LONDRES – ¿Quiere saber qué está sucediendo en la política británica hoy en el gran debate sobre el alejamiento del Reino Unido de la Unión Europea?
Únase al club. Con el Brexit posiblemente a apenas dos semanas, la mayoría de los votantes británicos están en la oscuridad. Lo mismo sucede con los miembros del Parlamento. Y con el millón de personas, incluidas tres de mis hijas y tres de mis nietos mayores, que recientemente marcharon en Londres para protestar contra el Brexit. Y también con los seis millones de personas que han firmado una petición exigiéndole al gobierno quedarse en la UE.
No es sorprendente, por lo tanto, que durante mis viajes este mes a Estados Unidos, Irlanda, el sudeste asiático y después a Tokio todo el mundo parecía perplejo por cómo Gran Bretaña se había hundido sola en semejante crisis nefasta.
Gran Bretaña siempre ha tenido una relación conflictiva con la UE. Nos unimos con reticencia, pero prosperamos como miembro. Nos mantuvimos afuera de las cosas que no nos gustaban, como el euro y la zona Schengen de viajes sin controles fronterizos. Defendimos el mercado único, así como la ampliación de la UE a Europa central y del este después del colapso del Pacto de Varsovia. Por lo general fuimos uno de los mayores defensores de políticas económicas y comerciales más liberales y tenemos un mercado laboral más flexible que cualquier otro estado miembro excepto Holanda.
A pesar de estos éxitos, la oposición a la UE creció y se agudizó en la derecha de la política británica. David Cameron, el anterior primer ministro conservador de Gran Bretaña, pensaba que podía manejar a los nacionalistas ingleses de derecha en su partido ofreciendo un referendo sobre la pertenencia a la UE. Fue una jugada irresponsable.
Cameron perdió por un pequeño margen, en parte por las preocupaciones de los votantes sobre la inmigración –aunque la mayoría de los inmigrantes de largo data en el Reino Unido provienen de fuera de Europa-. La campaña por el referendo se caracterizó por el engaño y la mentira: el engaño de que sería fácil desvincularnos de la UE sin ningún perjuicio y la mentira sobre los supuestos beneficios que se derramarían en cascada una vez que nos retirásemos.
Existen tres razones principales para el caos actual, todas las cuales se pueden explicar de manera sencilla.
Primero, grandes segmentos del Partido Conservador han abrazado el nacionalismo inglés. Los activistas conservadores son cada vez menos y más viejos, como los republicanos en Estados Unidos, y también se han vuelto más extremos. Como ex presidente del partido, veo con horror cómo fanáticos vengativos persiguen a los miembros del Parlamento conservadores moderados al estilo de los ideólogos del Tea Party republicano. Si el partido Conservador pierde a sus moderados, perderá las elecciones.
Segundo, los referendos son un desafío directo al sistema democrático tradicional de Gran Bretaña. Son una desviación binaria y divisiva de una constitución que descansa en el concepto de que los miembros del Parlamento les deben a sus electores su mejor criterio a favor del interés nacional. Sus conciencias informadas no les pertenecen en su totalidad a quienes votan por ellos. La democracia plebiscitaria es diferente de la democracia parlamentaria. Sin embargo, un voto estrecho a favor de “irse” hace casi tres años supera a lo que el Parlamento piensa hoy, aunque las encuestas recientes demuestren que una mayoría creciente de los votantes quieren quedarse en la UE.
Tercero, el gobierno de la primera ministra Theresa May fijó la fecha de alejamiento del Reino Unido de la UE antes de haber intentado desarrollar un consenso sobre cómo debería ser una futura relación con Europa. Vale la pena recordar que, mientras que el Reino Unido envía casi la mitad de sus exportaciones a la UE, menos del 10% de las exportaciones de los 27 miembros de la UE van al Reino Unido.
May entonces intentó dos veces que el Parlamento aprobara su acuerdo de retiro defectuoso y recibió un rechazo contundente en ambas ocasiones. Con apenas dos semanas por delante, el Parlamento ahora está intentando encontrar un acuerdo consensuado que satisfaga a una mayoría de los miembros del Parlamento y a los otros 27 miembros de la UE, cuya paciencia no es infinita.
Si los miembros del Parlamento terminan aprobando un plan alternativo, el interrogante será si May está dispuesta a aceptar ese acuerdo y presentarlo ante la UE. Si no es así, esto provocaría una crisis constitucional importante, y quizá daría pie a una elección general.
May cada día está más debilitada y su autoridad se ha diluido. El 27 de marzo, en un intento final por ganar respaldo para su acuerdo de retiro, May prometió renunciar si el Parlamento lo aprobaba. Pero ni esto pareció persuadir a los críticos conservadores de derecha de May de que debían acudir en su ayuda, mientras que el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, del que depende su gobierno para su mayoría parlamentaria, sigue oponiéndose a su acuerdo. El interés nacional ha pasado a ocupar un segundo plano detrás de la obsesión ideológica y las ambiciones de liderazgo de algunos de los colegas del gabinete de May.
El tiempo es escaso. Gran Bretaña necesita una conducción con principios y valentía. Hay un antiguo proverbio inglés que dice “Llega la hora, llega el hombre” –o, por supuesto, la mujer-. Esperemos que eso siga siendo válido hoy.