos, solo porque en ellos se usa el llamado dinero plástico?
Hay una excepción: uno que dice que les paga a los productores al cascarazo; aunque el usuario no se beneficie tanto de ese hecho, le da gusto pensar que haya gentes que hagan contactos con los productores, aunque sabemos que las cosechas se suelen vender en el campo a esos inescrupulosos intermediarios, que tampoco pagan impuestos.
Como dice el pueblo, como quiera dicen de uno, y como quiera nos fuñen.
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La libertad de cultos
¿Existe en este país una verdadera libertad de cultos? Realmente lo he dudado siempre. Los hechos demuestran que en verdad existe, por el derecho para expresar en voz alta en cualquier sitio y a todo volumen sin importar el reposo de los demás, que hacen solo los llamados cristianos, empeñados en salvar a todo el mundo y con derecho a interferir nuestro reposo, nuestro sueño, y hasta ese unánime respeto que impera en el interior de los vagones del Metro. Pero, ay, si en esos mismos sitios y a ese mismo volumen algún libre pensador se atreviera a lo mismo, a contrarrestar simplemente a los vocingleros salvadores de almas, esos tan preocupados por nuestra vida después de muertos, más que de nuestra conducta mientras vivimos, que tan bien viven vendiendo ese futuro luminoso que ignoran totalmente, comerciando con nuestro miedo, a pesar de que el actual Papa a quien solo llamamos Francisco o Francesco, haya dicho que el infierno no existe.
En una entrevista realizada a un famoso bibliófilo español, Abelardo Linares en El País (https://www.jotdown.es/2018/08/abelardo-linares-los-libros-son-como-un-veneno-un-veneno-raro-que-solo-es-perjudicial-en-pequenas-dosis/Fotografia:), se le hizo una pregunta capicúa acerca de los libros: Tal y como lo cuentas, la bibliofilia parece una patología. Respondiendo de esta manera que nos parece correcta:
“Sí, aproximadamente. Los libros son como un veneno, pero un veneno raro que solo es perjudicial en pequeñas dosis. Por ejemplo, es muy peligroso leer un solo libro, valgan la Biblia o el Corán, o administrarse una dieta lectora a base únicamente de premios Planeta, Paulo Coelho o Jorge Bucay. Pero, en grandes cantidades, los libros, la lectura, tienen siempre efectos beneficiosos.”
Ni más ni menos, eso de creer que “toda la verdad” está en un solo libro y quedarse de brutos únicamente leyendo cosas que estaban bien cuando se escribieron, pero ahora, repitiendo ciertos pasajes como el principio del Génesis, por ejemplo, conociendo lo del Big bang y los millones de galaxias donde hay millones de planetas, o de que en tiempos de su escritura se creyeran el centro del mundo, si uno las dice, como las estoy diciendo yo, se nos acusaría de ateos, y si pudieran, algunos lectores atrasados, hasta pedirían que nos excomulgaran.
Empero, ya que nunca falta un maldito pero en esta vida, como dicen en Samaná, dejemos a cada loco con su tema.
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La tragedia de envejecer en estos países
En cierto sentido, no me quejo, tenía una buena profesión y mal que bien me defendía, pero, ahí viene el maldito pero, las gentes de Impuestos Internos no me dejaban siesta. Dejé de ejercer, acepté empleos. Me dediqué a lo que me gusta, y a lo que es mi vida: A la literatura. Tratando de que le llegue a los demás mis elucubraciones y el fruto de mis investigaciones por ello al fin recibí una pensión del gobierno para que me consagrara a ese oficio maravilloso cuando José Rafael Lantigua era el Ministro de Cultura, y Leonel Fernández, el presidente, que lo hizo extensivo a otros artistas y escritores, incluyendo periodistas, no obstante, si aquello bastaba para las necesidades mínimas, ya no alcanza, y nadie se apiada de nosotros. A pesar de eso ni la edad ni nada nos libra de la garra de Impuestos, ahora lo hago anual, menos mal, pero, como iba diciendo, la edad que tengo, mis ochenta y cinco que cumplo dentro de unos días, si no me llaman antes, son más consagrados a la farmacia y a las vitaminas que a otra cosa. Nada, seguimos agradeciendo, claro está, lo que hicieron con todos nosotros, y creo que nos sentimos obligados a consagrar nuestros días a esas actividades que fueron premiadas por lo que aquí es un privilegio y en otras latitudes un derecho natural.
Envejecer, después de todo, tiene sus ventajas y desventajas. Ahora nos dicen que para librarnos del Alzheimer debemos usar aceite de coco que se ha convertido en la panacea universal y dos o tres cucharadas al día, bastan. Lástima que teniendo tantos cocoteros en nuestras costas y en algunas montañas, esté más caro que el de oliva. Hay casos, científicamente comprobados de milagrosas curas de esa antes llamada enfermedad incurable. Eso es mucho decir.
También tenemos otras ayudas, se nos recomienda beber agua tibia con limón al levantarnos; yo he comenzado además, a tomar con limón y bicarbonato al acostarme,igual que una hora después como frutas antes de las comidas, especialmente guineos maduros. Pero nada, es una gracia del tiempo que hayamos llegado a estos umbrales de la muerte con alguna salud y recordando algunas cosas, menos, a veces, para dolor nuestro, de los nombres de las gentes que quisimos o queremos.
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La fotografía