1.- Vanguardia, futurismo y otros movimientos
Aunque se ha dicho que el vedrinismo aparece en 1912 y lo crea Vigil Díaz (1880-1961), los investigadores pueden encontrar detalles en las viejas revistas y periódicos del pasado siglo, a partir justamente de 1909 cuando aquí se publicó el Manifiesto del Futurismo de Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944) en dos revistas y el crítico principal lo comentara, y nos referimos a Federico García Godoy (1857-1924), en artículos y en un libro; además aparecieron noticias sobre Marinetti, su movimiento y el fascismo hasta el final de los años veinte, cuando un cronista usando el seudónimo de Serafi Pitarra, que había sido abanderado del modernismo en su juventud, como lo declarara, se atrevió en varias entregas a comentar los nuevos movimientos vanguardistas, iniciando en el No. 1, segundo del mes de mayo de 1920 en el pórtico de una columna que tituló Crónica Mensual en “La Cuna de América”, la cual se inicó así:
“Estas crónicas han de circunscribirse a la exposición mensual de tópicos literarios y artísticos, y al estudio del desarrollo de nuestro vida intelectual, hecho dentro de un ambiente de imparcialidad que excluya el dogmatismo, al que es ajeno esta Revista, el más antiguo exponente de cultura nacional.”
Como el medio cultural no era muy amplio, todos se conocían bien y cualquier noticia como el surgimiento de algún movimiento de vanguardia, aquí o fuera, era comentado como primicia literaria.
Como el texto es extenso, haremos comentarios y copiaremos párrafos o fragmentos interesantes. Ya que él, con gran sinceridad dice que arranca “con las manos peladas” al compararse a un escultor a quien le dan un cincel pero no hay mármol ni cantera de donde sacer material para hacer la obra.
Como sabemos el nombre del periodista cultural, lo diremos: era Lorenzo Despradel (l873-1927), que luego firmó otras crónicas con su apodo de Muley y sus iniciales: L.D.
2.-La crisis poética hace un siglo según Despradel
Declara a continuación la crisis literaria que había en el país con estas palabras:
“El verso, la forma de expresión más socorrida del Arte, se ha esfumado en nuestro ambiente; y ni aún en estos momentos de tristezas patrias, que según Hostos son los más propicios al desarrollo de la poesía, se escucha un trino, ni se insinúa un rugido que haga evocar al musa de Petofi, que supo enlazar dentro de una rara e inimitable dualidad, la ternura de su corazón amante, con los apóstrofes de su alma maggiar, negada a toda servidumbre.”
Se refiere al poeta húngaro Sándor Petöfi (1823-1849) y esa expresión de Eugenio María de Hostos (1839-1903) que en cierta forma explica el fenómeno del auge literario bajo las dictaduras lilisana y trujillista que hemos comentado en otros artículos.
“No se oye la nota clara y vibrante del poeta civil, del poeta que ama la vida, que la comprende y sabe exultarla en cantos que lleven al oído música, y a nuestra alma destellos de esa luz misteriosa que Prometeo quiso robarle al cielo. Persiste, en tanto, esa poesía dulzona, eco perdido de escuelas que se han ido batiendo en retirada al empuje de tendencias artísticas que se desarrollan paralelamente con las ideas nuevas que van jalonando los anhelos de las generaciones actuales; aún hay quienes pongan en el verso la insulsa quejumbre de un erotismo que se evapora como perfume barato en un ambiente de cursis y desmedradas imágenes. Predomina aún entre nosotros esa poesía de alquimia, hecha de ideas huecas, de palabras sonoras, cuya lectura nos produce la ilusión del incendio de un montón de paja, por la breve duración de su llamarada emotiva, que crepita un instante y todo es después, humo que se va y ceniza que se lleva el viento!”
