Desde la explosión de la crisis financiera mundial hace tres años, uno de los países que peor ha podido sortearla es Grecia, la cual ha estado envuelta en todo tipo de desaciertos como ha sido la manipulación de cifras económicas junto a malas políticas gubernamentales que han logrado encarecer la refinanciación de su deuda y disturbios generales en todo el territorio heleno, quedando como única opción pedir ayuda a la Unión Europea, la que aprobó el pasado año un plan de rescate a tres años por 110.000 millones de euros.
Se tenía la impresión que luego de firmado el acuerdo, todo volvería progresivamente a la normalidad, pero ocurrió totalmente lo contrario, la desconfianza de los inversionistas y el resquebrajamiento político hicieron de Grecia una bomba de tiempo con alta probabilidad de contagio hacia los demás países europeos en lista negra, como España y Portugal.
Ante esta eventualidad y con la finalidad de poder cumplir con los acuerdos suscritos, se planteó la necesidad de al menos 60.000 millones de euros adicionales al plan de rescate firmado el pasado año, lo que ponía en evidencia lo profundo de la crisis helena, tanto a nivel financiero para el saneamiento de las cuentas públicas, como a nivel político ante el descontento generalizado de la población.
Todo esto llevó a una paralización en el envió de los fondos por parte de la Unión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional, quienes forzaron al país heleno a plantear una profunda reestructuración antes seguir la erogación de los redentores fondos. Luego de varias semanas en vilo, el gobierno griego logró diseñar un verdadero plan de saneamiento de sus deudas, basado en privatización de empresas y bienes estatales (servicio de trenes, aeropuertos, electricidad, autopistas…), fusión de empresas públicas y recortes de gastos, con lo que esperan recaudar 50.000 millones de euros.
Teniendo claro que la única manera de salir del atolladero en que están es mediante la recepción de ayuda externa, se plantean adicionalmente reducir el salario de todos los funcionarios públicos, aumento de los impuestos y reducción de las pensiones. Con esto logran desbloquear la entrega de 12.000 millones que estaban pendientes del acuerdo del año pasado, aparte de que abre las puertas para un segundo plan de rescate por 60.000 millones de euros.
El saneamiento y la estabilidad de una débil y pequeña economía abierta como Grecia, depende de un arduo proceso de reestructuración, que en la mayoría de los casos poseen un alto costo político como lo hemos apreciado en las elecciones de Portugal y España, donde los gobiernos de turno perdieron apabullantemente de la oposición. Pero precisamente aquí es donde se separan los políticos de los estadistas; los políticos piensan en las próximas elecciones, mientras los estadistas piensan en la próxima generación.