En lo más escarpado de la vertiente sur del Baoruco, a unos 30 kilómetros al norte del municipio Pedernales, está Villa Aida, Los Arroyos, un sitio geoestratégico y hermoso, pero en el olvido irresponsable.

La última vez que tuvo prensa y anduvo de boca en boca en el pueblo, fue durante los días posteriores al 22 de septiembre de 2008 cuando una avioneta cargada de cocaína se estrelló y se incendió muy cerca de ahí, en el paraje Ticafé, La Altagracia, cabecera del Distrito Municipal José Francisco Peña Gómez. Murieron sus cuatro ocupantes; 75 kilos de la droga prohibida en dos fardos recuperados por las autoridades. http://www.myspace.acoste.net/?tag=fiscalia-de-pedernales-ordena-negar-informacion-a-la-prensa-sobre-caso-avioneta-narco.

En aquellos días de rumores sobre mafias y rutas de drogas, los comunitarios revivieron las historias de personajes y de los estragos del frío durante las noches oscuras de aquella comunidad, unos dos mil metros sobre el nivel del mar. Pero pronto regresó el olvido inmerecido. Hoy, como ayer, llegar hasta allá implica riesgo extremo porque la carretera semeja un laberinto descuidado.

DE SUS PRIMEROS DÍAS 

El francotirador Maximiliano Fernández (Marcí), 18 años, junto a militares estadounidenses, había llegado a Villa Aida  en 1917, desde el otro lado de la Sierra, por los trillos de Angostura y Puerto Escondido.

Allá arriba funcionaba un cuartel del Ejército en madera rústica y una garita que luego abandonaron porque –dicen– el frío era irresistible para los guardias en el puesto de servicio, y nulos los abrigos para protegerse.

En los puestos de vigilancia, siempre sorprendían a los militares temblando, acurrucados a sus rifles Mauser. Uno de ellos, muy delgado, fue hallado casi muerto de hipotermia.

La leyenda urbana sostiene que Villa Aida es no apta para seres humanos porque un guardia de servicio fue hallado petrificado, convertido en hielo. En realidad, a causa de las bajas temperaturas, el cuartel fue cerrado. Solo dejaron los de El Aguacate y Los Arroyos. http://www.grupojaragua.org.do/documents/SPAW_propuestaSdB2_GrupoJaragua.pdf.

Marcí, sin embargo, se quedó en el lugar y creó familia con Rosa Delia Mancebo. Siguió como militar hasta 1929 cuando se dedicó a la siembra de cafetales. Ni se imaginaba que los Trujillo habían puesto los ojos sobre sus tierras y casona familiar.

EL MILAGRO DE DOÑA PIMPÓN

La pareja Fernández-Mancebo había procreado a Mireya, Argentina y Rosa Francia (Doña).

Años después, Doña casó con un raso y pronto quedó preñada. La partera Valencia le había advertido sobre la posibilidad de que sufriera “frenesí” (eclampsia) a causa de la presión arterial alta. “Boca de chivo”. Así les llaman en Pedernales a las personas que predicen un hecho. Al parir, Doña se agravó con serias convulsiones. Su hermana  Mireya y su esposo Rubén Bretón corrieron desesperados hacia la fortaleza en busca de auxilio.

Allí estaba el mayor Danilo Trujillo, quien, en la víspera, había aterrizado en el aeropuerto doméstico “Campo de Aviación” (1943), al norte del pueblo. Rogaron una cita con él. La recién parida era la esposa de un raso. Un raso, sin embargo, estaba impedido de acceder a un mayor hasta por carta tramitada a través de su superior inmediato, el cabo.

El atrevimiento funcionó. El mayor Trujillo le ordenó a su piloto que la trasladara a la capital en el avión. Pero el piloto, con todo y ritual de la era sangrienta, temeroso, le comunicó al ayudante del mayor que las condiciones del tiempo eran malas para volar. El ayudante le miró fijamente a los ojos, y le advirtió: ¡Es una orden!

No había de otra. En minutos, el monomotor alzaba vuelo hacia Santo Domingo, mientras China Pachín, prima de Doña, se encargaba de amamantar a la niña. A bordo: el piloto, el enfermero militar, la paciente grave y su marido. Llovía duro, la visibilidad era mínima. El piloto capeaba el temporal, buscando claridad y calma en el espacio. Nada.

Seguía planeando. De repente, solo le quedaba la opción de tirar la nave sobre los tupidos pinares cercanos a Aguas Negras. Y eso hizo. Los pinos amortiguaron la caída… Todos salieron ilesos. Mayo, 1948.

Seis horas después, el mayor Trujillo recibió la “fonía” (Mensaje en clave Morse) de que el avión no había hecho escala en la provincia Barahona como estaba previsto porque había sufrido un accidente en una loma de Pedernales.

Se inició la afanosa búsqueda por trillos inextricables del Baoruco, bajo un aguacero sin precedentes. El piloto ya había salido en busca de ayuda. En el camino, dejaba trozos de su pañuelo enganchados en ramas de pinos, para fines de ubicación. Luego salió el enfermero, quien –sin saber–  quitó varias de las señales. Treinta y seis horas más tarde, los accidentados fueron encontrados empapados, tiritando de frío y aterrorizados. Bajaron en litera a la paciente. La preclamsia de Doña había desaparecido. Unos dicen que fue del susto; otros, “un milagro de Dios”. Ella ha afirmado que ni cuenta se dio del suceso. Con 85 años y diez hijos, incluida la Morena del frenesí, ya pierde la batalla frente al Alzheimer. 

El fuselaje del avión de Danilo Trujillo permaneció hasta hace poco, cerca de Higo Grande, entre La Altagracia y Aguas Negras.   

Allá en Villa Aida, el troglodita de los Trujillo le quitó a Marcí la casa y las tierras ubérrimas sembradas de café, y pagó a los trabajadores de los predios para que salieran rápido. En 1940, Marcí tuvo que abandonar el lugar y se estableció en el municipio Pedernales, donde construyó tres casonas de madera. Este colono murió en 1986, a los 87 años.