Yo estaba en Cincinnati, full todos los vuelos directos, o cogía dos aviones para llegar a Nueva York, más o menos 6 horas si Dios no metía su mano en el clima, con traques de aeropuertos ay una bomba, o cogía una guagua por 50 dólares pero el doble de horas. Claro que cogí la guagua. Mi hermana me iba a llevar a la parada. Llegamos a las 8:30pm, una hora antes del despegue. Digo llegamos, pero eso quiere decir después de muchas salidas y curvas circulares sobre y debajo de estructuras donde se ha usado frenéticamente mucha mano de obra y probablemente varios hayan muerto lentamente adentro de una mezcla endurecida de arena, piedritas y agua. Imagino que eran las afueras de la ciudad, la usualmente fea periferia donde predominan los negocios de una sola planta y en los letreros aparecen mucho las palabras "Check Cashing" y "Furniture". Al lado de Jade Buffet, decía el ticket electrónico.

Al final del parqueo al lado de Jade Buffet una guaguota blanca con los vidrios tintados. Nos acercamos y vimos a un chino joven fuñendo con el motor que emitía un olor a combustible quemado excesivo para cualquier lugar que no se rija bajo el protocolo de Puerto Príncipe. Me entró un ligero desasosiego llegar y agarrar in fraganti a quien presumía el chofer también ejerciendo el oficio de mecánico ocasional, con algo en la mano que muy bien podía ir conectado al carburador o cualquier otra importante víscera metálica de ese vehículo que iba a dirigirse a Nueva York, más o menos doce horas de guata. Pero bueno, yo viví mucho tiempo en República Dominicana y cogí muchas guaguas en peores condiciones y a través de carreteras en eses con precipicios bien cerquita y cayendo un aguacero.

―Is this the bus to New York?
―Yes, you early, nine fori.

A propósito de chino, voy a mencionar aquí el gentilicio de personas nacidas en China y no diré asiático. ¿Quién fue primero, el ser humano o el país? ¿Quién segundo, el país o el continente? En fin, me despedí de mi hermana, aw, y de mi sobrina, awww, y entré en la guagua. “Qué bueno”, pensé, "que soy el primer pasajero y me cabe el derecho de escoger entre todos estos asientos que lucen igualmente incómodos hasta para un Peso Mosca". ¿Cuál tiene más libras, el Peso Mosca o el Peso Pluma? ¿Hay un Peso Gallo? Qué dilema. La cosa es que aunque usted sea un hombre de tamaño pequeño, si se dedica al boxeo puede ser catalogado Peso Mime, y a pesar de mantener una rigurosa dieta de pescado crudo y coliflor, usted no iba a sentirse a sus anchas en ninguno de esos asientos. "Basta de lamentaciones", me dije a otro mismo, "tienes contigo a Gogol, esto será un paseo"; además había comprado agua natural y agua tónica para no mencionar una botella de Stolichnaya porque quería estar ligeramente intoxicado para leer absurdos sobre una Rusia donde compraban campesinos muertos, que todavía figuraban en censo, para ponerlos de colateral para préstamos etc, un lugar donde llamaban alma al siervo que era eufemismo de esclavo.

"Y usted ha venido, usted nos ha honrado con una visita, usted ha otorgado sobre nosotros un regalo, un regalo destinado a convertir este día en un día de gala, un verdadero cumpleaños del corazón".

Salimos en punto. La guagua iba casi vacía, apenas cinco chinos, dos gringos, un africano y un dominicano; bultos, abrigos y misceláneos usurpando el espacio diseñado para un humano que no sea rico. Ya el chofer tenía la ayuda de un cobrador y un asistente del cobrador. Los dos habían cruceteao varias veces desde la oreja derecha del chofer hasta el bañito soloparaorinar en el culo de la guagua. Si algo puedo señalar de estos tres chinos es la eficiencia. El chofer se hizo mecánico y limpió algún orificio o engrasó alguna tuerca e ipso facto volvió a ser chofer mostrando destreza en el manejo de esta ballena de carretera, no habíamos dado ni siquiera un frenazo; el cobrador y asistente cumplían sin excesos la labor de tomar el efectivo, o impresión de ticket electrónico recibido por email, apuntar algo en una hoja amarilla, y seguir su camino. Luego de esto inspeccionaron el baño, suspiraron sin respirar ante la grosería de los hombres, y se sentaron a cumplir con las otras labores de hablarle al chofer y de reír bastante. Eran jóvenes, estaban ganando dinero, viajaban por tierra extranjera.