Se refiere a los retrasados modernistas criollos. Luego arremete contra los que no han aceptado la muerte de Rubén Darío (1867-1916) y Manuel Gutiérrez Nájera (1858-1895) y de paso a todo el modernismo en decadencia, con estas palabras:
“La crítica ha consagrado el triunfo de los poetas que dejan correr su inspiración por el cauce de un optimismo franco, sereno, y que por tales medios propenden a robustecer el concepto ético de la vida, que es algo muy digno de tomarse en serio. El caramillo de Rubén Darío y la dulzaína de Gutiérrez Nájera nos sumieron en un sopor que aún nos tiene entre sus garras; y no es de dudarse que sucumbamos definitivamente, heridos por el “mal del siglo”, a que son propensos los comedores de lotos, crisantemos, nenúfares y toda esa hojarasca procedente de la flora modernista.”
Como modernista arrepentido, no solo ataca al romanticismo sino que demuestra que “el modernismo no pasó sin pena ni gloria” como sostuvo Max Henríquez Ureña (1885-1968) en su “Breve historia del modernismo” (1954).
3.-Comienza a hablar de algunos movimientos de vanguardia
A renglón seguido entra en materia:
“Gracias debemos dar, sin embargo, de que el futurismo con sus extravagancias y el dadaísmo (la más reciente novedad artística, de la que quizás han oído hablar muy pocos aquí) no nos haya invadido, llevándose tras de sí a la mayor parte de nuestros bardos. Aunque estamos muy escasos de ellos; y a tal punto, que así como Clarín se dolía en cierta ocasión de que en España no hubiese ni 1.50 céntimos de poetas, pudiéramos nosotros deplorar la certidumbre de que en nuestra tierra apenas si llegamos a los 50 céntimos, lo que después de todo no es desconsolador si nos ceñimos a la ley de relatividad, y ponemos, como el autor de La Regenta, un poco de exageración en estas opiniones volanderas”.
Las cursivas se refieren a Leopoldo Alas, alías Clarín (1852-1901) y a su famosa novela, cuya primera edición data de 1884-1885.
Sin embargo, el tercer y último artículo, No. 4 de dicha revista, de la segunda quincena de julio (en el segundo habló del bolcheviquismo y citó el dadaísmo); lo comentamos porque está dedicado al dadaísmo, con una profusión de datos y un detalle muy interesante.
4.- Vigil Díaz citado como posible dadaísta
Comienza su artículo con letras mayúsculas: EL DADAÍSMO, atacando al modernismo:
“En mi crónica anterior, hablaba del dadaísmo, la última novedad en el campo del arte y de la literatura. Todavía no es una escuela, pero pronto aspira a serlo por los mismos medios insinuantes con que el «decadentismo» se abrió paso, hasta llenar el mundo de cisnes, nenúfares y pálidas princesas… El dadaísmo que tiene su origen en el «balbuceo», quizás no pase de la categoría de tendencia balbuciente, quedándose en el Limbo, como esos niños que mueren sin haber alcanzado las aguas regeneradoras del bautismo. Hasta ahora sus corifeos sólo se han atrevido a pisar tímidamente en los dominios de la música y del drama, sin que hayan alcanzado otro premio que la desdeñosa sonrisa de un público escéptico, o quizás ignorante, que calificó de una manera indigna a los escasos propagadores de esa novísima escuela.”
“Entre nosotros el dada hará poca fortuna. Quizás Vigil Díaz cuando retorne de su viaje estático (algunos maliciosamente lo suponen en La Habana, regalándose con las fabadas de algún hotelucho de la calle Revillagigedo) nos traiga en su maleta el manifiesto o el prospecto de esa nueva tendencia que tanto harmoniza (sic) con su temperamento novedoso…”
Muley con esa palabra ‘harmoniza’ delata su origen modernista, pasando a explicar lo que sabía sobre del dadaísmo, citando a Tristán Tzara (1896-1963) el fundador del movimiento, con muchos detalles, que omitiremos, para llegar al final, donde vuelve a citar a Vigil con su legendaria nota de buen humor.
