Uno de los jóvenes narradores contemporáneos que más me ha impactado, y me ha acribillado con su estilo crudísimo y poético a la vez, es sin lugar a dudas Junot Díaz. Un dominicano que emigró a la urbe norteamericana a comienzos de 1970. Su trabajo ha sido elogiado por la infranqueable crítica estadounidense, y no ha sido para menos, tomando en consideración su estilo cargado de humor, con una  narrativa quirúrgica  y atiborrada de personajes polvorientos sacados de República Dominicana. 

Desde que leí Negocios (Drown en inglés), su libro de relatos, me di cuenta que estaba frente a uno de esos narradores antiquísimos, que te fulminan página por página. En ese momento evoqué los grotescos panoramas del inmigrante dominicano; de su desvaído paseo por New Jersey, tomando las autovías del Turnpike, como bólido, atrapado por los pulidos rascacielos de Atlantic City o recorriendo una que otra carretera interestatal. No obstante, lo que más me inquieta es el horizonte que forja Díaz en el inmigrante que añora los campos dominicanos, esos territorios totalmente marginados e inhóspitos que únicamente confluyen en las zonas más pobres del sur de la isla. 

Negocios, que reúne todos sus relatos, es una mirada desabridísima de la otra vida del dominicano, que, buscando otros rumbos, decide ser un prisionero de su pasado, para convertirse en un ser que trata de ver a Estados Unidos como arquetipo de progreso. Son relatos desarraigados, sumamente fríos y rústicos. Los sueños y la memoria colectiva del exilio, se plasman con maestría. 

La técnica utilizada por Junot Díaz es de alto voltaje, innegablemente Bolañiana. Cada relato, desde Ysrael, hasta el propio Negocios, parece un espejo que refleja las dificultades de los niños haraposos, la conducta de los padres autoritarios y machistas, y la situación de las madres explotadas por la propia sociedad despiadada dominicana. Cada cuento es una huella y cada huella es un cuento.

El joven escritor nos plantea una interrogante, ¿Sería execrable la sociedad que desprotege a su ciudadano? Parecería que si, si tomamos como referencia la crudeza con que Díaz esgrime sus relatos.  De todos modos, el inmigrante tiene la certeza que su vida sórdida sólo puede ser aliviada con los recuerdos solidificados de su pasado, aunque angustiantes, llenos de embrujos.  

Hojeando Negocios, con abnegación casi infantil, sentí un torbellino de ideas, pues el autor así lo obliga. Desde la decadencia de valores, fracasos inducidos por la propia sociedad, impotencia rígida; hasta la obsesión del dominicano por buscar otros sueños, no tan polvorientos ni condenados, sino llenos de libertad, una libertad condicionada, pero a fin de cuentas, libertad. 

A pesar de su atmósfera turbia, Negocios representa la nueva corriente literaria que dominará nuestros tiempos, y su autor, un inmigrante que quiso ser un prisionero del pasado para vivir el presente en aguas extranjeras, es un talento que producirá muchas luces y que Latinoamérica deberá aprovechar. Por esas razones gravité en la narrativa de Junot Díaz.