Acordonar con más de 300 miembros de la Policía la Casa Nacional del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) cuando Fiquito Vásquez, se preparaba a “expulsar” a Hipólito Mejía y a Andrés Bautista de esa organización, fue un grave error del gobierno de Danilo Medina porque se introdujo de cabeza en el conflicto interno de ese partido a favor de Miguel Vargas Maldonado.
Es de suponer que al obrar así el gobierno busca apoyar a Vargas Maldonado para que la franquicia de ese partido siga actuando como una bisagra de negocios de la administración peledeísta y no como una fuerza opositora que respalde las luchas populares contra la corrupción, la impunidad y por una democracia multipartidaria.
El error está en que hasta este día 14 de enero de 2013 Hipólito Mejía se había negado a apoyar una línea de masas en el PRD contra el gobierno de Medina, pero al quedar en evidencia que la actual administración se lanzó con su fuerza policial a darle apoyo a Vargas Maldonado, lo que ha logrado es que el ex presidente favorezca ahora que las bases del PRD se movilicen.
Es la cosa más elemental del mundo: si los perredeístas de base entienden que Vargas Maldonado actúa bajo la cuerda del gobierno del PLD para dividirlos como lo demostró en las pasadas elecciones, y ahora el gobierno se evidencia dándole cobertura represiva a su pupilo, es natural que ya Hipólito piense que su lucha debe ir no contra la perra, sino directa hacia el amo.
Ahora el gobierno tiene lo que no tenía: un Miguel Vargas rehén sin ningún apoyo de masas en el PRD ni en la población (un verdadero muerto político), y unas bases perredeístas articuladas en torno a Hipólito a las puertas de apoyar las luchas populares contra la corrupción y la impunidad judicial, que en los próximos meses van a subir de tono aunque ningún partido las apoye porque se trata de una realidad material que no depende de un sustrato ideológico.
Si la gente de Hipólito comienza a hacer asambleas de base en cada municipio y comunidad rural y en ellas se aprueba por mayoría rechazar la “expulsión” de sus dirigentes, ¿qué va a hacer Miguel Vargas y su Tremenda Corte?
Con la llamada expulsión de dirigentes se abre un campo de posibilidades que gente inteligente puede aprovechar y mucho.
¿Qué pasaría si la gente de Hipólito llega a un acuerdo para el regreso de Hatuey de Camps y su Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD) y le entregan la presidencia del PRD por un año, restablecen la vieja Casa Nacional en la avenida Bolívar y llaman a una convención con el padrón perredeísta del año 2004?
¿Qué pasaría si el PRD sigue en su crisis y se logra formar una coalición con las fuerzas alternativas (Frente Amplio, Alianza País, Alianza por la Democracia, Dominicanos por el Cambio) y otras formaciones populares que quieren hacer oposición al gobierno junto a las organizaciones cívicas y comunitarias?
He dicho y repito que Vargas Maldonado ya cavó su sepultura política porque carece de condiciones elementales para dirigir un partido que por obra de la providencia le cayó en la mano y en él nunca ha hecho un ejercicio democrático, sino autoritario, excluyente, divisionista. Por eso aunque impuso a Orlando Jorge Mera contra Guido Gómez Mazara, ya ambos están unidos en su contra, para citar un solo ejemplo.
Ya se sabe que Vargas Maldonado no sabe pensar si de política y ética se trata, pero lo que desconocía yo era que el gobierno de Medina se iba a meter en la encerrona de radicalizar las bases del PRD por intervenir abiertamente en un conflicto que tiene evidentemente un fondo en el cuestionamiento a un dirigente que no está al servicio de su causa.
El movimiento popular reivindicativo puede tener ahora una nueva fuente nutricia para su movilización y si en la izquierda hay gente que piensa en grande y tiene sentido de la oportunidad, puede aprovechar el momento para mostrar su madurez presentando una alternativa política unitaria, movilizada y con perspectivas de convertirse en una opción de poder.
¿Será posible tanta belleza? A veces en las galleras se caen vigas y el gallo que está moribundo se para, pica y corta en la “raya” para salir victorioso.
Nadie sabe cuánto deseo que haya dirigentes de izquierda que dejen de confundir los pañuelos con banderas y los minifundios partidarios con una verdadera fuerza unitaria que despierte la confianza del pueblo y reconquistar a miles de miles de hombres y mujeres que hoy no militan porque se niegan a consolidar el sectarismo casi infantil que los matiza.