Te márchate querido Comandante, estoy huérfana de ti. A dónde se irán tus fuerzas que limaste en la Cordillera Central. Acaso eres ese abuelo solariego que emboscará a los muchachos entre los montes y ríos de Valle Nuevo, suplicando acciones y palabras contra un sistema degradante y limitante como es el capitalismo isleño. Será tú, el ejemplo que levantará la resistencia contra estos bastardos de la historia republicana. O te quedará como polvo histórico dentro de los anaqueles de los archivos citadinos.

Hoy estoy triste, Hamlet, pues en este último acto íntimo con tú muerte, me acercas a la expresión que tantas veces te dijeron, “No te Mataron Guerrillero” sin saber que estabas herido para siempre. No te abandonó nunca esa memoria de tu cuerpo, la desobediencia, la mirada deseante y ese anhelo por construir una sociedad más justa, responsable y que logrará poner límites, a tanta concentración de riquezas, consumo exacerbado, degradación ambiental, desigualdad social y encubrimiento de los ladrones del erario público.

Hoy te escribo entre lágrimas, eres el “Guerrillero de la Memoria” un desobediente libertario que se “echó al monte”   contra los fascistas republicanos y que no serás el último

Eres ese trozo de memoria, apóstata del peledeísmo ilustrado, que cruzaba las calles de Santo Domingo, diciéndonos que todo trayecto desde la punta de Cabo Cabrón hasta los lindes fronterizos conformaban un territorio de pertenencia colectiva y no de unos pocos agentes de los avernos. Eres hombre, guerrillero, un abuelo de la resistencia, que buscaba la libertad y el compromiso con la vida.

Hamlet, amigo, tu trozo de vida y ejemplo es camino de opciones. Tú, el guerrillero,  demostraste que no podían domesticar ni sujetar tus ideas. Hoy te escribo entre lágrimas, eres el “Guerrillero de la Memoria” un desobediente libertario que se “echó al monte”   contra los fascistas republicanos y que no serás el último. Hasta siempre Comandante.