La búsqueda del bien común debe ser la máxima aspiración de toda sociedad regida por el poder político a través del Estado: es la consciencia del deber común o general de adecuar la acción de todos y cada uno a la preservación u obtención de ese bien común, concepto que se ha perdido en la mayoría de las sociedades latinoamericanas.

Esta sincronía del accionar individual orientado al bien común ha sido objeto de debate durante siglos, resumida en una pregunta existencial de difícil cumplimiento: ¿Debo adecuar mis hechos o acciones para acomodarlos a algo intangible que es el bien común? Voy más lejos: ¿Si adecúo mi comportamiento al beneficio del bien común, garantiza que lo hagan los demás?.

El concepto del bien común como principio filosófico en su origen, era de difícil acepción a la hora de poner límites entre la búsqueda del bienestar individual y el bienestar de todos fue ampliamente tratado primero por Aristóteles y luego Santo Tomás de Aquino, perdiéndose en la bruma de la historia con los avances que tuvo el individualismo y el liberalismo económico.

No obstante tenemos el bien común en todas las legislaciones occidentales, que se ha constituido en letra muerta a medida que crecen las apetencias económicas del capitalismo (ganar+ganar) y las tendencias del nuevo pensamiento de una vida individualista light y las preferencias a las minorías.

Si analizamos el hecho de que la protección del bien común implica aquellas cosas que configuran la comunidad humana y su realización compete a la comunidad política a través del Estado que debe promoverlo por medio de sus instituciones entre los ciudadanos, vemos que su búsqueda en nuestras sociedades está perdida.

Lo que observamos actualmente son dos variantes que afectan gravemente al bien común por lo menos en la sociedad dominicana: la corrupción reinante en el sistema político que ha creado grupos con mucho poder económico y la pérdida de vocación a pensar en la colectividad en la mayoría de los líderes de los partidos políticos.

Muy bien lo afirmaba Aristóteles, la armonía del bien común debe existir entre el sistema político y sus gobernados en una relación de solidaridad y comunión, si se rompe esa regla básica, lo que tendremos son grupos ávidos del botín estatal y con pocas esperanzas de cambio.

Esa armonía implica reglas claras. No es un simple intercambio entre dar votos para alcanzar el poder a cambio de una protección que ha resultado ineficiente y limitadora de oportunidades.

Cada uno somos la parte de un todo. La fragmentación social derivada de los intereses personales y de grupos económicos y políticos, es la antítesis de lo que nos conviene a todos y esto solo se reduce a través de una consciencia que vaya en consonancia con las aspiraciones de la colectividad.

El bien común temporal es el fin especifico del Estado. El bien común de orden temporal consiste en una paz y seguridad de las cuales las familias y cada uno de los individuos pueden disfrutar en el ejercicio de sus derechos, y al mismo tiempo en la mayor abundancia de bienes espirituales y materiales que sea posible en esta vida mortal mediante la concorde colaboración los activa de todos los ciudadanos.