He encontrado un interesante artículo publicado hace unos años por Jaime Rubio Hancock sobre 8 hábitos relacionados con el ejercicio de la filosofía. Aunque practicados por muchos filósofos de todas las épocas, no son exclusivos del oficio, sino hábitos recomendables para todo el que quiera desarrollar el ejercicio del pensar.

Uno de estos hábitos consiste en la lectura. Los estudios muestran que la lectura activa positivamente nuestro cerebro y nuestra empatía. La lectura nos forma, enriquece la estructura conceptual a partir de la cual pensamos el mundo y nos ejercita en el ejercicio de “escuchar al otro”.

Otro hábito fundamental es la conversación. Pero no cualquiera. Existen “pseudoconversaciones”, diálogos aparentes donde no se está dispuesto a escuchar las razones del otro y donde las mínimas diferencias generan la ruptura del diálogo o el ataque personal. Estas “conversaciones son estériles desde el punto de vista intelectual y lacerantes desde el punto de vista emocional.

Preferimos “conversar” con aquellos que comparten nuestras valores o perspectivas. Pero lo cierto es que cuando conversamos con personas que tienen puntos de vista distintos a los nuestros, o que intentan refutar nuestras creencias, salimos enriquecidos, porque nos hacen ver las debilidades y fortalezas de nuestras teorías, así como ver una perspectiva distinta de los problemas. En estas conversaciones ingresamos en lo que el filósofo Karl Popper llamó la actitud de “cooperación-hostilidad” propia de la ciencia. Cooperación, porque se trata de una labor donde participamos más de una persona en un fin común y hostil, porque sometemos a riguroso examen las creencias de los otros.

Otro hábito importante es la escritura. Nuestra experiencia docente nos dice que muchos jóvenes parecen articular un buen discurso, pero no saben exponer sus ideas por escrito. Sin esta destreza se hace dificil desarrollar ideas con sistematicidad, porque el discurso hablado es generalmente carente de esta característica. No es exagerado decir que quien escribe mal, piensa mal.

Finalmente, se debe ser constante. Es preferible escribir medio párrafo cada día que escribir tres hojas por semestre. Es esta constancia la que permite incorporar todos los hábitos.