Ciertamente resulta chocante este tema, pero es bastante común. A nivel social se presentan situaciones o conductas realmente hipócritas que llegamos a considerar como normales y simulamos no darnos cuenta. Pero pretender que algo no es no evita que sea ni impide sus consecuencias.
Normalmente nadie reconocería orgullosamente ser un traidor, casi a cualquiera que se le preguntara diría que no lo es y normalmente criticaría enojado un acto de traición…que no haya realizado él. Si lo realiza él, siempre tendrá sus justificaciones.
La traición se ha estado incrementando, al igual que nuestro nivel de tolerancia a la misma. Hay cierta tendencia a comprenderla cuando sus resultados son aparentemente convenientes (siempre y cuando los perjudicados no seamos nosotros).
Se considera “buena traición” la que logra mantenerse oculta. Así vemos personas que públicamente hacen declaraciones que destruyen a alguien y comienzan diciendo: “somos amigos desde hace mucho tiempo y le tengo un gran aprecio, pero…”, a partir de ahí dicen que en honor a la verdad, se ven obligados a destruir al supuesto amigo. Este es un sistema muy utilizado entre políticos. Cuando quieren ayudar a alguien, hablan de sus virtudes, pero para destruirlo, expresan el gran aprecio que le tienen y a continuación dicen con pena que es una basura humana. Este sistema se ha convertido en una costumbre “elegante” de atacar, humillar y destruir. A veces se utiliza incluso el nombre de pila o apodo cariñoso de la víctima para aparentar mayor inocencia y falso afecto. Así es el beso del Judas actual.
Una traición puede ser clasificada según su gravedad. Se tiende a creer que es grave dependiendo de que se descubra o no. Un presidente de los EUA decide espiar y presionar a los políticos de la oposición (nada extraordinario), pero la trama sale completamente a la luz pública y le cuesta renunciar a la Presidencia (el caso de Richard Nixon por Watergate en 1972). Sin embargo, en ocasiones un gobernante manda a asesinar a sus contrarios, pero aunque es un secreto a voces no se logra demostrarlo y aparentemente se “cree” en su honestidad. Prevalece la moral de las apariencias.
No todos tenemos la capacidad de ser amigos, nos necesitamos mutuamente, pero algunos mantienen una relación parásita, donde no solamente no podrían explicar qué aportan a los demás, sino que algunos de sus actos discretamente perjudican al otro. El detalle es que normalmente tu amigo llega a descubrir que le hiciste daño, pero comprende que es lo único que puedes dar y a pesar de todo, te quiere. Al árbol “por sus frutos lo conoceréis” – (Lucas 6: 43-45)
Algunos árboles ofrecen sombra a los demás, permitiéndoles desarrollarse, otros parasitan a los demás, destruyéndolos progresivamente, procura ser de los primeros.
Si tratas mal a tus amigos tú no estás bien, porque solamente puedes dar lo que tienes. Si traicionas a los tuyos y a ellos le perjudica estar a tu lado, debes saber que sólo mejorando tú, podría mejorar tu relación con ellos. No tengas miedo de ver la realidad tal cual es y comprende que causas sufrimiento porque tú también sufres. Es importante que nos examinemos a nosotros mismos, que podamos comprender por qué hacemos los disparates que hacemos, porque lo que haces lo haces por lo que eres, cómo lo eres y por qué lo eres. Puede ser útil también descubrir: desde cuando lo eres. Es difícil cambiar lo que haces sin cambiar tú.
En la política y en los negocios se tiende a considerar que los traidores hábiles son más exitosos, los que destruyen al otro “sin que se note”. Habría que definir lo que entendemos por “ser exitosos”, en ocasiones hundiendo a los demás puedes inicialmente ganar más dinero, pero luego la vida te cobra lo que has hecho afectando incluso tu prosperidad, sin contar la huella en el inconsciente que te dejan todos tus actos. Talvez pudieras enriquecerte durante largo tiempo mientras perjudicas a los demás, pero al igual que al Rey Midas el convertir hasta la comida en oro, te impedirá finalmente alimentarte.
Entre religiosos se presenta una situación muy compleja, porque si Dios es pura bondad y nos da todo, es infinitamente superior a lo que podemos reciprocarle. A su pesar, el devoto creyente comprende que le falla constantemente. Frente a Dios nos sentimos traidores y necesitamos reivindicarnos, algunos líderes utilizan esto a su favor personal ayudándote a “negociar” tu tremenda deuda. Alguien al creerse muy pecador sólo se atreve a acercarse a Dios a través de intermediarios, exactamente lo contrario a lo que le convendría. El impacto que podría tener todo lo anterior en tu inconsciente es incalculable. Sientes que traicionas constantemente a Dios, pero en realidad él sabe que haces lo que puedes, aunque sabe también que podrías hacerlo mejor y espera a que quieras desarrollar tu verdadero ser. Debes escuchar a tus líderes y maestros, pero sin que jamás sustituyan tu relación personal con Dios.
Algunas reflexiones que nos pueden ayudar a traicionar menos a los demás y a nosotros mismos: Dios está de tu parte, sólo espera de ti el que tengas una vida más plena, tienes mil y una razones para fallarle y él lo sabe mejor que tú, pero su mano siempre está extendida hacia ti, para ayudarte a salir del lodo cada vez que quieras. Debemos dejar de esperar el ser buenos, basta con mejorar un poco cada día. En la medida en que dejamos de traicionarnos a nosotros mismos, traicionamos menos a los demás. Realmente las conductas abiertas y positivas con los demás, te hacen la vida más sencilla.
En algún momento que estés en la soledad de tu habitación, colócate frente a un espejo y mírate fijamente a los ojos, cuando creas que te estés prestando atención, puedes decirte: me has decepcionado muchas veces, pero te perdono, te acepto, te quiero tal como eres y mañana sé que podrías ser un poquito mejor.