“De hoy en adelante el hijo de mi vecino, que es un chico impertinente, no me oirá echar pestes cuando se entretenga en golpear el teclado del piano con el bastón de su bondadoso padre. Antes bien me descubriré respetuosamente ante ese prodigio que de manera tan notable se inicia en los misterios de ese fecundo dadaísmo que acaso logremos conocer en todos sus aspectos, como ya he dicho, cuando Vigil Díaz retorne de San Sebastián o de la soleada playa de Cárdenas, que todo puede ser, y lo implante entre nosotros después de haber hablado personalmente con Tristán Tzará en un hermoso bar de Sophía, y con los mozos del Barrio Latino que pusieron en escena «Las aventuras del Señor Antipirina», haciendo los papeles de azulazul, El Señor Cricrí, El Señor Pipí, etc.
Preparémonos para el chaparrón de dadaísmo que nos espera.”
Nuestro autor llega así a esas conclusiones risibles, aunque, Vigil, como lo señalara en su libro “Del Sena al Ozama”, 1922, donde aparecen sus recuerdos de París, que visitó en 1920, a pesar de las dudas iniciales de Despradel, no se refirió a este movimiento ni a nada de la actualidad literaria francesa sino que, como modernista impenitente que era, habla de otras cosas que llamaron su atención, y Despradel ni de juego cita al vedrinismo, que de haberlo proclamado Vigil Díaz en el país, hubiera tenido conocimiento y lo hubiera señalado al hablar de nuevas escuelas literarias.
Y es más, Lorenzo Despradel comentaría en el Listín Diario, el 7 de abril de 1921 a “Galeras de Pafos”, el libro publicado ese año por Vigil Díaz, con el título de “Vigil Díaz con motivo de su último libro”, y, entre otras cosas, dijo lo siguiente:
“Del esteta Vigil Díaz, no podemos decir como es de rigor en tales casos, un libro más, porque realmente en este libro lo que nos ha ofrecido la munifisciente prodigalidad de su cálido cerebro, sino una nueva revolución, una nueva tendencia que sin quererlo su propio autor, ha venido a pugnar con otras atrevidas tendencias no menos atrevidas que van flanqueando sigilosamente el campo del dogmatismo literario”.
Concluyendo el párrafo siguiente con esta nota: “Vigil no viene con un manifiesto retumbante a decirnos que aspira fundar una escuela”.
Que si hubiera proclamado el vedrinismo, lo habría hecho constar.
Y el 17 de mayo, en ese mismo diario, Alfonso Concepción Tapshire (¿….-….?, otro artículo: “Vigil Díaz a propósito de su último libro”: “…aunque sinceramente crea que en él no hay la preocupación banal de llegar a ser creador de nuevas escuelas.” Huelgan los comentarios.
En conclusión: Lo que sí está clarísimo en lo de Muley, es que para él, había una crisis poética, y una gran escasez de poetas. A lo mejor, si viviera hoy, se quejaría de la enorme cantidad de supuestos o reales poetas en este país. Y es que entonces, realmente era así, las revistas y los periódicos de la capital y de todo el país estaban atiborrados de poemas en verso y prosa. Si esos románticos, y sobre todo los modernistas que él ataca acusándolos de decadentistas (cometiendo un grave error, porque esos elementos citados cisnes, nenúfares y pálidas princesas, son parnasianos). El decadentismo, ignorado siempre por los críticos nuestros, al extremo de que Max Henríquez Ureña (1885-1968) en su “Breve historia del Modernismo” apenas lo cita referencialmente, y no le dedica
siquiera un capítulo ni unas notas suyas, a ese movimiento, tan fundamental como el parnasianismo y el simbolismo los otros dos elementos nutrientes del modernismo, ya que, quizás lo más importante para los criollos fue lo decadente. En otras ocasiones hablaremos de ese movimiento y de su influencia en Vigil Díaz en sus Góndolas, primer libro dominicano de poesía con dos ediciones: la príncipe de 1912 y la segunda de 1913. Hasta entonces.