"Por la misma razón el maestro de Chichikov no tenía gran amor del autor Krylov, en que este dice en una de sus fábulas: 'En mi opinión, mientras más uno canta, mejor uno trabaja'".

Pero no, no es negocio ir de Cincinnati a Nueva York con once pasajeros. Entramos en varios pueblos, siempre a no más de dos kilómetros de la autopista. Usualmente era una gasolinera con su mellizo siamés de comida rápida. No se llegaba a comprar, sino a recoger más pasajeros. Estos estaban afuera o salían de carros parqueados con las luces encendidas. En el primer pueblo me hice el dormido, para que sigan y se sienten en otro lado, por lo menos hasta que hubiera total necesidad; luego del tercero comprendí lo inevitable, solo me quedaba rezar que no me tocara de compañero un hombre morbosamente obeso, especialmente después que pasaron par de rubitas. Me tocó una delgada señora china.

Pittsburgh. He aquí otra ciudad que no quiero visitar, ojalá que ningún ser querido se mude en este asentamiento urbano asociado con el acero, donde un letrero con una foto de mujer acabada de duchar anuncia una gran venta de muebles a bajo precio, "Furniture Discount", y otro informa que el feto es un ser humano desde la concepción a la terminación, "A Human Being From Conception To Completion", anunciando que aquí hay republicanos armados y “próvida”, o como dijo George Carlin, “Antimujer”.

"Tales personas la Naturaleza meramente talla rugosas. Un corte con un hacha, y ahí resulta una nariz; otro corte con un hacha, y ahí materializa un par de labios; dos empujes con el taladro, y ahí expide un par de ojos. Finalmente, desdeñando cepillar la rugosidad, ella envía esa persona hacia el mundo, diciendo: 'Ahí está otra criatura viva'".

En una parada en una placita me fijé que el chofer y ayudantes se desmontaron con premura en un restaurancito chino. Todos los pasajeros bajamos también; yo, sabiendo que ellos sabían lo que era bueno ahí, seguí a los tres chinos y pedí lo que ellos pidieron: La fiesta del cocinero, Chofán. Ummmmmmmmm, el mejor Chofán que me he comido en mi vida. Cuando subimos a la guagua a los pasajeros nos cayó un soponcio general, dormimos tan profundamente que hasta roncamos.

Sueño que soy Chichikov a través de los fundos de la ciudad de N.. En medio de nieve y pinos encuentro a Sophia Loren jovencita con esa bocota que me abraza mientras la nieve desaparece lentamente y los pinos se convierten en girasoles que se convierten en olorosas matas de marihuana. El olor no era onírico, despierto en medio de las luces y del reperpero de los chinos repitiendo la palabra WEED mientras hacían señas con la mano en la nariz. Todos miramos hacia atrás, todas las miradas confluyeron en dos universitarios gringos. "It wasn’t me", dijo uno aguantando una risita. "Me neither", dijo el otro explotándose de la risa.

Cuando la guagua se llenó solo se volvieron a parar a las tres de la mañana. Una parada gigante con varias gasolineras y un hotel Howard Johnson. Seguimos para atrás del hotel y nos parqueamos frente a la última habitación con una cama donde duermen varios hombres a diferentes horas. El chofer se puso su abrigo, le dijo algo al cobrador y al asistente y salió; se cruzó con otro que apenas había salido de la habitación y ahora sin mucha ceremonia ese otro era el chofer de la guagua, tal vez también mecánico. Era el relevo, sangre nueva para la otra mitad del trayecto.

"Sin embargo, dijo Chichikov, la igualdad general de esta medida no evita una cierta suma de molestia para los terratenientes, desde que los obliga a pagar sobre un artículo no viviente el impuesto debido sobre uno viviente".

A las 9:30am, exactamente 12 horas, la guagua se detuvo en Canal Street, Chinatown, Nueva York.