Ingrata, una de las canciones más sonadas de Café Tacuba se ha vuelto noticia. En efecto, Rubén Albarrán, el líder de la banda, declaró a un diario argentino la necesidad de cambiarle la letra o «repensar si la vamos a seguir tocando», ya que fomenta la violencia contra la mujer.
La dichosa cancioncita se escuchó por primera vez en el lejano 1994, cuando no había ni spotify ni youtube ni wifi; únicamente discos, casetes o la aburrida magia de la radio. Café Tacuba nace a finales de los ochenta y desde entonces se ha consolidado como una de las mejores bandas de rock alternativo. Su música, inspirada por la cultura popular, es alegre, innovadora, atrayente.
Pero por qué tanto alboroto. La Ingrata es una parodia del corrido norteño, no sólo por la melodía de tun-ta-ta tun-ta-ta (ritmo 2/4) sino por la temática que aborda: el hombre despechado, lava su “honor” matando a la compañera infiel. Así termina:
«Por eso ahora, tendré que obsequiarte un par de balazos, pa' que te duela, y aunque estoy triste por ya no tenerte, voy a estar contigo en tu funeral».
Según esto, el contenido machista resulta tan evidente, que el grupo se formó en la fila de lo políticamente correcto y decidió no volver a tocarla, tal y como ha sucedido en Costa Rica, donde los músicos mexicanos no cedieron a las suplicas de la fanaticada.
Tristemente los Tacubos olvidaron su humor y de pasadita la definición de parodia: imitación burlesca de una obra, cuyas características se exageran para reír a gusto. Entonces, si con la Ingrata ridiculizaban al macho empistolado de los corridos, ¿por qué ahora se lo toman tan en serio, hasta el punto de borrar la melodía de su repertorio?
Qué pensar al respecto. Nadie puede negar la gravedad de los feminicidios en México. Son una vergüenza, una muestra del roto botón de nuestra sociedad. Además, la autoridad no hace mucho contra dichos crímenes; ante lo cual podemos advertir su desprecio hacia las víctimas.
¿Sin embargo, mandar una canción a la congeladora ayuda en algo, es suficiente? En estos tiempos de redes sociales, pareciera que el envoltorio vale más que el contenido. ¿El artista debe moderar su libertad creadora, andar de puntillas para no pisar temas “sensibles”, so pena de ser tachado de misógino, de insensible…?, ¿por qué no reclamar mejor educación, para que la gente no confunda ironía con seriedad?, ¿por qué no mejor exigir justicia y castigo a los autores de tanto feminicido?
A mí, como a los asistentes al concierto en Costa Rica, me gusta la Ingrata. Me gusta porque juega con el corrido, hoy tan difamado, tan manoseado. Esta música tradicional, la escucho desde hace mucho y además, me ayudó a obtener mi tesina de máster. Eso sí, la sobredosis de corridos no me ha llevado a dañar a mujer alguna.
Ahora bien, el corrido como fenómeno cultural refleja a la sociedad de la que surge. Su encanto (su perdición, dirán sus detractores) radica en cómo mitifica a sus personajes e historias; hasta el punto de que la gente los incorpora a su realidad.
Aventuro que los Tacubos se habrían quedado tan emocionados con el corrido de la Martina que, para burlarse de todo el género quisieron hacer su propia versión. Para los que no saben, la pobre de Martinita se casa a los quince, a los dieciséis engaña al marido y obviamente, no llega a los diecisiete:
« De quién es esa pistola, de quién es ese reloj, de quién es ese caballo que en mi corral relinchó».
Hoy, cuando la broma pierde su efecto, nada mejor que borrarla. Sin duda, Albarrán y sus compinches sabrán de otro corrido, Contrabando y traición, que ha inspirado desde novelas hasta series de televisión (léase La reina del sur). Cuando se decidan a cambiarle la letra a la Ingrata, piensen en Camelia la tejana que de siete balazos terminó su relación con Emilio… además de quedarse con la dolariza de la venta de la droga.
Ahora bien, si Café Tacuba quiere ir más allá de lo políticamente correcto, podrían congratularse con las sufridas e ignoradas víctimas. Sólo tendrían que donarles el dinero que les cae cada que los cibernautas ponen en youtube la canción… Hasta ahora hay 14 millones de visitas, ¡ajúa!